«Nos encontramos ahora mismo en la época más peligrosa de la historia de nuestra especie». Así comienza ‘Un mundo sin guerra’ (2025, Nola Editores), la obra del pensador y escritor indio Sundeep Waslekar, quien, a través de diversos temas como las crisis diplomáticas … o las armas nucleares, nos advierte de estar «al borde de un agujero negro».
Sin embargo, desde la perspectiva optimista del autor, puede haber una solución: el contrato social global. Esta teoría, una versión modernizada del ‘Contrato Social’, de Jean-Jacques Rousseau, explica cómo podemos reemplazar la lógica de la confrontación por la cooperación, y así poder demostrar que la guerra puede ser evitable.
Waslekar atiende a ABC desde el vestíbulo del hotel en el que se hospeda durante su visita a Madrid con motivo de la presentación de su libro, editado en español.
–Dado el auge actual del extremismo y su inclinación hacia los conflictos bélicos, ¿cree que es posible que los individuos sientan lealtad hacia la humanidad antes que hacia su propio Estado?
–A lo largo de la historia, el mundo ha atravesado diferentes fases. Actualmente, estamos pasando por un periodo que yo denominaría «extremismo competitivo». Por un lado, tenemos un ultranacionalismo que va acompañado de un militarismo extremo y que también va unido a políticas de extrema derecha. Y vemos el auge de estas fuerzas nacionalistas y militaristas en muchos países. Cuando la gente se dé cuenta de que el extremismo no está dando resultados, lo que podría llevar varios años, empezará a buscar otras formas de pensar, y será entonces cuando la idea del contrato social global cobrará relevancia.
–¿Qué cree que es necesario para que se llegue a un desarme nuclear total?
–Hay dos tipos de guerras en el mundo. Una es la guerra que se libra con armas, ya sean nucleares o convencionales. Pero hay otra guerra más importante, ya que los recursos que se utilizan son más poderosos. Se trata de la guerra del relato. Es decir, es la guerra para romper y controlar la mente de las personas, convenciendo a la gente para que se convierta en extremista o ultranacionalista y apoye la carrera armamentística y al ejército. Por lo tanto, si queremos poner fin al primer tipo de guerra, la guerra librada con armas, tenemos que poner fin al segundo tipo de guerra y eso se podrá hacer si la gente ‘despierta’ y presiona a los Estados.
–En su libro también menciona que en las guerras se está implementando la inteligencia artificial como una herramienta tecnológica militar. ¿Qué límites tiene?
–La inteligencia artificial plantea varios tipos de riesgos graves. Pero, antes de hablar de los riesgos, debo reconocer que también puede aportar muchos beneficios a la humanidad. No obstante, acarrea tres grandes problemas. El primero se basa en que algunos modelos de IA, como el O3 de OpenAI, han ayudado a terroristas a producir armas biológicas y químicas. Esto no lo digo yo, lo admite la propia empresa que creó el modelo, OpenAI –la entidad lo reconoció en junio, según lo recoge el portal estadounidense ‘Axios’–. El segundo sería crear una guerra nuclear por error. Hoy en día, el lanzamiento de armas nucleares aún depende de los humanos. Pero las decisiones se basan en sistemas de alerta temprana, controlados en gran parte por IA. Si comete un error, podría iniciarse una guerra nuclear por accidente. Y, en tercer lugar, la falta de control humano: en los próximos cuatro o cinco años podrían surgir modelos de IA que estén fuera del control humano. Una vez liberados, podrían hacer cualquier cosa sin supervisión ni contención.
–¿Predominan los riesgos sobre los beneficios?
–Ambos son enormes, pero no sabría hacer una comparación. Son muchas las personas que están trabajando para reducir los riesgos. Si logramos un acuerdo global sobre qué tipo de IA permitir, todavía estaríamos a tiempo de evitar los peores escenarios.
–En base a la neutralidad de algunos países, usted menciona en el libro que se ha perdido ¿Cree que es posible crear nuevos espacios de neutralidad?
Una de las tragedias de la última década es que los espacios neutrales están desapareciendo. Suiza, históricamente neutral, está adoptando una postura más militarizada, acercándose a la OTAN, lo que molesta a muchos ciudadanos suizos. Sin embargo, debemos redefinir lo que significa neutralidad. Antes, ser neutral era no pertenecer a bloques militares. Pero ahora, incluso estando en la OTAN, un país podría mantener posturas independientes basadas en principios éticos. Por otro lado, la ONU necesita una reforma profunda. No basta con ampliar el Consejo de Seguridad. Se necesita un Consejo de Neutralidad, formado por estados y personas independientes, sin intereses de grandes potencias. Este consejo se encargaría de gestionar la paz, a diferencia del Consejo de Seguridad, que a menudo gestiona mal los conflictos por los intereses enfrentados de sus miembros permanentes.
–Dada la tensión bélica y la gestión de los ministros de Exteriores, ¿cree que se está dando una pérdida de la soberanía?
–Hoy, muchos jefes de Estado y cancilleres están tomando un rol más activo en la diplomacia, lo cual no refleja una pérdida de soberanía, sino un cambio en cómo se gestionan las relaciones internacionales. El problema real es que las respuestas a problemas globales siguen siendo nacionales. Las amenazas como las pandemias, el cambio climático o las guerras nucleares afectan a toda la humanidad, pero las soluciones siguen viniendo desde los intereses nacionales. Este es el mayor fallo del sistema internacional actual: ante problemas globales, solo hay respuestas nacionales. Para llegar a una solución, necesitamos un nuevo contrato social global, con nuevas instituciones universales, como un Consejo de Neutralidad o un Consejo de Respuesta a Crisis Civilizacionales. Hoy, todos los nombramientos en la ONU se hacen por nominación nacional. Esto debe cambiar. Necesitamos representantes de la humanidad, no de los países.