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- Autor, Paul Adams
- Título del autor, Corresponsal diplomático de la BBC
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51 minutos
A principios de este mes, un diplomático palestino llamado Husam Zomlot fue invitado a un debate en el centro de estudios Chatham House de Londres.
Bélgica acababa de unirse a Reino Unido, Francia y otros países en su promesa de reconocer al Estado palestino este mes en la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. Y el doctor Zomlot dejó claro que se trataba de un momento significativo.
“Lo que verán en Nueva York podría ser el último intento real de implementar la solución de dos estados”, advirtió. “No dejemos que fracase”.
Semanas después, eso es lo que está ocurriendo. Reino Unido, Canadá y Australia, todos ellos aliados tradicionales de Israel, fueron las primeras potencias en concretar el reconocimiento este domingo. Horas después se les sumó Portugal.
El primer ministro británico, Keir Starmer, anunció la decisión de Reino Unido en un video publicado en las redes sociales.
“Ante el creciente horror en Medio Oriente, estamos actuando para mantener viva la posibilidad de la paz y de una solución de dos estados. Eso significa un Israel seguro y protegido junto a un Estado palestino viable; en este momento no tenemos ninguno de los dos”, dijo Starmer.
Unos 150 países ya reconocían al Estado palestino, pero la incorporación de Reino Unido y otras potencias es considerada por muchos como un paso importante.
“Palestina nunca ha tenido tanto poder en el mundo como ahora”, afirma Xavier Abu Eid, exfuncionario palestino. “El mundo se ha movilizado por Palestina”.
Pero hay preguntas complicadas que responder, como qué es Palestina y si existe siquiera un Estado que reconocer.
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Pie de foto, El primer ministro británico, Keir Starmer, con el líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás.
Los antecedentes
En la Convención de Montevideo de 1933 se enumeran cuatro criterios para la condición de Estado.
Palestina puede reivindicar legítimamente dos de ellos: una población permanente (aunque la guerra en Gaza ha puesto esto en grave peligro) y la capacidad de entablar relaciones internacionales, de lo cual el diplomático Zomlot es prueba fehaciente.
Sin embargo, aún no cumple el requisito de un “territorio definido”.
Sin un acuerdo sobre las fronteras definitivas (y sin un proceso de paz real), es difícil saber con certeza qué se entiende por Palestina.
Para los propios palestinos, el Estado que tanto anhelan consta de tres partes: el este de Jerusalén, Cisjordania y la Franja de Gaza. Todas ellas fueron conquistadas por Israel durante la Guerra de los Seis Días de 1967.
Basta con echar un vistazo rápido al mapa para ver dónde empiezan los problemas.
Cisjordania y la Franja de Gaza han estado separadas geográficamente por Israel durante tres cuartos de siglo, desde la independencia de Israel en 1948.
En Cisjordania, la presencia del ejército israelí y de los colonos judíos significa que la Autoridad Palestina, establecida tras los acuerdos de paz de Oslo de la década de 1990, solo administra alrededor del 40% del territorio.
Desde 1967, la expansión de los asentamientos ha ido devorando Cisjordania, fragmentándola cada vez más como entidad política y económica.
Mientras tanto, el este de Jerusalén, que los palestinos consideran su capital, ha sido rodeada por asentamientos judíos, aislando gradualmente la ciudad de Cisjordania.
El destino de Gaza, por supuesto, ha sido mucho peor. Tras casi dos años de guerra, desencadenada por los ataques de Hamás contra Israel en octubre de 2023, gran parte del territorio ha quedado destruido.
Pero por si todo esto no fuera suficiente, hay un cuarto criterio establecido en la Convención de Montevideo que es necesario para reconocer la condición de Estado: un gobierno que funcione.
Y esto supone un gran reto para los palestinos.
“Necesitamos un nuevo liderazgo”
En 1994, un acuerdo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) condujo a la creación de la Autoridad Nacional Palestina (conocida simplemente como Autoridad Palestina o AP), que ejercía un control civil parcial sobre los palestinos de Gaza y Cisjordania.
Pero desde el sangriento conflicto de 2007 entre Hamás y la principal facción de la OLP, Fatah, los palestinos de Gaza y Cisjordania han estado gobernados por dos gobiernos rivales: Hamás, en Gaza; y la Autoridad Palestina, reconocida internacionalmente, en Cisjordania, cuyo presidente es Mahmud Abás.
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Pie de foto, Abás se acerca a su 90 cumpleaños.
Han sido 77 años de separación geográfica y 18 años de división política: mucho tiempo de distanciamiento entre Cisjordania y la Franja de Gaza.
Mientras tanto, la política palestina se ha osificado, lo que ha llevado a la mayoría de los palestinos a mostrarse cínicos con respecto a sus líderes y pesimistas sobre las posibilidades de cualquier tipo de reconciliación interna, por no hablar del progreso hacia la creación de un Estado.
