El 12 de septiembre del año 490 a.C. el mensajero Filípides recorrió los cerca de 42 kilómetros que separan Maratón de Atenas para anunciar la victoria griega frente al ejército persa. Según Heródoto; nada más pronunciar ‘nenikékamen («hemos vencido»), Filípides murió a causa del … cansancio extremo. Este recorrido, que le costó la vida, dio origen siglos después a una de las pruebas deportivas más prestigiosas. En 2022, 2.500 años después de la batalla, Andrea Marcolongo (Italia, 1987) emprendió un doble maratón: recorrer los más de 40 kilómetros entre Maratón y Atenas y escribir ‘El arte de correr. De Maratón a Atenas, con alas en los pies’ (Taurus), que se publica ahora en España. En este libro, la autora narra su experiencia física y personal antes y durante la carrera, entablando un diálogo con los textos clásicos y reflexionando sobre el mundo actual.
—¿Cómo nació este libro?
—Nunca quise correr ni hacer kilómetros; sin embargo empecé, no sé por qué, a correr unos minutos al día hace cinco años. Cuando me di cuenta que había algo más importante en juego, que no era solamente ejercicio físico, sino que había algo intelectual en ello, mi acto reflejo fue ir a ver lo que los clásicos decían sobre el deporte, porque no me podría creer que fuera solamente algo relacionado con los músculos o el bienestar, como pensamos hoy en día. Así, descubrí que para los griegos el deporte era una práctica más intelectual que física. Decidí después de unos años escribir un libro sobre el hecho de correr, del ‘running’ y sobre correr un maratón.
—¿Cómo fue la experiencia de escribirlo?
—Escribir un libro es siempre una maratón, ya se trate de un libro de recetas o de un libro que necesita preparación, disciplina. Me interesa mucho el tema de la disciplina; esta capacidad del ser humano de controlarse a sí mismo para conseguir algo importante. Hoy en día vivimos una época donde todo es fácil, rápido, rapidísimo. Escribir un libro sobre un maratón corriendo un maratón es un doble maratón.
—¿ Los lectores encontrarán una guía para prepararse para un maratón?
—No, no van a encontrar consejos para correr un maratón. Al final este libro nació de una necesidad que yo tenía muy fuerte. Hoy en día el deporte es casi siempre una cuestión de ejercicio físico, de bienestar, de forma física, y no tiene nada de intelectual, de filosófico. Si hubiera sido solamente un tema de bienestar, nunca habría escrito un libro, porque no cuento a los lectores lo que hago en mi vida para estar bien.
—¿Entonces?
—Creo que es un libro que no aporta nada nuevo a los deportistas más o menos profesionales, pero es interesante para la gente como yo, que nunca ha tenido ambiciones deportivas. Yo siempre había estudiado la filosofía sentada, y seguiría así tranquilamente, nunca había pensado en ponerme a correr kilómetros y kilómetros. Fue una especie de escuela, un esfuerzo para reconciliar la parte espiritual, el componente intelectual del deporte tal y como lo entendemos hoy en día. Los griegos y otros pueblos menos antiguos sabían que el cuerpo está hecho para moverse, que el movimiento es también ejercicio intelectual.
—En el libro reflexiona sobre muchos temas, tanto a nivel personal como social. ¿Qué le marcó más?
—Lo primero de todo fue el descubrimiento del cuerpo como herramienta de conocimiento individual, pero también de conocimiento intelectual. Yo nunca había imaginado que el saber pasaba por el cuerpo, no podía imaginarme que el cuerpo también es un instrumento muy poderoso, muy potente para entender mejor las cosas de la vida. Esto para mí fue una revelación y la idea de escribir el libro nace realmente con este descubrimiento. Es también un asunto muy griego: Platón decía que los niños tienen que estudiar filosofía y hacer deporte. Yo siempre había hecho la parte del estudio filosófico y nunca había hecho deporte.
—También reflexiona sobre su experiencia como mujer enfrentando ese desafío.
—Sí, porque tengo un cuerpo y es un cuerpo femenino. No es lo mismo la concepción del cuerpo femenino, la mirada del cuerpo femenino. Para una mujer correr en la calle no es la misma cosa que para un hombre. Gracias a los Juegos Olímpicos del año pasado se empezó a hablar un poco más del cuerpo femenino como un cuerpo maternal, pero también un cuerpo vivo, un cuerpo que puede moverse, que quiere moverse, que quiere también medirse en una competición deportiva.
