«Fin». Con este escueto mensaje Cayetano Rivera Ordóñez, el torero que estudió cine antes de su incursión en los ruedos, ponía su ‘the end’ a su carrera taurina. Lo hizo en sus redes sociales después de salir a hombros en el coso … sevillano de Écija vestido con el mismo terno púrpura y plata con el que hizo su último paseíllo la Maestranza. Una joya inspirada en otra del Niño de la Palma, su bisabuelo, confeccionada en la sastrería Fermín y que mostró a ABC durante una entrevista en la que ya contó que su retirada estaba «cerca».
Precisamente este adiós coincide con el siglo de alternativa del Niño de la Palma (la tomó en Sevilla en 1925) y con las dos décadas de su debut en Ronda (marzo de 2005), la plaza que esta temporada se ha quedado sin toros. Decía Cayetano el pasado noviembre que «no todo ha sido bonito, pero durante este tiempo he intentado transmitir cualidades que mi profesión refleja como el valor, el esfuerzo, la disciplina, la solidaridad…»
Así anunció Cayetano su adiós anoche
No ha sido la despedida soñada después de no poder comparecer en escenarios como Santander y Málaga por una lesión en un tentadero, además del incidente con la policía en una hamburguesería que tantas horas televisivas acaparó. Y que ahora se culmina con esa puerta grande en Écija, acompañado a hombros por El Astigitano, y con Curro Díaz como compañero también de cartel en una corrida de Murube, con el clásico brindis a toda su cuadrilla.
El 20 de septiembre de 2025 se marca así como el final (de momento) de una histórica dinastía, la de la sangre Rivera y la Ordóñez, ese ‘último baile’ del que hablaba con emoción antes del arranque de temporada.
Respecto a si se sentía más Rivera u Ordóñez, decía en la entrevista abecedaria: «Intento ser fiel a Cayetano, ser fiel a mí mismo. Evidentemente, están ahí mis genes y mi dinastía, de la que me siento muy orgulloso. Los recuerdo todos los días e intento hacer honor a lo que ellos fueron. Pero siempre quise ser yo y por eso me anuncié Cayetano. Son un arma de doble filo: por un lado, el aficionado que ha visto a mi padre o a mi abuelo quiere verlos a ellos y cada uno es diferente; por otro lado, es una motivación. No puedo negar que voy a la plaza con un orgullo tremendo de saber de la dinastía de la que vengo y de lo que consiguieron cada uno de ellos, que eran genios dentro de sus estilos diferentes. Y sí, claro que me acuerdo. Cuando echo las rodillas en tierra, me acuerdo de mi padre, y con el empaque, de mi abuelo».
El hijo de Paquirri comentó también que, «por la tranquilidad de toda nuestra familia», no le gustaría que ni su hijo ni sus sobrinos fuesen toreros. «Yo espero y deseo que ojalá la dinastía termine conmigo. Es un mundo que quiero transmitir a mi hijo, que lo conozca y valore, que aprenda lo bueno y lo malo que tiene, pero no es un mundo que quiera para nadie que yo quiera», señalaba, sabedor de todos los valores y sinsabores del toreo, de su gloria y de su sangre. Y reconocía que ha visto «la mirada de la muerte en algún toro y he tenido que tirar la moneda». Un torero que ha hablado claro, valiente y sin medias tintas para defender la tauromaquia.