Durante la infancia, los niños y niñas se encuentran en pleno desarrollo físico y mental, y en algunas ocasiones es posible que manifiesten ciertas conductas disruptivas. Un hecho aislado no tiene por qué condicionar todo su comportamiento. No obstante, es recomendable vigilar actitudes como la desobediencia a las normas o la autoridad, la agresividad física o verbal, la baja tolerancia a la frustración e incluso actitudes rencorosas o vengativas, ya que si se convierten en rutina pueden ser señal de un malestar emocional más profundo que requiere de su atención.
El entorno escolar como lugar de ‘desenfreno’ conductual
En España, se calcula que hasta un 7% de los niños y niñas entre 5 y 12 años (niños hasta un 7%; niñas hasta un 3%) presentan trastornos de comportamiento, fruto de problemas de conducta sostenidos en el tiempo los cuales no han sido enfrentados.
A lo largo de la etapa escolar de Educación Primaria, las situaciones más habituales son la desobediencia reiterada, la agresividad verbal o física, discusiones frecuentes, rabietas desproporcionadas o acusaciones constantes para justificar errores.
Mientras, cuando pasan a la Educación Secundaria es común que presenten comportamientos disruptivos persistentes que interfieren en la dinámica de la clase, desafíos a la autoridad, actitudes rencorosas y conflictos constantes con compañeros que alteran la convivencia en el aula.
Intervención temprana
Desde el Instituto de Salud y Bienestar Emooti, en colaboración con la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y la Universidad de Navarra, se ha elaborado una guía con una serie de pasos de actuación con el fin de detectar y frenar comportamientos que alteren al infante y su entorno.
El director general de Emooti e investigador de la UNIR, el Dr. Hilario Blasco-Fontecilla, asegura que «si no se interviene pronto» los problemas de conducta pueden «condicionar el futuro académico y social de los menores«: «solo así podremos evitar que se cronifiquen y afecten no solo al niño que las presenta, sino también al bienestar y la convivencia de toda la clase», concluye Blasco-Fontecilla.
En función de la etapa educativa (primaria o secundaria), la estrategia de actuación es distinta.