Yen un campo pequeño reapareció el mejor Barça de Hansi Flick, el que deslumbra, el que le encanta vapulear al contrario y el que mantiene su portería a cero. No tenía la menor duda de que en el Johan Cruyff, el Barça, sin Lamine Yamal, iba a tener una gran actuación. Johan Cruyff es un nombre bendito para el barcelonismo. Es un nombre que siempre atrae a la buena suerte, da esperanza, es sinónimo de victoria. Siempre ha sido así. Fue mágico como futbolista y también como entrenador. Cualquier adversario debe sentir respeto cuando oye o lee este nombre. El Valencia siempre lo recordará. Juega por primera vez en él y recibe una notable goleada. Eso no se olvida.
Pero más allá del terreno de juego, lo que entusiasma es volver a ver el Barça en la línea que tuvo la pasada temporada, en la que conquistó LaLiga, la Copa y la Supercopa. Es un equipo potente, arrollador, que impone miedo.
Oír a su entrenador decir que los titulares estuvieron fenomenales, y que los que entraron también confirma que todo el vestuario está puesto en lo que tiene que estar. La bronca de los egos era necesaria. Hizo bien el técnico alemán en alertar a algunos jugadores del peligro que corrían. Es buena la competencia, pero especialmente cuando se hace con el contrario, no internamente.
Jugar bien y golear antes de afrontar el debut en la Champions League en Newcastle era necesario. Despejar dudas entre los jugadores era obligado. Y el buen hacer del equipo es imprescindible para seguir tapando las mentiras de la directiva.