Carme Riera celebra los cincuenta años de su primer título con la reedición de ‘Te deix, amor, la mar com a penyora’ (Te dejo, amor, en prenda el mar). Conmemoración que se complementa con ‘Gracias’ (Edicions 62/Alfaguara), un libro confesional en el … que comparte confidencias con los lectores que le han seguido desde aquel febrero de 1975: «Gente joven, como entonces era yo, comenzaron a leer los cuentos de aquel libro, más bien delgadito, solo 128 páginas, nada lujoso, de tapas blandas con una cubierta azulada de Enric Satué en la que un velero navegaba por un mar de mentira», recuerda.
Con su vestido hippy –«unos pedazos mal cosidos», decía su madre–, la mallorquina había llevado su manuscrito a la editorial Laia de Alfonso Carlos Comín, un sello progre y antifranquista. El libro vio la luz el 23 de abril, fiesta de Sant Jordi y a la autora veinteañera le tocó firmar al lado del veterano Víctor Mora, creador del Capitán Trueno y un escritor «patriota» admirador de Companys.
Aquella mañana solo firmó un ejemplar. El comprador era joven, guapo, de buena planta: «Si lo compras te lo dedico», sugirió Riera. «No sé de dónde saqué las fuerzas para ese atrevimiento, lo dije dulcemente, con un tono de súplica vergonzosa», confiesa medio siglo después.
Con los recuerdos de ‘Gracias’, la académica se dirige a ese lector al que no volvió a ver y a todos los demás «que me han acompañado durante tanto tiempo». Una obra que nace de las historias que le contaba su abuela acerca de «un pasado familiar mucho más glorioso que el presente». Escritora en catalán y castellano, «un lujo del que no quiero prescindir», se siente afortunada de su condición bilingüe en la Cataluña oficial e inflexible que impone el catalán.
Leyendo y releyendo la segunda parte del Quijote, la Riera cervantina constató que finalizar las novelas es más complicado que comenzarlas. Sale en la conversación ‘El cautivo’ de Amenábar: «Cervantes se ha interpretado de manera diferente en cada época. En los siglos XIX y XX no se hablaba de su paso por la prisión y tampoco de que la hija del escritor era analfabeta. Ahora se dice que era gay. Yo no lo creo, pero respeto el derecho de Amenábar a imaginarlo en una película. Lo positivo es que el debate ha devuelto a Cervantes a los titulares de prensa. ¡Ojalá los políticos leyeran el Quijote!».
Experiencia en las aulas
La literatura de Carme Riera sería muy diferente sin su experiencia en las aulas. Si los escritores crecen con sus lecturas, las obras de la escritora mallorquina beben de los clásicos leídos y divulgados en la universidad. Impartir clases fue una forma de disfrutar y aprender con la interacción con el alumnado, pero todo cambió a partir del año dos mil.
La Riera catedrática recuerda una clase en la que oía constantemente «¿Qué dice?, ¿qué dice?». La conexión que trazaba el círculo virtuoso del aprendizaje se había interrumpido: «Alguien escribió que don Quijote ‘salió a la estepa siberiana’… No se puede escribir sin antes haber leído. El bachillerato actual es nefasto, como la comprensión lectora. No saben redactar ni leer en voz alta», lamenta.
Aseguraba Freud que el escritor es un neurótico que no está dispuesto a curarse porque no quiere dejar de escribir. Es el caso de Carme Riera; ya trabaja en tres nuevos títulos: un libro sobre los viajeros a Mallorca a partir de su discurso de ingreso en la RAE; una distopía sobre el turismo que transcurre entre Palma y Estados Unidos y la biografía de María Pacheco, la esposa del comunero Juan de Padilla.