Nuevo día, nuevo look de Rosalía ‘todo al blanco’
Hace justamente dos años que Rosalía comenzó a virar estéticamente hacia un rumbo al que muchos describen como su etapa más minimalista. Motomami (Columbia Records, 2022) ya dejaba pistas: mismamente, la austeridad del escenario del Motomami Tour, dominado por un fondo blanco y desprovisto de ornamentos, marcaba un contraste claro con las chaquetas moteras, los cascos convertidos en bolsos o incluso con el imaginario kawaii que exploraba en algunos de sus looks. Poco a poco, estos códigos se fueron difuminando para dar paso a prendas limpias, de líneas puras y rectas y, sobre todo, a un elemento que se ha convertido en la piedra angular de su nuevo guardarropa: los vestidos blancos.
Es difícil precisar cuál fue el primer ejemplo que inauguró esta estética casi monacal. Podría ser su aparición en la fiesta post-Oscar de Vanity Fair con un semitransparente Dilara Findikoglu o quizá el escultórico diseño de Balmain que llevó a la Met Gala 2025. Ambas escenas contribuyeron a cimentar esta narrativa ya inquebrantable. Una especie de uniforme que repitió tanto en su aparición desde las gradas del US Open, al que acudió en dos ocasiones, hasta ahora, en el desfile en Nueva York de Calvin Klein, firma de la que acaba de ser anunciada como embajadora.
Ayer, en este evento dentro del calendario de la New York Fashion Week, volvió a demostrar que nada en ella es casualidad. Llegó enfundada en un vestido blanco de textura arrugada y corte palabra de honor que se alargaba hasta a la altura de los tobillos y poseía un juego de volúmenes en el escote. Lejos de añadir elementos estridentes, el estilismo se completaba con un pañuelo negro anudado en la cabeza, unas gafas oscuras que reforzaban su sobriedad y un cordón a modo de cinturón que, de alguna manera, recordaba a un cíngulo de la indumentaria eclesiástica. Los zapatos, un par de salones negros de puntera cuadrada, cerraban este binomio cromático de blanco y negro, sin estampados ni adornos innecesarios.