Salían de Pokrovsk cuando fueron atacados: una fuerte explosión, un destello y un golpe seco en el hombro. Eddy gritaba de dolor. Temió que hubiese otro ataque, había que salir rápido de allí. Así que arrancó de nuevo y giró el volante, y entonces … sintió cómo se movía su hombro izquierdo pero la mano izquierda, agarrada al volante, no se movía: «Pensé ‘Vale, tengo el brazo jodido, no mires el brazo’. Y miré la pierna izquierda y estaba destrozada, había sangre por todas partes». Continúa: «Enseguida Pylyp me hace dos torniquetes, frena la hemorragia y me salva la vida». Seis meses después, Eddy está ahora en la otra punta de Ucrania, haciendo rehabilitación en Superhumans, un centro médico especializado en pacientes amputados.
El pasado 30 de enero, Eddy Scott y Pylyp Rozhdestvenskyi estaban evacuando civiles de Pokrovsk. Llevaban un hombre y una mujer y el día transcurría de forma anodina (anodina para los estándares del Donbass): «Íbamos con una furgoneta blanca, bien rotulada. No llevábamos armas, llevábamos los chalecos, siempre evitábamos las zonas de alcance de artillería en la medida de lo posible. Íbamos por una parte lenta de la carretera y nos atacaron con un dron. Eso es un crimen de guerra. No es un error, fue deliberado, era imposible que nos confundieran con soldados. Es un crimen de guerra». Tres minutos después del impacto, llegó un vehículo militar: «Me subieron detrás y lo primero que miré es si todavía tenía los genitales, y sí que estaban. Estoy vivo, soy diestro, puedo conducir un coche automático, tengo los huevos en su sitio… aún salí bien parado».
Las dos personas que estaban evacuando sufrieron solo heridas leves de metralla. Al hombre lo pusieron a su lado: «Estuvo cuidándome. Rezaba». El brazo arrancado se lo colocaron encima del pecho y se balanceaba con cada bache. Luego lo pasaron a una ambulancia y se lo llevaron al hospital de Dobropillya: «Me estaba muriendo. En el hospital me transfundieron seis litros de sangre. Si hubiera tardado un poco más en llegar, estaría muerto». Allí entró a quirófano por primera vez: «El brazo ya no estaba, y la pierna lucharon por salvarla pero estaba destrozada». Pasó también por los hospitales de Dnipro y de Kiev: «Me operaban cada dos o tres días, no sé cuántas veces en total, mínimo quince». La R.T. Weatherman Foundation, de Estados Unidos, pagó los gastos hospitalarios. Un mes y medio después del ataque, llegó al Superhumans Center.
Abandonado por su país
Eddy Scott es de Dorset, al sur de Inglaterra, y tiene 28 años. Cuando sufrió el ataque, la Embajada británica en Ucrania se desentendió: «Miraron para otro lado, dijeron que no se involucraban porque había una recomendación de no viajar a Ucrania». Pero su caso llegó a los medios del Reino Unido y entonces políticos e instituciones le ofrecieron llevarlo a casa: «Les dije que no quería la ayuda del Gobierno. Ucrania es mi casa, no volveré a Inglaterra. Si las cosas hubieran ido de otro modo, igualmente habría declinado la oferta. Pero habría estado bien tener su apoyo, que no me hubieran abandonado… que es como me sentí».
Medicina prostética
«He tenido mejor tratamiento en Ucrania del que habría tenido en Reino Unido»
«Hemos buscado las imágenes del ataque, las que graba el dron, y no las hemos encontrado», dice Eddy. Cree que el soldado ruso que lo pilotaba ha fallecido. «Normalmente lo publican todo porque están orgullosos. Unos amigos que trabajan en la zona me dijeron que, cuando fui atacado, detectaron una señal y bombardearon la posición». ¿Cómo te hace sentir pensar que está muerto? «Le odio. Odio a los rusos. Creo que está justificado después de lo que pasó», se ríe y añade: «No cambia nada: nunca lo habría conocido. Ni me ayudaría a cerrar nada, ni recuperaría la pierna».
Eddy estaba en el Caribe cuando estalló la guerra: era marinero y trabajaba en embarcaciones de lujo desde hacía una década. Decidió venir a Ucrania. Primero pensó en tomar las armas, pero lo descartó rápido y pensó que vendría como voluntario en tareas humanitarias. En otoño de 2022, compró una ‘pick-up’ y condujo tres días desde Inglaterra a Ucrania. Y aquí ha hecho de todo: repartió alimentos y medicinas, llevó cisternas de agua, reparó tejados y carreteras e hizo algunas evacuaciones de civiles. En diciembre de 2024, empezó a hacerlas regularmente con la organización Basa UA, a veces muy cerca de las líneas rusas. Alguna vez las bombas cayeron cerca.
Una pierna de 100.000 euros
Ahora, en Superhumans, acaba de cocinar una tarta de manzana en una actividad de terapia ocupacional; luego tiene rehabilitación física. Tiene una pierna prostética de 100.000 euros. Al ser extranjero, su caso ha tenido más alcance mediático y, por tanto, más donaciones. Aún no tiene el brazo, esto será en la última fase de la rehabilitación. Por suerte, y por desgracia, Ucrania es la vanguardia en medicina prostética: «He tenido un mejor tratamiento aquí de lo que habría tenido en Reino Unido, no hay nada así allí», dice Eddy Scott. «Estoy rodeado de veteranos de guerra, de gente que está pasando por lo mismo que yo». En la entrada y en el gimnasio y en todas partes, hay gente sin una pierna o sin las dos, otros sin brazos o solo con uno, y luego todas las combinaciones posibles de amputaciones de miembros. A algunos les han salvado un trozo de extremidad mayor que a otros, los hay con y sin prótesis, y hay alguno también con la cara salpicada de metralla.
Cuando acabe la rehabilitación, a finales de verano, Scott se incorporará al departamento de relaciones internacionales de Superhumans. Cuando tenga el brazo. Antes de irse al gimnasio, va al fregadero y, mientras lava su taza, dice que puede hacer todo lo que hacía antes, solo que ahora va más lento: «Es un reto, y me gustan los retos. Es una experiencia interesante. No la recomiendo».