Las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias se celebraron en 2006, lo que significa que ningún palestino menor de 36 años ha votado nunca en Cisjordania o Gaza.
“Es alucinante que no hayamos tenido elecciones en todo este tiempo”, afirma la abogada palestina Diana Buttu. “Necesitamos un nuevo liderazgo”.
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Pie de foto, Más de 60 000 personas han muerto en Gaza desde octubre de 2023, según ha informado el Ministerio de Salud gazatí.
A raíz de la guerra que estalló en Gaza en octubre de 2023, la cuestión se ha agudizado aún más.
Ante la muerte de decenas de miles de su población, la Autoridad Palestina de Abás, que mira el conflicto desde su sede en Cisjordania, se ha reducido en gran medida al papel de espectador impotente.
Años de discordia interna
Las tensiones dentro de las filas del liderazgo se remontan a años atrás.
Cuando el presidente de la OLP, Yasser Arafat, regresó tras años de exilio para dirigir la Autoridad Palestina, los políticos locales se vieron en su mayoría marginados.
Los de “adentro” llegaron a resentir el estilo dominante de los “de fuera” de Arafat.
Los rumores de corrupción en el círculo de Arafat no contribuyeron a mejorar la reputación de la Autoridad Palestina.
Y, lo que es más importante, la recién formada Autoridad Palestina parecía incapaz de detener la gradual colonización de Cisjordania por parte de Israel o de cumplir la promesa de independencia y soberanía que Arafat había planteado de forma tan tentadora con su histórico apretón de manos con el ex primer ministro israelí Isaac Rabin, en el jardín de la Casa Blanca en septiembre de 1993.
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Pie de foto, El histórico apretón de manos de Arafat con Isaac Rabin, en el jardín de la Casa Blanca, junto al entonces presidente estadounidense Bill Clinton.
Los años siguientes no fueron propicios para una evolución política fluida, ya que estuvieron dominados por iniciativas de paz fallidas, la continua expansión de los asentamientos judíos, la violencia de los extremistas de ambos bandos, el giro político de Israel hacia la derecha y la violenta escisión de 2007 entre Hamás y Fatah.
“En el curso normal de los acontecimientos, habrían surgido nuevas figuras, nuevas generaciones”, afirma el historiador palestino Yezid Sayigh.
“Pero eso ha sido imposible… Los palestinos de los territorios ocupados están enormemente fragmentados en pequeños espacios separados, lo que ha hecho casi imposible que surjan nuevas figuras y se unan”.
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Pie de foto, Los rumores de corrupción en el círculo de Arafat no contribuyeron precisamente a mejorar la reputación de la Autoridad Palestina.
Barghouti desde prisión
Sin embargo, sí surgió una figura: Marwan Barghouti.
Nacido y criado en Cisjordania, a los 15 años comenzó a participar activamente en Fatah, la facción de la OLP liderada por Arafat.
Barghouti se convirtió en un líder popular durante la segunda intifada palestina, antes de ser arrestado y acusado de planear ataques en los que murieron cinco israelíes.
Siempre ha negado los cargos, pero ha estado encarcelado en una prisión israelí desde 2002.
Y, sin embargo, cuando los palestinos hablan de posibles líderes futuros, acaban hablando de un hombre que lleva casi un cuarto de siglo encerrado.
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Pie de foto, Marwan Barghouti se convirtió en un líder popular durante el segundo levantamiento palestino.
Una reciente encuesta de opinión realizada por el Centro Palestino de Investigación Política y Encuestas, con sede en Cisjordania, reveló que el 50% de los palestinos elegiría a Barghouti como presidente, muy por delante de Abás, que ocupa el cargo desde 2005.
A pesar de ser un miembro destacado de Fatah, que lleva mucho tiempo en conflicto con Hamás, se cree que su nombre figura en un lugar destacado en la lista de presos políticos que Hamás quiere liberar a cambio de los rehenes israelíes retenidos en Gaza.
Sin embargo, Israel no ha dado ninguna indicación de que esté dispuesto a liberarlo.
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Pie de foto, Una encuesta reciente reveló que Barghouti es la primera opción de los palestinos como líder, muy por delante de Mahmud Abás.
A mediados de agosto, apareció un video en el que se veía a Barghouti, un hombre demacrado y frágil de 66 años, siendo objeto de burlas por parte del ministro de Seguridad israelí, Itamar Ben Gvir.
Era la primera vez que se veía a Barghouti en público en años.
Netanyahu y la creación de un Estado palestino
Incluso antes de la guerra de Gaza, la oposición de Benjamin Netanyahu a la creación de un Estado palestino era inequívoca.
“Todo el mundo sabe que soy yo quien lleva décadas bloqueando la creación de un Estado palestino que pondría en peligro nuestra existencia”, dijo en febrero de 2024.
