He vuelto a Málaga, la ciudad más ligera de todas las que conozco; casi todas estas flores han hecho de extras en los poemas de Manuel Alcántara. Lo busco entre los reflejos del agua de las fuentes, en aquel restaurante en el que le … gustaba comer la sopa de fideos, en el horizonte de Los Baños del Carmen que está dibujado para que se besen los novios, y me pregunto qué diría el maestro de lo que le pasa a mi Españita majarona. Pero no lo sabemos porque ya no está y porque la muerte te ahorra una cantidad de disgustos.
Regreso al Pimpi, al Pimpi Florida, al del Palo, no al otro, uno de los mejores bares de este planeta. Por la tarde, me vi detenido ante una pizarra de una de esas cafeterías de moda en la que se ofrecían desayunos veganos, smoothies bio, raw cakes -que no sé ni lo que es-, bowls con semillas y otras tipologías de basura y me resultaron tan ofensivas, de haber tenido a mano dinamita, habría hecho saltar el local por los aires. En ese momento, me dije que era más que hora de volver al bar, con lo que antes de que anocheciera ya estaba montado en un taxi y esperando en la puerta con una lata de la cerveza de la china de enfrente a que abrieran religiosamente a las ocho y media.
El Pimpi es un bar en el que todo ocurre de manera nativa, evidente, espontánea. Sucede que todo el mundo entra al mismo tiempo, que es cuando abre, así que por lo general, la gente se empeda a la vez y esto produce asombrosas sinergias entre el personal. De entrada, cabe observar la barra de metal, las fotos de folcóricas y de amigos, camisetas de baloncesto, gorras de policía, un chapiri y un artículo enmarcado de Jesusito Nieto Jurado, una institución allí. El bar, entero, es un desván de cosas unas encima de las otras y de gentes que indefectible y coreográficamente pillan un puntillo graciosete y divertido. Las cosas pasan en un orden ritual. Primero, Pabliyo y Jose -probablemente el camarero más guapo de España-, toman nota de la bebida y caen unos cacahuetes nevados de sal que catapultan a uno directo a la tercera cerveza, y aún no hemos empezado a comer. De ahí, en adelante, por el hueco minúsculo que da a la cocina salen las patas de cangrejo, las empanadas, los carabineros, gambones y ayer no quedaba concha fina.
Por el hueco minúsculo que da a la cocina salen las patas de cangrejo, las empanadas, los carabineros o gambones
Como la selección musical es gloria bendita, llegado el momento el personal canta al alto la lleva y baila, etc, en una conjunción de gentes distintas en el mismo estado de ánimo de exaltación de la vida que se produce cada noche de la misma forma entre Nino Bravo y Marifé, y no me pregunten por qué. Hay un ingeniero de montes con la chavala, dos o tres expresidiarios, un demóscopo madridista, las puretas del fondo y dos macizas. Se aprietan por fuerza en la geografía del bar, que es larga y estrecha como el pasillo de una pirámide de Giza y provoca el roce que como todo el mundo sabe, hace el cariño. Así, entrada la noche por la cortesía y el paso de las bebidas a los de atrás, uno lo mismo termina con una resaca monumental que de novio de una moza a la que cedió una banqueta, pues lo cortés no quita lo caliente.