¿Sabían que la primera Política de Salud Sexual y Reproductiva de Colombia fue lanzada en 2003? ¡2003! Solo hace 22 años el Ministerio de Salud se tomó muy en serio este aspecto de la salud de los colombianos, a pesar de que para la época ya eran claras las necesidades insatisfechas en materia de planificación familiar.
Menos mal, ¡menos mal!, para entonces no solo ya existía Profamilia, sino que llevaba nada más y nada menos que 38 años operando. O mejor, nadando contra la corriente de los prejuicios, con el fin de hacer valer eso de lo que poco o nada se hablaba en público: el derecho de las mujeres a decidir cuántos hijos parir y cuándo.
El ginecólogo Fernando Tamayo Ogliastri, fundador de lo que primero se llamó Asociación pro Bienestar de la Familia Colombiana, se fue de este mundo en 2017 con muchos honores, pero sin uno que pienso que merecía de sobra: ser reconocido como el primer hombre feminista de Colombia, pues qué más feminista que crear las condiciones para que las mujeres tomen decisiones autónoma y libremente.
Tamayo y su equipo de mujeres y de otros hombres desataron, además, una revolución sin disparar armas. No sobra decirlo, pues esa era la usanza de los revolucionarios de esos tiempos. Haciendo anuncios en radio a pesar del escándalo que provocaron, o poniendo banderas verdes en peluquerías, farmacias y misceláneas para anunciar que ahí suministraban píldoras anticonceptivas, llevaron la tasa de natalidad de 7 hijos por mujer en 1965 a 1,6 hoy. Claro, también con el concurso de todos los actores que se fueron sumando a ese camino que ellos abrieron.
Siempre me he preguntado cuánto puede haber implicado esto en menos violencias, menos desempleo y menos destrucción ambiental, por mencionar solo algunos indicadores. Como no conozco que esté estudiado ese impacto, usaré la expresión callejera: no tengo pruebas, pero tampoco dudas de que nuestras problemáticas serían mucho más profundas sin la revolución que hizo Profamilia.
Yo, que fui criada en la fe católica, veo a Profamilia como una gran aliada de Dios, para que podamos ejercer eso que Él nos dio: el libre albedrío.
Nada más piensen en que el 98 % de sus servicios los presta a las personas más vulnerables de la sociedad en estos aspectos, que son las de estratos 1 al 3. Aunque del total de esos servicios solo el 22 % son prestados a hombres –lo cual evidencia que uno de los retos sigue siendo que ellos asuman su responsabilidad en la paternidad, empezando por la planificación de la familia–, los avances con los hombres también son significativos: en 1970 Profamilia hizo la primera vasectomía, en los dos años siguientes hizo 92, el año pasado realizó 21.000. Y por mencionar solo uno de los métodos de planificación para las mujeres, en 1992 Profamilia hizo 92 ligaduras de trompas y el año pasado practicó 49.000.
Además, desde la despenalización del aborto hasta la semana 24 (2022), Profamilia les ha garantizado ese derecho a 155.000 mujeres (80 % antes de la semana 12). Habrá quienes se escandalicen con estos datos, pero mejor deberían celebrar que esta organización en solo este año ha evitado 846.000 embarazos no deseados y 402.000 abortos, justamente gracias a los servicios de planificación que provee y a su incidencia protagónica en todos los espacios del Estado y de la sociedad para derribar las barreras sobre salud sexual y reproductiva.
Los retos persisten, especialmente por la oleada ideológica, política y de algunas corrientes religiosas que relacionan las libertades y los derechos que hemos logrado las mujeres con los nuevos grandes desafíos de la sociedad, como el envejecimiento de la población.
Pensándolo bien, yo, que fui criada en la fe católica, veo a Profamilia como una gran aliada de Dios, para que podamos ejercer eso que Él nos dio: el libre albedrío. Por eso, larga vida a Profamilia.