La economía catalana creció el año pasado un 3,6%, mientras que el valor añadido bruto (VAB) se anotó un 4%, ambos impulsados por los servicios, y dejó atrás la etapa de recuperación de la covid. La buena marcha de la actividad se registró en todos los territorios, aunque los principales motores fueron Girona, seguida del Pla de Lleida y las comarcas del Pirineo. Todas estas comarcas se vieron beneficiadas por el mayor peso del sector terciario en su estructura empresarial. Así lo explicó ayer el catedrático emérito de Economía Aplicada Josep Oliver en la presentación del Anuari Econòmic Comarcal de BBVA.
En concreto, estas comarcas se anotaron un crecimiento del valor añadido bruto (VAB) del 4,5%, que contrasta con el mínimo del 3,2% de la región del Ebro. En concreto, la lista la lideran la Segarra (+6,1%), la Noguera (5,7%), el Alt Urgell (5,5%), la Garrotxa (5,3%), la Selva (5,2%), el Pallars Jussà (5,2%), el Pallars Subirà (5%), la Cerdanya (4,7%) y el Gironès (4,6%). Por lo que se refiere a la zona metropolitana de Barcelona, la evolución se situó sobre el 4%. “La recuperación poscovid va por barrios y cada uno tiene una estructura económica. Aquellos que cuentan con un mayor peso de los servicios personales privados, como hostelería, comercio, transporte o turismo, se vieron beneficiados por un plus de crecimiento”, dijo Oliver. La comarca con peor evolución fue el Moianès, con una caída del 1,1%.
El crecimiento de los servicios y la recuperación de la manufactura, clave en la buena evolución
La dependencia de los servicios personales privados de Catalunya fue clave en la caída de la economía catalana durante la covid. “No hay territorio donde se haya registrado una caída tan profunda como la que se registró aquí. Representa un 40,5% del VAB, cuando en regiones comparables como el Véneto o Baviera apenas supone el 20%”, explicó el experto. Los otros dos sectores clave fueron la industria y los servicios productivos.
“Se registró un crecimiento de las manufacturas, como la química, la farmacia, el material de transporte y, sobre todo, la industria alimentaria”, explicó. El catedrático señaló que este crecimiento sigue una tendencia en los últimos años que podría significar un cambio en el modelo productivo. Sin embargo, advirtió que estos datos todavía no son suficientemente representativos y que, por tanto, podría pasar una década antes de poder ser un cambio significativo.
El análisis de BBVA señala que la economía catalana se vio beneficiada de un entorno financiero más favorable, una ralentización de la inflación que golpeó a la Unión Europea entre el 2022 y el 2023 y un aumento de la inmigración.