En Colombia hay reinados para todo: del café, del bambuco, del joropo, de la panela… y ahora llega uno que, por raro que parezca, tiene sentido.
Se llama Miss del Campo Colombia y no premia cuerpos ni pasarelas, sino las historias de vida de las mujeres que sostienen las plazas de mercado y el campo después de años detrás de un puesto de frutas, un fogón o un cultivo.
La iniciativa, creada por la Fundación Jorge Lozano del Campo, recorrerá plazas del país para mostrar lo que de verdad sostiene la economía y la cultura del país: las mujeres campesinas y comerciantes.
Como asegura el mismo Lozano, “este reinado no califica cuerpos, califica corazones”. Aquí no hay vestidos de gala, hay delantales manchados de ají, manos curtidas y sueños a prueba de madrugones.
La corona es otro cuento: nada de imitación barata.
La original, hecha en Mompox, mezcla esmeraldas, rubíes, perlas de San Andrés, trapiches de Muzo, pepas de café y hasta ajíes chicheperros. Tan barroca y tan colombiana como una plaza un sábado en la mañana. La pieza quedará guardada, pero la ganadora se lleva una réplica valorada en cinco millones de pesos.
El certamen ya arrancó su gira nacional, empezando por la Costa Caribe, donde se abrió la convocatoria para que las mujeres de las plazas de mercado envíen un video contando quiénes son, de dónde vienen y cuáles son sus sueños.
Para participar, las concursantes deben inscribirse vía WhatsApp al teléfono 320 2461428, donde enviarán sus historias.
Será el público en redes quien decida con likes y comentarios quién merece la corona. Nada de jurados encorbatados ni preguntas sobre la paz mundial. La final será el 3 de octubre en Paloquemao, con concierto de Edgar Montaño para darle sabor a la coronación.
Y claro, también hay premios: la reina recibirá 25 millones de pesos entre dinero y joyas, la princesa 8 millones y la segunda princesa 3 millones, todas con su réplica de la corona.
“Este reinado nace como un regalo a mi madre y a todas esas mujeres que nunca han sido premiadas por su trabajo”, asegura Lozano. No es feminismo de pancarta, dice, sino de acción: una forma de reconocer a esas mujeres que mantienen la vida y la plaza.
“Queremos exaltar a esas mujeres berracas que nunca han tenido una joya y que merecen lucir la mejor corona del país”.