Tras el asesinato de Charlie Kirk, el congresista republicano Van Orden, representante de Wisconsin, afirmó que “la izquierda y sus políticas están llevando a Estados Unidos a una guerra civil”. Elon Musk, por su parte, dijo en su red que “la izquierda es el partido del crimen” y “nuestra elección es luchar o morir”. Trump amenazó con “desencadenar el infierno contra la izquierda radical”. En el Congreso, varios republicanos amenazaron e insultaron a los demócratas. En los dos días siguientes a la muerte de Kirk el término guerra civil apareció en millones de mensajes en las redes.
Llueven las alarmas de bomba sobre universidades, instituciones afroamericanas y escuelas. Se multiplican las amenazas de muerte contra la congresista de izquierda Alexandria Ocasio-Cortez, contra el candidato a la alcaldía de Nueva York Zohran Mamdani y otros destacados progresistas. La viuda de Kirk llamó a continuar el movimiento y predijo a los progresistas que irán al exilio o a la cárcel.
La sangre llama a la sangre, sobre todo si desde los políticos que ocupan el poder no se pide calma y moderación, sino venganza, obviando las agresiones a demócratas. La polarización ideológica, amplificada por las redes sociales fuera de control y la desconfianza en las instituciones, alimenta una espiral de violencia en un país armado.
A mucha gente le vino a la mente la película Guerra civil, de Alex Garland, estrenada en marzo del 2024, con éxito de crítica, aunque poco distribuida por los estudios. En esa trama, California y Texas lideran una insurrección contra un presidente autoritario, que habla como Trump, a quien al final acaban matando los sublevados al tomar la Casa Blanca.
La polarización ideológica alimenta una espiral de violencia en un país armado
Nada de esto es probable, aunque sí es un síntoma del ambiente existente en Estados Unidos en los últimos tiempos. Para que haya guerra civil tienen que dividirse las fuerzas armadas y esto no va a suceder, porque la mayoría de los militares son constitucionales y además no quieren matarse entre ellos. Pero el clima de guerra civil se extiende en la población, con llamadas de los medios conservadores e incluso del Departamento de Estado a delatar a quienes aprueben la muerte de Kirk. Más de 20.000 denuncias se produjeron en los primeros días. Con consecuencias directas: despidos en las empresas y en la Administración, en las escuelas y universidades, investigaciones policiacas, censura de las redes sociales y de los medios de comunicación sin autorización judicial, expedientes disciplinarios en las universidades.
Trump ha ordenado que se haga un rastreo internacional de las redes para detectar a quienes hayan expresado comprensión por Tyler Robinson (el presunto asesino) en cualquier lugar del mundo. De modo que se compile una lista de miles de nombres para prohibirles la entrada al país. Además, quiere intensificar el despliegue de la Guardia Nacional en las ciudades (ahora les toca a Chicago, Memphis, Nueva Orleans) y las redadas contra los inmigrantes.
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Lo que era una deriva hacia la extrema derecha, con la Administración de Trump se está convirtiendo en una persecución ideológica y política utilizando todos los resortes del poder. Y ay de quien se atreva a resistir en los campus y las calles. Es lo que está esperando Trump para implantar un estado de emergencia con limitaciones severas de las libertades y arrestos indiscriminados. Contando con que en la cumbre judicial la mayoría del Tribunal Supremo suele fallar en favor de Trump, que fue quien los nombró. Mientras que los jueces que se atreven a desafiarlo son sometidos a presiones del Departamento de Justicia y a intimidación de los fanáticos trumpistas, que ahora que tienen un mártir (por cierto, una buena persona, aunque con ideas extremistas de derecha), se sienten legitimados para cualquier violencia.
No habrá guerra civil. Pero ya ha empezado una represión generalizada como si la hubiera habido.