El curso 2025-26 empieza con un déficit preocupante de profesorado en las aulas de Secundaria y Formación Profesional. Según los últimos datos difundidos por Efe a partir de CSIF, casi una de cada cuatro plazas ofertadas en oposiciones —un 23,8 %— no se ha cubierto. En total, 3.818 de las 15.947 vacantes han quedado sin adjudicar, una cifra que el sindicato califica como “problema grave” para la estabilidad del sistema educativo.
Madrid es una de las comunidades más afectadas: ha dejado sin cubrir el 36,45 % de las plazas, un porcentaje muy por encima de la media nacional. La situación se repite en territorios como Melilla (62,5 %) o Baleares (54,9 %). En contraste, en Castilla-La Mancha o Cataluña apenas han quedado huecos, y Cantabria y Ceuta lograron cubrir todas las vacantes.
Matemáticas: cuando la vocación choca con el mercado
El caso de Matemáticas es paradigmático. Año tras año, cientos de plazas quedan vacantes en esta especialidad a pesar de ser una de las más demandadas en los institutos. El motivo es doble: por un lado, la dureza de las pruebas —especialmente los problemas prácticos— y por otro, la falta de titulados dispuestos a opositar.
“En realidad, la mayoría de opositores a Matemáticas no son matemáticos, sino ingenieros, arquitectos o de otras ramas. Los matemáticos suelen encontrar mejores condiciones en la empresa privada”, explica un matemático burgalés de 27 años, que prefiere no revelar su nombre, y que consiguió plaza en su provincia el año pasado. Su caso es la excepción: “Para mí lo más complicado fue preparar los temas. No existe un temario oficial, solo títulos, y dependes de lo que te den en la academia. Luego todo depende del tribunal: a un compañero con el mismo tema le pusieron un 9 en una convocatoria y un 5 en otra. Es un sinsentido”.
La falta de docentes de Matemáticas no es un problema menor. Según datos del Ministerio de Educación, es la asignatura con más dificultades de cobertura en la ESO y Bachillerato, junto a Física y Química y Tecnología. Un fenómeno que no ocurre solo en España: países como Reino Unido o Francia también llevan años sufriendo un “déficit crónico” de profesores en áreas STEM.
La razón principal es el salario: un profesor de instituto suele ganar alrededor de 29.000 euros anuales, mientras que un matemático trabajando en finanzas puede alcanzar el doble o más. Según datos del Libro Blanco de la Fundación Ramón Areces, solo uno de cada cinco graduados en ciencias exactas se dedica a la enseñanza preuniversitaria. Muchos prefieren las oportunidades en sectores como banca, análisis de datos, inteligencia artificial o consultorías, donde los salarios duplican –o más– lo que ofrece la docencia pública
A todo ello se le suma un modelo de oposición que desincentiva: “El azar pesa demasiado, y muchos se cansan de intentarlo. Como hay trabajo de sobra de interino, muchos prefieren seguir así y no invertir años de estudio en un proceso tan incierto”.
Griego: una asignatura en el filo
En el extremo contrario está el Griego, una especialidad con muy pocas plazas que a duras penas sobrevive en el currículo. Los sindicatos de enseñanza llevan tiempo advirtiendo de que la reducción de horas lectivas y la tendencia a relegar las humanidades al Bachillerato ponen en riesgo su continuidad.
“En diciembre ni siquiera habían convocado plazas de griego en Madrid; meses después aparecieron cuatro, pero mucha gente ya había dejado de estudiar”, cuenta Sara Martín, de 27 años, que este curso, por segunda vez consecutiva, trabajará como interina en el IES Gregorio Marañón de Madrid. En su especialidad se presentaron apenas una veintena de personas.
El examen, además, no ayuda a retener aspirantes. En Madrid, la parte práctica pesa un 70 % de la nota, frente al 30 % del tema escrito. “Es un proceso injusto que beneficia al ‘coco superlisto’ y no al que estudia con constancia. Lo peor es la falta de transparencia: no sabemos cuánto vale cada ejercicio, ni hay rúbricas de corrección. Y a esto se suman cambios de última hora que minan la moral. Este año nos dijeron días antes del examen que solo podía hacerse con un bolígrafo de una marca concreta. Parece una anécdota, pero cuando llevas meses entrenando con tu material, te descoloca”, lamenta.
A pesar de las dificultades, Sara continuará en lista de interinos. “Sé que voy a trabajar, porque hacen falta profesores, pero será a jornada parcial. Las completas solo llegan a los primeros de la lista. Me volveré a presentar, claro, aunque en estas oposiciones la suerte tiene más peso del que debería”.
El papel de los interinos y la crítica sindical
Aunque miles de plazas quedan vacantes en las oposiciones, las aulas no se quedarán vacías: serán de nuevo los interinos quienes tapen los huecos. El sistema de listas extraordinarias se ha convertido en el salvavidas del curso escolar, pero a costa de mantener una tasa de interinidad que ronda el 20%, una cifra que se sitúa por encima del límite del 8% que exige la Unión Europea y que el Gobierno español se había comprometido a alcanzar para 2025.
Desde CSIF insisten en que la solución pasa por modernizar el sistema de acceso, con un estatuto docente que regule condiciones laborales, reduzca la precariedad y haga las oposiciones más transparentes y homogéneas.
Un proceso que pide cambios
Ambos testimonios reflejan los dos extremos del sistema: quien logra una plaza y quien encadena contratos sin alcanzarla. Ambos coinciden en que el modelo de oposición actual no garantiza ni justicia ni eficiencia.
“Sería mejor un examen tipo test que cubra todas las ramas, complementado con problemas razonables y una parte didáctica improvisada, en lugar de entregar una programación hecha en casa que nadie sabe si es tuya”, propone el matemático.
Sara, por su parte, pide criterios claros: “Publicar las rúbricas de corrección, marcar qué vale cada ejercicio y dejar de improvisar las normas. Así, al menos, sabríamos a qué nos enfrentamos”.
¿Máster en lugar de oposiciones?
El debate sobre cómo reformar el sistema de acceso a la docencia lleva años abierto. Entre las propuestas que más fuerza han ganado está la de sustituir el actual modelo de oposiciones por un sistema de máster o residencia docente, similar al MIR en Medicina.
La idea sería que los aspirantes, tras superar una formación de posgrado y un periodo de prácticas remuneradas en centros educativos, accedieron a la función pública de manera progresiva y con mayor acompañamiento.
Los sindicatos están divididos. Mientras algunos ven en este modelo una forma de garantizar mayor formación pedagógica y práctica real, otros advierten de que puede convertirse en una “fase extra de precariedad” para los jóvenes docentes, alargar el acceso a la plaza estable y generar desigualdades según comunidades.
Sara, por su parte, se muestra escéptica: “Se habla mucho del máster, pero no sé si llegaremos a verlo. Siempre hay miedo a perjudicar a quienes llevan años preparando las oposiciones. Lo que hace falta de verdad es transparencia y estabilidad, no cambiar las reglas cada pocos años”.
Mientras tanto, el curso arranca con miles de plazas sin cubrir oficialmente, un ejército de interinos sosteniendo el sistema y asignaturas clave —desde Matemáticas hasta Griego— atrapadas entre la falta de profesores y de un modelo estable de acceso.