Sevilla al día
Estambul, además de puente entre Europa y Asia, es la nueva Jerusalén de los calvos. La tierra prometida
17/09/2025
Actualizado a las 22:54h.
El coro de plañideras ya está agitando el pañuelo. En Sevilla tenemos la admirable habilidad de buscar al demonio detrás de las buenas noticias. La nueva moda hispalense es la tirria al guiri. Más allá de los efectos nocivos de los pisos turísticos y la … progresiva pérdida de identidad de los bares y comercios tradicionales, a los sevillanos se nos olvida que, no sólo es el primer motor económico de la ciudad, sino que todos somos turistas en algún momento. Que nos trabajamos muy habitualmente el trolley por los adoquines romanos y que, como ellos aquí con la Giralda, nosotros nos hacemos selfies con la Torre Eiffel y el Empire State. Es cuanto menos curioso observar que, como un reloj suizo, al anunciar una nueva conexión aérea, saltan hordas de indignados turismofóbicos lamentándose de la invasión sin reparar en que esos vuelos los acabamos utilizando nosotros. Sí, los que tenemos pedigrí de aquí.
Ayer llegó a San Pablo el primer avión de Turkish Airlines procedente del aeropuerto internacional de Estambul. Ya hay quien está augurando que acabaremos aún más repletos de kebabs, o convertidos en un bazar de lámparas de aceite y alfombras persas. Las priostías se frotan las manos y hay quien está buscando la escala con Islamabad para recoger el manto bordado en Pakilistán. No todo es malo: un poco de eficiencia otomana en nuestras obras públicas nos viene de lujo, y un jeque que acabe la línea 3 del metro y la SE-40 con petrodólares, mordidas incluidas. Porque la conexión con Estambul es la nueva Ruta de la Seda. Desde Sevilla se llega ya a uno de los principales hubs aéreos del planeta, un escaparate de 200 destinos. Esto no sólo es turismo, es negocio y riqueza en un mercado cada vez más pujante.
Pero el premio gordo, el de verdad, el que le interesa a la gente, es que ese avión nos lleva directamente a la Meca de los injertos capilares. Porque Estambul, además de puente entre Europa y Asia, es la nueva Jerusalén de los calvos. La tierra prometida. El lugar adonde se llega con gorra y se vuelve con turbante. Yo, que observo alrededor y me siento afortunado (de momento), empiezo también a mirarlo con cierto interés. Cada mañana el espejo me recuerda que se ha iniciado una cuenta atrás, quizás imparable, que empieza por la frente hasta quién sabe dónde. Mientras, me fijo en coronillas ajenas en proceso de despoblación y veo el gran regalo de Reyes. Un discreto billete al Bósforo es el gran anhelo hacia la autoestima y la esperanza a través de la recién estrenada ruta del folículo.
Estambul es, además, la nueva fantasía del bético. Aquel que peregrinó a Breslavia y aún está pagando el chárter o el enlace a través de Londres, tiene el 20 de mayo del año que viene una revancha con su propia historia. La final de la UEFA es allí. Al menos, si no hay plata, uno puede tocar pelo.
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