Una vez más nos encontramos con que a un funcionario se le castiga por cumplir con su deber, al que está obligado legalmente, ya que de no haberlo hecho habría cometido un delito de prevaricación. Me refiero a Lorenzo Serena, funcionario al que deberían haber … premiado y al que todos los españoles tendríamos que estar agradecidos por haber denunciado las irregularidades en la adjudicación de las obras de los túneles de Belate, por valor de más de setenta millones de euros. Se da la circunstancia de que entre esos denunciados se encuentra la empresa Servinabar, vinculada mediante escritura privada a Cerdán, hombre todopoderoso del PSOE, ahora en la cárcel de Soto del Real.
Su atrevimiento al cumplir con su obligación de denunciar los hechos de que tiene conocimiento y está obligado a perseguir le ha llevado a ser represaliado, apestado, perseguido y trasladado de su lugar de trabajo. En definitiva, que le ha pasado lo mismo que a Juan Bautista con Herodes hace 2.000 años: le cortaron la cabeza por decirle a Herodes que lo que estaba haciendo con la mujer de su hermano no estaba bien. A Lorenzo no le han cortado la cabeza, pero el daño que le han hecho posiblemente no sea inferior al que le hicieron al Bautista. Para que luego nos hablen de progresismo. Si eso consiste en matar en vida a las personas que cumplen con su deber, estoy de acuerdo; de lo contrario, sería volver 2.000 años atrás.
Lorenzo Serena ha elegido vivir con dignidad y coherencia, cumplir con su deber, no doblegarse ante nada ni ante nadie y ser un ejemplo. Con su actuación nos pone de manifiesto que hay españoles en los que aún podemos confiar. Por cierto, ya tienen tajo las autoridades competentes para perseguir los presuntos delitos de coacciones, prevaricación, obstrucción a la justicia y abuso de poder, a la vez que resarcir de todos los daños ocasionados a Lorenzo y su familia.
Manuel Escribano. Boadilla del Monte (Madrid)
Sin defensas
Una de las opciones para contrarrestar algunas de las vulnerabilidades de la defensa nacional es la compra de nuevos equipos, lo que implica evaluar misión, recursos, capacidades, ciclo de vida, logística, adiestramiento, riesgos, etcétera. ¿Y por qué los compramos a un país de tan solo 22.000 kilómetros cuadrados y diez millones de habitantes como Israel y no los fabricamos nosotros? Pues porque una gran parte de su 6,1 por ciento de PIB dedicado a I+D y el trabajo de sus nueve premios Nobel científicos se han volcado en su industria militar, mientras que nosotros empeñamos una nimiedad del 1,5 por ciento en I+D, y el menosprecio a nuestros investigadores los obliga a emigrar. Y además sus equipos tienen el plus de que ya han sido experimentados en conflictos. El veto gubernamental a las compras a Israel incrementará los riesgos para nuestra seguridad y la de nuestros militares. ¿Les importa?
F. J. Membrillo Becerra. Sevilla