A pesar de los llamamientos internacionales para que la Autoridad Palestina retome el control de Gaza, Netanyahu insiste en que la AP no tendrá ningún papel en el futuro gobierno de Gaza, argumentando que Abás no ha condenado los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023.
En agosto, Israel dio su aprobación definitiva a un proyecto de asentamiento que aislaría efectivamente el este de Jerusalén de Cisjordania.
Se aprobaron planes para construir 3.400 viviendas, y el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, afirmó que el plan enterrará la idea de un Estado palestino “porque no hay nada que reconocer y nadie a quien reconocer”.
Según Sayigh, esta situación no es nada nueva.
“Podrías traer al arcángel Miguel a la Tierra y ponerlo al frente de la Autoridad Palestina, pero no cambiaría nada. Porque hay que trabajar en condiciones que hacen totalmente imposible cualquier tipo de éxito. Y así ha sido durante mucho tiempo”.
Fuente de la imagen, Reuters
Pie de foto, “El día después de la guerra en Gaza, ni Hamás ni la Autoridad Palestina estarán allí”, afirmó Netanyahu el año pasado.
Una cosa es segura: si surge un Estado palestino, Hamás no lo gobernará.
Una declaración escrita en julio, al término de una conferencia de tres días patrocinada por Francia y Arabia Saudita, afirmaba que “Hamás debe poner fin a su dominio en Gaza y entregar sus armas a la Autoridad Palestina”.
Llamada Declaración de Nueva York, fue respaldada por todos los estados árabes y posteriormente adoptada por 142 miembros de la Asamblea General de la ONU.
Por su parte, Hamás afirma que está dispuesto a entregar el poder en Gaza a una administración independiente de tecnócratas.
¿Es suficiente el simbolismo del reconocimiento?
Con Barghouti en la cárcel, Abás acercándose a los 90 años, Hamás diezmado y Cisjordania en pedazos, está claro que Palestina carece de liderazgo y coherencia.
Pero eso no significa que el reconocimiento internacional carezca de sentido.
“En realidad, podría ser muy valioso”, apunta Diana Buttu, aunque advierte: “Depende de por qué lo hacen estos países y cuál es su intención”.
Un funcionario del gobierno británico, que habló bajo condición de anonimato, me dijo que el mero simbolismo del reconocimiento no es suficiente.
“La cuestión es si podemos avanzar hacia algo para que la Asamblea General de Naciones Unidas no se convierta simplemente en una fiesta de reconocimiento”.
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Pie de foto, Con Hamás diezmado y Cisjordania en pedazos, Palestina carece de liderazgo y coherencia.
La Declaración de Nueva York comprometió a los signatarios, entre ellos Reino Unido, a adoptar “medidas tangibles, con plazos concretos e irreversibles para la solución pacífica de la cuestión de Palestina”.
Los funcionarios de Londres señalan que las referencias de la declaración a la unificación de Gaza y Cisjordania, el apoyo a la Autoridad Palestina y las elecciones palestinas (así como un plan árabe de reconstrucción de Gaza) son el tipo de medidas que deben adoptarse tras el reconocimiento.
Pero saben que los obstáculos son formidables.
Israel sigue oponiéndose implacablemente y ha amenazado con tomar represalias mediante la anexión formal de partes o la totalidad de Cisjordania.
Mientras tanto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dejado claro su descontento sobre el tema: “Discrepo con el primer ministro en ese aspecto”, dijo el jueves, durante una visita de Estado a Reino Unido.
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Pie de foto, Trump y Starmer tienen opiniones diferentes sobre el reconocimiento del Estado palestino.
En agosto, Estados Unidos también tomó la inusual medida de revocar o denegar visas a decenas de funcionarios palestinos, en lo que podría constituir una violación de las propias normas de la ONU.
EE.UU. tiene derecho de veto en la ONU sobre cualquier reconocimiento de un Estado palestino y Trump sigue pareciendo aferrado a una versión de su llamado “Plan Riviera”, en el que Estados Unidos asumiría “una posición de propiedad a largo plazo” sobre Gaza.
Es fundamental señalar que el plan no dice nada sobre la Autoridad Palestina, sino que solo se refiere a la “autonomía palestina reformada” o a cualquier conexión futura entre Gaza y Cisjordania.
El futuro a largo plazo de Gaza puede encontrarse en algún punto entre la Declaración de Nueva York, el plan de Trump y el plan de reconstrucción árabe.
Todos los planes, cada uno a su manera, esperan salvar algo de la calamidad que ha azotado a Gaza en los últimos dos años. Y sea cual sea el resultado, tendrá que responder a la pregunta de cómo serán Palestina y sus líderes.
Pero para palestinos como Diana Buttu, hay un asunto mucho más urgente. Lo que realmente preferiría, dice, es que estos países eviten más muertes.
“Que hagan algo para detener la matanza, en lugar de centrarse en la cuestión de la condición de Estado”.
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