Tomo prestado el título del libro de Héctor Abad Faciolince porque me parece que recoge bien el estado de ánimo en el que me encuentro a la vuelta de este verano. Igual también porque es más poético que el que de verdad quería ponerle a este artículo, “La rueda del hámster”, como resumen de lo que nos pasa: un país que, como el hámster en su jaula, corre mucho, pero no avanza nada.
No sé si ustedes se acuerdan de Cristal, la primera telenovela venezolana emitida en España en 1989 en RTVE durante 246 episodios. Su trama se apoderó de la conversación pública, y eso que no existían los memes ni los grupos de WhatsApp. Más españoles de los que lo admitirán sabrían todavía hoy tararear la canción Mi vida eres tú, que abría cada episodio. Admito que fui una de las enganchadas, ante el estupor de mis amigos y de mi madre, que no daba crédito y que de hecho me hacía apagar la tele cada vez que me veía mirándola. Pero la verdad es que me daba un poco igual porque una de las muchas virtudes de este tipo de telenovelas es que puedes saltarte 20 capítulos y seguir la trama como si tal cosa.
Pues créanme, escuchando la radio del taxi que me llevaba del aeropuerto a casa llegada de vacaciones me acordé de Cristal y tracé un lamentable paralelismo: la trama de la política española es también absolutamente predecible. Es facilísimo adivinar qué dirán unos y otros, sea lo que sea lo que nos pase.
Los fuegos, por ejemplo. Tema del verano. Hace casi tres años escribí un artículo en este mismo espacio titulado “Ecologismo de asfalto”. En él advertía del peligro de los incendios, de lo mal enfocadas que teníamos las políticas públicas al respecto y de las soluciones propuestas por los que de verdad saben del tema. Hay que entender que no se trata de olas de calor ni emergencias climáticas, porque eso ya es y será la norma. También hay que saber que tenemos unos magníficos equipos contra incendios (vale, mejores en Catalunya que en Castilla y León, pero en general muy buenos y profesionales) y que el problema es lo que llamo la paradoja de la extinción: Somos altamente eficientes apagando incendios y tenemos menos fuegos que antes, pero los que no conseguimos apagar son mucho peores. Además, estos incendios están muy cerca de los 10.000 kW/m, que sería el límite de extinción, porque con esa emisión de calor la capacidad de supervivencia es de un minuto.
Los expertos llevan años avisando de que el problema de los fuegos no es la extinción sino la gestión del bosque
Como hace muchos años que predican expertos como Marc Castellnou, lo que necesitamos es un giro de 180 grados para entender que el problema no es la extinción sino la gestión, la estructura del paisaje, ya que nuestros bosques acumulan demasiado combustible forestal que genera megaincendios sin retorno. Esa es, además, una política más barata que los 20.000 euros que nos cuesta cada hectárea quemada. Y ni les hablo de las emisiones de CO2 que podríamos evitar.
La pregunta que me asalta, si esto está escrito hace tres años, si todos nuestros magníficos profesionales llevan años y años advirtiéndolo, es por qué no lo hacemos. ¿Por qué? ¿Alguien lo entiende? Porque yo me desgañito y no lo comprendo. No es un tema con aristas ideológicas, no es un tema caro (es más, ahorramos en recursos económicos y en emisiones), y es un tema que creo que puede respaldar una amplia mayoría de los ciudadanos.
Les podría decir lo mismo de la pandemia. La sufrimos, sí, pero no aprendimos. Y si vuelve otra, seguiremos sin ley de pandemias, sin modificar el estado de excepción ni el de alarma, sin invertir más en nuestros sanitarios y con la misma estructura insuficiente del Ministerio de Sanidad. ¿Por qué? También se me escapa.
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Las lecciones profundas de la dana (damnificados y responsabilidades políticas aparte) o del apagón serían ejemplos similares. Fenómenos que no dependen de nosotros, con consecuencias altamente dolorosas para el país y sus ciudadanos, que se saldan con mucho ruido político y mucha culpa atribuida, pero sin ninguna modificación en las políticas públicas que ayude a mitigar el daño cuando los fenómenos se repitan. Es la rueda del hámster, parece que corremos, incluso nos aceleramos, pero al final estamos en el mismo sitio.
Dicen que uno de los principales problemas de España es la polarización. Y llevan razón. Pero el que a mí más me desespera es la paralización. Aunque igual es que estoy en estrés posvacacional… Ojalá sea eso.