Recuerdo como si fuera ayer mis días en los diferentes cursos que he tenido la oportunidad de hacer en el Ejército Nacional de Colombia. Había algo en ese ambiente que me conmovía y que, en su momento, no supe nombrar. Era la manera en que se cantaban los himnos con un orgullo profundo, el compromiso y la disciplina que se reflejaban en cada formación, el porte impecable de los uniformes, el respeto mutuo que no distinguía rangos ni jerarquías. Era un “no sé qué” que se respiraba en el aire: la convicción de que cada detalle tenía sentido y de que nadie estaba allí solo por sí mismo, sino por algo más grande.
Ese “no sé qué” me marcó. Me dejó claro que había un ingrediente invisible que hacía la diferencia entre cumplir una tarea y vivir una misión. Con el tiempo entendí que ese ingrediente tiene nombre: mística.
Cuando hablamos de liderazgo casi siempre pensamos en estrategias, resultados, indicadores. Pero hay algo más. Algo que no cabe en una hoja de cálculo y que, sin embargo, marca la diferencia entre un liderazgo corriente y uno que transforma: la mística.
La mística es esa fuerza que mezcla propósito, disciplina y cuidado por los detalles. Es lo que convierte una tarea en un acto con sentido y un plan en una visión compartida. Peter Drucker la veía como la capacidad de inspirar más allá de las funciones. Jim Collins hablaba de líderes que unían humildad y ambición feroz. Steve Jobs la llamaba la “mística del producto”, cuando técnica y belleza se encontraban. Dicho de otra forma: la mística es lo que da un “por qué” profundo a lo que hacemos, y eso es lo que de verdad moviliza.
Y no es algo abstracto. Lo hemos visto en mujeres que han hecho historia. Indra Nooyi, ex-CEO de PepsiCo, decía que había que liderar con el corazón y con la cabeza. Mary Barra, desde General Motors, se atrevió a imaginar un mundo con cero accidentes, cero emisiones, cero congestión. Jacinda Ardern, como primera ministra de Nueva Zelanda, nos mostró que la empatía y la firmeza pueden convivir, incluso en los momentos más difíciles. En todas ellas, la mística tuvo un matiz femenino: convertir la estrategia en propósito y la gestión en confianza.
El sello femenino no es un accesorio ni una cuota: es una ventaja estratégica capaz de encender la chispa que convierte las metas en un futuro compartido.
Rescatar la mística importa porque es la que hace que algunas organizaciones trasciendan y otras se pierdan en el camino. Gallup encontró en 2017 —y lo reiteró en 2022— que los equipos liderados con propósito y visión son un 21 por ciento más rentables y tienen un 41 por ciento menos de ausentismo. No es magia: es confianza, cultura y valores puestos en acción.
Aquí aparece un punto clave: el aporte femenino. Cualidades como la empatía, el cuidado y la cooperación, antes vistas como “blandas”, hoy son ventajas competitivas. McKinsey lo mostró en su informe Diversity Wins de 2020: las empresas con más mujeres en puestos de liderazgo tienen un 25 por ciento más de probabilidad de superar el desempeño financiero promedio. No porque las mujeres sean “más suaves”, sino porque integran esas cualidades en la cultura, creando equipos más cohesionados, innovadores y resilientes.
En tiempos como los que vivimos, la confianza es el cemento de cualquier proyecto colectivo. Confianza en uno mismo —la que da autenticidad— y confianza hacia los demás —la que abre espacio para la creatividad, para equivocarse y aprender—. Un liderazgo con mística femenina no controla desde el miedo, convoca desde la confianza. Y es esa confianza la que hace florecer los talentos, convierte las diferencias en potencia y permite que los proyectos trasciendan más allá de los números.
El futuro de los negocios no dependerá solo de la tecnología ni del capital. Dependerá de la calidad de los liderazgos. Y esos liderazgos necesitarán más que nunca de la mística: esa fuerza invisible que inspira, da sentido y transforma realidades. Allí, el sello femenino no es un accesorio ni una cuota: es una ventaja estratégica capaz de encender la chispa que convierte las metas en un futuro compartido.
Women in Connection