Que paguen los ricos. Sobre el papel suena bien, pero en Francia, país de dramas revolucionarios y debates infinitos, el concepto ha despertado una agria polémica.
El nuevo primer ministro, Sébastien Lecornu, necesita consolidar su mayoría parlamentaria y al mismo tiempo sanear las finanzas públicas. Una de las posibilidades es adoptar la llamada tasa Zucman, que toma el nombre del economista de la Universidad de Berkeley (EE.UU.) que la ha propuesto para incrementar la recaudación y hacer un guiño electoral a la izquierda, que defiende gravar a los que más tienen.
Para el economista Philippe Aghion, de esta manera se penaliza la innovación y las start-ups
Francia ya tuvo un impuesto al patrimonio entre los años 1989 y 2017, con un tipo impositivo progresivo de entre el 0,5% y el 1,5%, para la riqueza para las fortunas que superaran el umbral de 1,3 millones de euros. Esta figura tributaria fue criticada entonces por provocar fuga de capitales al extranjero. Finalmente fue sustituida por el presidente Emmanuel Macron en el 2018 por un impuesto –todavía en vigor– de las mismas características, pero limitado al patrimonio de bienes inmuebles, excluyendo así acciones y ahorro, con el objetivo de liberar capital productivo.
La idea de Zucman esta vez es distinta. Golpearía a todo el patrimonio, pero con un mínimo garantizado del 2% anual, y solo afectaría a aquellos contribuyentes que tuvieran más de 100 millones de euros. Las estimaciones del economista sostienen que se podrían recaudar hasta 25.000 millones al año. Una buena ayuda para las maltrechas finanzas públicas galas.
La llamada tasa Zucman pretende seducir a la izquierda y generar ingresos para reducir el déficit
El proyecto, que ya fue rechazado por el Senado en junio, divide a la sociedad. El célebre financiero Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo, dijo una vez que en proporción su secretaria pagaba más impuestos que él. También Gabriel Zucman estima que en EE. UU. o Francia, un multimillonario puede acabar pagando un tipo efectivo inferior al de una clase media asalariada. Y esto, porque a partir de cierto nivel (centenares de millones o miles de millones de patrimonio), la tasa fiscal efectiva cae.
Las rentas del capital (acciones, plusvalías, dividendos) se gravan menos que los sueldos, y además los ultrarricos pueden diferir o minimizar el pago mediante estructuras financieras y sociedades interpuestas. Zucman estima que los franceses pagan de media el 52% de sus ingresos en impuestos y cotizaciones sociales, incluidos todos los gravámenes. Sin embargo, para los milmillonarios, la tasa de impuestos obligatorios se reduce a alrededor del 26%. Es decir, la mitad.
El director de políticas del EU Tax Observatory, Quentin Parrinello, considera que los tiempos están maduros para introducir un gravamen a la riqueza. “Los que tienen más medios para pagar pagan menos que el resto de la población. No creemos que así haya riesgos de huida de capitales, entre otras cosas, hoy, con el intercambio automático de información y el declive de los paraísos fiscales, es mucho más difícil que hace años”. Parrinello niega que con este impuesto Francia pase a ser menos competitiva. “Las grandes fortunas han tenido una rentabilidad en promedio del 6%, solo se le pide devolver parte de ella a la sociedad. Y contribuir a que el país tenga buenos servicios públicos es lo que hace a una economía realmente atractiva”.
El país ya tuvo un impuesto de patrimonio, pero lo cambió por un tributo sobre la propiedad
Este experto subraya que la tasa Zucman no es comparable con el impuesto de patrimonio en sentido clásico. “Nos centramos en la parte alta de la pirámide de ingresos. Esta tasa afecta a 4.000 contribuyentes. Con umbrales más bajos de un millón, este número se multiplicaría por 100. Hemos aprendido la lección de otros países, donde el impuesto de patrimonio funciona bien para millonarios, pero no tan bien para los milmillonarios, que además no tienen problemas de liquidez. Lo importante es que no haya exenciones; para los más ricos, es más fácil reducir la base imponible”.
En el otro frente, medios franceses conservadores como Le Figar o tachan la mencionada tasa de “delirante”. Philippe Aghion, profesor de Economía en el Insead en la London School of Economics y considerado la mente económica de Macron, es muy crítico. “No es para nada una buena idea. Porque corre el riesgo de perjudicar la innovación. Es el caso de aquellas start-up que tienen poco cash flow . Se podría dar la paradoja de que los dueños se vean obligados a a vender sus activos o sus acciones para pagar los impuestos”, explica.
Segun el EU Tax Observatory, este gravamen apenas tendría externalidades
“Es una propuesta estúpida si Francia se queda sola en proponerla. Ese gravamen lo tienen muy pocos países, con lo que su implantación causará una huida de los profesionales o retrasará inversiones del extranjero. Yo estaba a favor del impuesto mínimo de sociedades de la OCDE, porque era global. Si realmente se quisiera tasar la riqueza, sería conveniente una iniciativa multilateral”, añade este experto.
Aghion recuerda que la tasación de los ultrarricos en otros países ha demostrado ser poco efectiva. Tanto en España como en Noruega (el caso de Suiza es un poco diferente), “el impuesto a la riqueza suele recaudar poco. Pretender solucionar el problema del déficit o de la deuda con esta figura tributaria simbólica no tiene sentido alguno. Además, los cálculos de Zucman son erróneos, como mucho se llegaría a recaudar 3.000 millones”.
Para Philippe Aghion, que defiende recortar gastos y reformar la administración pública, los que más tienen han de pagar más. “Pero hay que buscar alternativas, como penalizar la riqueza acumulada en lugar de la productiva: habría que pactar exenciones para empresas o profesionales que tengan menos de 10 años de actividad y puedan consolidar sus negocios”. Según él, “si Francia quiere solucionar sus problemas financieros, tiene que innovar más y trabajar más. Generar riqueza, en lugar de castigarla”.