—Correr era una cuestión de vida o muerte en la Antigüedad. ¿Cómo fue la experiencia para usted?
—Es un tema muy antiguo; la vida o la muerte. Nunca me había sentido tan mortal. Mi cuerpo está hecho de células que van a morir un día y al mismo tiempo es tan inmortal: mi corazón batiendo al máximo me dice «estoy aquí, estoy viva». Es algo que muchas veces se nos olvida.
—¿Le preocupa el paso del tiempo?
—El tiempo es mi obsesión desde que era pequeña; hay algo que se me escapa porque a veces se hace muy largo, a veces demasiado corto, pero es siempre lo mismo, la naturaleza misma del tiempo, cómo nos afecta, el resultado del tiempo sobre nosotros, esa percepción individual. Al final el tiempo tiene una percepción siempre individual. Esta hora me ha parecido infinita pero siempre son sesenta minutos. Correr me ha obligado a estar en el tiempo.
—En un maratón, pocos ganan, pero muchos se sienten ganadores. ¿Qué significado tiene entonces la victoria?
—El tema de la ‘victoria en la derrota’ también es curioso. Las carreras son el único deporte, creo, donde no hay ganadores. Sí hay ganadores, pero no son ganadores como nosotros. Donde en la misma competición, al final, corre el campeón y yo, la última de la clase. Esto también es muy curioso, porque mi competición no es como la suya. Él es un verdadero deportista y espera ganar, y su victoria es una victoria de verdad –y su derrota una derrota de verdad–. En la mía el árbitro soy yo. Existe un monólogo muy contemporáneo, en el que cada uno fija su nivel donde quiere.
—¿En qué se piensa mientras se corre?
—Es llamativo, sobre todo, lo que se hace con el tiempo mientras se corre, porque la carrera es un deporte bastante aburrido, no es como el tenis, o el fútbol o no sé. No hay nada que hacer, los pies se mueven solos, no hay que pensar, reflexionar sobre cómo hay que marchar, así que hay que hacer algo durante ese tiempo; hay quien escucha música, quien canta. Hay que pensar en algo, aunque sean pensamientos muy banales. Murakami cuenta que preparaba sus clases de la Universidad de New York corriendo.
—¿Cómo ha cambiado correr en la actualidad?
—Hoy en día las carreras se han convertido en un fenómeno de masas, hay millones de corredores que corren en todo el mundo, que se compran billetes de avión para correr los maratones más raros. Pero en épocas no tan lejanas como la Grecia antigua los peregrinos, los místicos o el Camino de Santiago, tenían una motivación espiritual, una conexión con algo más grande que nosotros.
—¿Qué se necesita para salir a correr?
—Justo hace un par de días leía un estudio sobre la vuelta a la disciplina. Para quien nunca lee, el ejercicio de leer tres páginas es muy difícil, concentrarse durante tres páginas. Eso se aprende con un entrenamiento: tres páginas hoy, cuatro mañana. Se necesita la misma disciplina que necesité yo cuando empecé a correr. Empecé corriendo un minuto y andando otro; una semana después, corría dos minutos; y dos años después el maratón.
—¿Cómo fue correr el maratón de Atenas?
—Mi maratón fue un maratón muy peculiar porque fue 2022, así que había todavía restricciones por la pandemia. Las salidas estaban muy fraccionadas para evitar que todos los corredores salieran al mismo tiempo, así que la imagen fue menos fuerte de lo que es habitualmente.
—¿Cuál es la primera imagen que recuerda cuando llegó al punto de salida?
—A mí lo que más me impresionó fue el amanecer, porque yo decidí pasar la noche en Maratón y no en Atenas. El amanecer es como el cuerpo, es algo que no ha cambiado. Este libro también nació de una idea muy banal de que todo ha cambiado; la tecnología ha evolucionado; las formas políticas; la ciencia, pero el cuerpo humano hoy en día es el mismo cuerpo humano de los griegos en época de Platón, de Alejandro Magno.
—¿Algún otro recuerdo?
—En Grecia los elementos naturales siguen siendo los mismos: el amanecer de este día de noviembre es idéntico al amanecer de un mes de noviembre de hace 2500 años. Una vez hice un paseo por Atenas con un arqueólogo y, efectivamente, los olores de las plantas, de las flores son los mismos, no han cambiado. Y esto, en mi opinión, es una certidumbre, una manera de viajar atrás en el tiempo.