Las apps son productos atractivos, muy intuitivos, que prometen facilitarnos la vida. Se presentan como juegos o herramientas para sustituir las de asimilación más lenta. Acaban siendo imprescindibles porque perdemos capacidades, por ejemplo de aprendizaje. Leo que la mayoría de estudiantes de entre 18 y 28 años utiliza la IA generativa para obtener respuestas. Además, una tercera parte escucha los audios a una velocidad de reproducción superior a la que fueron grabados. Lo que les interesa es la habilidad para conseguir resultados cuanto antes, y no el conocimiento adquirido mientras tanto.
Es normal; se les ha enfocado hacia la optimización. Los planes de estudios van prescindiendo de las humanidades y de lo que no sea productivo a corto plazo. Se simplifica la evaluación y se dan situaciones absurdas, como la del profesor que redacta la calificación de sus alumnos sirviéndose de la IA, y los padres recurren a la IA pidiendo un resumen. Fuera del ámbito docente se da también una hipertrofia capitalista por la que se presentan aludes de proyectos hechos gracias a la velocidad que brinda la IA, en tal cantidad que, a su vez, requieren una selección hecha por IA.
Los planes de estudios van prescindiendo de lo que no sea productivo a corto plazo
La entrenamos para simplificar el trabajo, pero su facilidad de uso no quita que haya que aprender a manejarla. Los nativos digitales parecen más preparados. Sin embargo, quienes sabemos cosas de memoria, encontrar información en una biblioteca y hacer cuentas a mano o de cabeza tenemos más recursos, conocemos las limitaciones y la idoneidad de cada uno. Desarrollamos curiosidad, las ganas de aprender y de entender. Eso es lo que deberíamos ser capaces de transmitir.
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De los chats de IA, el que me cae mejor es DeepSeek. No me interesan sus respuestas, sino analizar por qué responde eso. Le pregunto cuánto puede costar el alquiler del piso donde viví hace unos años. Me da la enhorabuena porque voy a forrarme, y detalla cómo. Es significativo que dé por supuesto que soy propietaria. Le aclaro que soy inquilina. Entonces dice, palabras textuales: “Los números no salen. Para un barcelonés medio con un salario medio, este piso es, lamentablemente, una aspiración inalcanzable si quiere vivir solo y sin un esfuerzo económico que lo llevaría a la pobreza energética y a no poder afrontar otros gastos básicos”.