21/09/2025
Actualizado a las 21:55h.
Regresaba Morante cuarenta y ocho horas después de su bronca en Salamanca y las dehesas dejaron de ser verdes: una mágica paleta de colores barnizaba de torería y oro la tierra charra, la fructífera tierra donde habían criado los toros para la concurso de ganaderías. … Desplegó su capote Morante y las campanas de la catedral enmudecieron; su bronce guardó silencio ante el tañido sagrado que su gavilla de verónicas arrancaba. Toreaba Morante y la libreta de los mayorales se hizo pergamino: la clase de Corchero –dentro de su contado poder– quedó anotada por el de Garcigrande, tan bien lucido en sus tres encuentros con el peto de Ángel Rivas, tan bien tratado y, a la postre, vencedor de la concurso. Toreaba Morante y hechizó hasta a la famosa rana salmantina, incapaz de croar ante la sinfonía de unas telas que cantaban eternidades. Toreaba Morante y el Tormes se convirtió en espejo: detuvo su corriente para reflejar unos doblones rodilla en tierra cosidos con hilos de agua, de armónica naturalidad cuando el Genio se puso en pie. Toreaba Morante y el tiempo se deshizo en jirones en terrenos del 7: los relojes se rendían al compás de unos derechazos que abolían los siglos. Toreaba Morante y los turistas que abarrotaban la Plaza Mayor se destocaron mientras Corchero lo buscaba por el zurdo. Y Morante regresó a su verticalidad de estatua griega por el otro pitón hasta dibujar un cambio de mano que contenía un discuros de sí a la paz y no a a la guerra. Interminable, inmenso. Toreaba Morante y la Universidad salmantina enmudeció; sus aulas, cuna de sabios, cerraron sus libros para aprender una lección que se remataba en la cadera, que dictaba una cátedra de torería sobre una baldosa. Hipnotizada la Glorieta, hipnotizada la rana… Que despertó en los pinchazos que se llevaban el triunfo de las orejas pero no el recuerdo de una obra de roncos oles.
Hora y media después del paseíllo, el sevillano aparecía en escena de nuevo –en realidad siempre estuvo, tan pendiente de la lidia y arrancando plácemes cuando coleó al toro para quitarlo del caballo–. Temblaban los cimientos de ‘la Roma chica’ cuando saludó al de Olga Jiménez con medio capotillo a modo de chicuelinas. Desatado de genialidad, aleteó su capote de vueltas verdes con mariposas para sacarlo del peto y, aunque aquel galleo del bú no saliera bordado, entusiasmó a los tendidos. Tenía cuello este Almendrito y no mal son, pero se rajó pronto, demasiado pronto. Agarrado a latablas principió el cigarrero para andarle con galanura al toro, con un cambio de mano y un pase de pecho colosales. Toreaba Morante y la Glorieta lo sabía. Y Eolo, que no quiso perdérselo. Esperaba el de La Puebla a Almendrito, se adornaba con el molinete y la firma. Pureza por ambos lo ados s mintras el de la matriarca de los Matilla se desentendía y se quería pirar. Toreaba Morante, que lo quería sujetar y aprovechaba querencias en la delicia de un tricherilla. Pero tanto se rajó que tuvo que abreviar. Ahora sí enterró a la primera la espada que antes se había desafinado. No cuajó lo suficiente la petición –y al palco le faltó sensibilidad para premiar el conjunto de su tarde– y José Antonio saboreó una pausada vuelta al anillo. Al carajo las orejas. Toreaba Morante y tanta belleza eclipsó otras comunes vulgaridades.
Más cantidad que calidad hubo en la faena de Talavante al bravucón segundo de la Ventana, con un buen fondo. Aunque primó el efectismo con el repetidor sobrero de Garcigrande, se reposó en algunos naturales y cortó una oreja. Otra lograría Borja Jiménez del sexto de Carmen Lorenzo, de mejor embestida a babor que a estribor, con el que conectó mucho con el público, con ganas de triunfo para calentar el frío helador. No se había terminado de acoplar el de Espartinas con el temperamental de Domingo Hernández, que metía la cara y exigía gobierno.
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Plaza de toros de la Glorieta.
Domingo, 21 de septiembre de 2025. Lleno aparente en tarde de frío y viento. Corrida concurso, con toros de Garcigrande (1º y 5º bis), Ventana del Puerto (2º), Domingo Hernández (3º), Olga Jiménez (4º), Hermanos García Jiménez (5º) y Carmen Lorenzo (6º), variados. -
Morante de la Puebla,
de nazareno y azabache: dos pinchazo, estocada corta perpendicular y descabello (saludos); estocada desprendida (petición yvuelta al ruedo). -
Alejandro Talavante,
de blanco y oro: pinchazo, fea estocada caída y dos descabellos (saludos tras aviso); estocada (oreja). -
Borja Jiménez,
de carmín y oro: pinchazo, otro hondo y descabello (saludos tras aviso); pinchazo y estocada (oreja tras aviso).
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