Bilbo Bolsón avanzaba con pasos cortos, la mirada fija en el horizonte y la fatiga acumulada en cada tramo de su marcha. El peso de su mochila marcaba la cadencia de sus movimientos, una imagen constante en el viaje que emprendió junto a los enanos. El cansancio físico generaba una sensación de eternidad en trayectos que parecían multiplicarse. Esa persistencia en caminar sin descanso es uno de los rasgos que define la travesía narrada en El Hobbit.
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El intento por calcular cuántos kilómetros recorrió la compañía ha dado pie a estimaciones diversas que van más allá del simple entretenimiento. El divulgador José Sarries difundió en TikTok una de las aproximaciones más conocidas, donde detalló que, sin interrupciones, la distancia entre la Comarca y la Montaña Solitaria se cubriría en 13 días y 17 horas. El relato literario, en cambio, extendió esa marcha a medio año, con un total estimado de 1.582 kilómetros.
Los cálculos modernos transforman la ruta en una distancia comparable a viajes europeos
Esa cifra global procede de análisis filológicos y cartográficos que han revisado las descripciones del texto y las han contrastado con mapas diseñados por lectores y expertos. Estas reconstrucciones sitúan el recorrido en un rango equiparable a un trayecto real en Europa.
Tal y como se explica en los cálculos populares, caminar de la Comarca hasta la Montaña Solitaria equivaldría a ir desde Madrid a Roma o a Ámsterdam, una comparación que pone en perspectiva la magnitud de aquel viaje.
El trayecto incluyó una primera etapa de 640 kilómetros en 40 días, con un promedio de 16 kilómetros diarios. Para alguien habituado al confort hogareño, esa marca representaba un esfuerzo considerable. Sin embargo, el ritmo no se mantuvo constante. La expedición atravesó secuestros, emboscadas y estancias prolongadas en refugios como Rivendel. Todo ello redujo el avance a unos 10 kilómetros diarios en promedio.
El análisis segmentado del viaje revela episodios especialmente llamativos. En la última parte, la compañía afrontó 26 kilómetros de ascenso hacia la Montaña Solitaria. Ese tramo final se prolongó 172 días, una duración extraordinaria que refleja tanto las dificultades del terreno como el desgaste acumulado. La cifra, recogida en reconstrucciones actuales, muestra cómo la progresión física se vio condicionada por los obstáculos narrativos.
Tolkien priorizó los personajes frente a los números al construir su mundo literario
Tolkien nunca ofreció un número exacto para medir la distancia recorrida. Cuando publicó El Hobbit en 1937, su interés se centraba en los personajes y las hazañas, no en los cálculos geográficos. Más adelante, al escribir El Señor de los Anillos, corrigió detalles para dar coherencia al conjunto de su mitología, pero nunca estableció una cifra definitiva sobre la ruta de Bilbo.
La falta de datos concretos ha mantenido vivo un debate entre lectores y académicos durante décadas. Esa indefinición explica el atractivo de reconstrucciones como la de José Sarries, que aportan una base numérica a un relato concebido desde la imaginación y no desde la cartografía. Según sus cálculos, el contraste entre los 13 días de marcha continua y los 6 meses que duró la historia marca la diferencia entre lo hipotético y lo narrado por el escritor.
Más allá de las cifras, las pausas y complicaciones fueron el verdadero motor de la aventura. Bilbo y los enanos afrontaron trasgos, cautiverios a manos de elfos y enfrentamientos diversos. En cada etapa, las jornadas de marcha se combinaron con periodos de reposo o espera que alteraban el cálculo de kilómetros recorridos. Este detalle explica por qué la duración del viaje resultó tan extensa en comparación con la distancia.
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De esta manera, la travesía de Bilbo ha quedado como una gesta literaria donde los números adquieren un papel complementario. El cálculo de 1.582 kilómetros ayuda a dimensionar el recorrido, pero el relato de Tolkien se sostiene en las experiencias que marcaron a sus personajes. Convertido en mito moderno y trasladado después al cine por Peter Jackson en una trilogía, aquel viaje conserva su condición de hazaña física y narrativa, incluso si hoy lo medimos en kilómetros y días.