Septiembre, 3525. España es hoy un bioma árido. Pese a los titánicos esfuerzos de los españoles del milenio pasado descritos en las escasas crónicas llegadas hasta nuestros días (tapones unidos al cuello de las botellas, pajitas de cartón, destrucción de obras de arte mediante lanzamiento … de pintura, cánticos enseñando las tetas), la emergencia climática transformó la orografía de la península Ibérica, afectando gravemente a su biodiversidad y provocando un éxodo total. 1500 años después de que fenómenos atmosféricos extremos dañaran por igual a negacionistas y gente de bien, una expedición del departamento de arqueología de la Universidad de Dakota del Sur (división centro centrado), de la que soy integrante como ‘becarie’ (mis pronombres son ‘neutres’), ha conseguido adentrarse por primera vez en tan inhóspito lugar.
No sin dificultad, hemos alcanzado lo que fue la zona cero del calentamiento global, focalizando nuestro trabajo en el yacimiento arqueológico identificado como ‘Rotonda de acceso a Boadilla del Monte’. Nuestro objetivo principal es documentar los niveles de desarrollo artístico e intelectual previos a la destrucción, así como evaluar el estado de conservación de los monumentos más representativos, establecer su función dentro de la cosmología urbana de los siglos XX y XXI y proponer hipótesis dentro del marco cultural ibérico tardío (1990-2050 d. C.). Un cirio, vamos.
El úrsido de la polémica
Nada más llegar, localizamos una figura monumental extrañamente intacta, situada en el centro de un montículo circular. Este hallazgo supone el primer vestigio material recuperado de la cultura española tardoconsumista, hasta ahora envuelta en mitos y rumores transmitidos por archivos digitales fragmentarios y, por qué no decirlo, antropocéntricos y heteropatriarcales.
Se trata de una escultura zoomorfa (de aspecto úrsido, para más datos), con siete metros de alzada y color verde brillante. De su base emanan unas enigmáticas sendas rectilíneas que se proyectan de manera radial. Esto sugiere, en mi opinión, un intento de articulación mística entre esa forma circular primigenia y el espacio circundante, lo que podría responder a una función ritual. Ante la unanimidad del equipo en apuntar a cierto afán de ordenación del tráfico rodado a motor en un punto de confluencia, prefiero no hacer pública mi sospecha.
Una primera y rápida observación del entorno, pendiente de revisión y apoyo documental arroja los siguientes resultados: en cuanto a la estratigrafía, en un nivel 1 localizamos lo que podríamos denominar como ‘residuos contemporáneos de uso doméstico’, consistentes en varias mascarillas sanitarias, dos paquetes de tabaco, una botella de vino, restos de una estructura cuadriforme con ruedas (identificada como ‘carrito de supermercado’ y posiblemente empleado en procesiones y ritos sagrados), fragmentos plásticos cuadriformes de vivos colores con inscripciones de textos sagrados relacionados con el culto a la deidad denominada ‘osito de gominola’ (que parece responder al nombre aborigen de Haribo) y una pieza tubular, ligeramente oxidada, con la inscripción ‘Kas Naranja’ y loas a las propiedades curativas de la sacarosa.
Nuestro objetivo principal es documentar los niveles de desarrollo artístico e intelectual previos a la destrucción
En un nivel 2 detectamos huellas fosilizadas de neumáticos sobre la base circular de cemento que se extienden hasta el pie del monumento al Dios Haribo (justo donde presenta una hendidura), así como un túmulo que alberga los restos esqueletizados de dos seres humanos enredados en una bicicleta con graves daños estructurales, probablemente tras una dura colisión (no sabemos todavía si de carácter accidental o ceremonial). Los restos cadavéricos denominados ‘fiambre número 1’ aparecen ataviados con ropa muy ajustada, casco y rodilleras y, los denominados ‘fiambre número 2’, con atuendo holgado, kufiya al cuello y un gran lienzo (¿una mortaja, quizá?) con la leyenda ‘desde el río hasta el mar’.
Han sido formuladas tres interpretaciones principales. Una primera, ritual: el gran osito de gominola habría actuado en la cultura ibérica del periodo de entredramas como tótem protector frente a los peligros del tráfico circular. Una segunda, política: estaríamos ante un monumento erigido por dioses paganos de carácter menor, denominados ‘autoridades municipales’, como recordatorio místico para la población de que, incluso en la aridez del asfalto y en mitad de un atasco, sin acceso a la vivienda y con trabajo precario, es obligación moral soñar con un mundo mejor y más dulce.
Una tercera, mística: la representación material de una divinidad a caballo entre la fiereza salvaje del oso y el ‘cuquismo’ infantil de la gominola que, honrada de manera sincera, aseguraría la fertilidad y la obediencia cívica. Un homenaje urbano al azúcar refinado y la debida urbanidad.
Sacarosa como eje cultural
Concluimos, no sin ciertas discrepancias entre los miembros del equipo que fueron dirimidas mediante el intercambio de argumentos y las agresiones físicas, que este hallazgo certifica la importancia de la sacarosa como eje cultural, espiritual y político en la España del siglo XXI.
Del mismo modo, se afianza la convicción de que era aquella una civilización zoólatra y politeísta. Futuras expediciones deberán contrastar este hallazgo mediante la localización y documentación de otros ídolos zoomóficos propios del Desierto Ibérico de los que se tiene constancia (por ejemplo, el conocido como ‘Toro de Osborne’, la ‘Vaca de Central Lechera Asturiana’ o el ‘Corderito de Norit’).
Creo necesario apuntar que, justo antes de concluir el informe definitivo, uno de los estudiantes (cisgénero y heteronormativo) sugirió que el osito brutalista pudo haber sido un mero ‘elemento decorativo urbano’, una suerte de mecanismo de redistribución de recursos municipales que favoreciese a individuos con talentos discutibles pero conexiones privilegiadas.
Esta teoría implicaría la improbable existencia de un complejo entramado socio-político disfrazado de gesto artístico público. La hipótesis fue considerada frívola y superficial y se elevó queja a las autoridades. A la espera de que sea confirmada la idoneidad de su permanencia en el equipo y en cuanto abandone la enfermería, el estudiante será reubicado en el equipo de suministro de cafés y abanicado brioso en horas de calor insufrible.