novak Djokovic ha comunicado públicamente su pesar por el fallecimiento de Nikki Pilic. Recordó cómo el tenista primero yugoslavo y luego croata fue fundamental en el desarrollo como tenista del que luego podría reclamarse con razón como mejor tenista de todos los tiempos -los argumentos combinados de la eficacia y longevidad son difícilmente rebatibles-. Sólo eso ya le valdría un lugar en el olimpo de la historia del tenis. Pero Nikki Pilic fue mucho más: Fue -de forma quizá un tanto involuntaria, eso es cierto- un personaje fundamental para la configuración del tenis masculino y profesional tal y como hoy es.
La edición de 1973 de Wimbledon tuvo como campeón masculino al checoslovaco Jan Kodes y como finalista al soviético Alexander Metreveli. Se podría hablar de doble sorpresa pero, si analizamos el cuadro, encontramos que no lo fue tanto. Kodes era el segundo favorito. Metreveli, el cuarto. Pero sucedió que 67 tenistas y entre ellos buena parte de los líderes del ranking mundial no participaron: Gimeno, Orantes, Vilas, Ashe, Gottfried, Emerson, Stan Smith, Rosewall, Okker, Newcombe… La ATP, una ATP que apenas tenía un año de edad, había decretado un boicot al torneo más prestigioso del Grand Slam.
.
Si ahora hablamos de nuestro mundo, de nuestra época, como un momento histórico tenso, cambiante y angustioso, es que no tenemos como término de comparación los primeros años 70. Se vivía uno de los periodos más intensos de la Guerra Fría. Social y políticamente aquello se traducía en un conflicto sociopolítico permanente y latente que a veces afloraba en forma de terrorismo, de golpes de estado, o de incidentes de todo tipo. Este estado de tensión, a veces con estas motivaciones sociopolíticas y a veces no, se trasladaba lógicamente al deporte dado su enorme altavoz propagandístico: En 1972 tuvieron lugar los trágicos sucesos de los Juegos Olímpicos de Munich, en 1976 el boicot africano a Montreal 76 (y la política de bloques boicoteó también los de 1980 y 1984). En 1973 tuvo lugar la crisis del petróleo, que dejó irremediablemente obsoleta la tesis del crecimiento constante… quiere esto decir que, en la época, la tensión social y la confrontación no eran circunstancias excepcionales. Por el contrario, eran habituales.
El tenis había ‘cambiado’ oficialmente en 1968. Tras décadas de alejamiento entre el tenis oficial y teóricamente ‘amateur’, el de las Federaciones, la Copa Davis y el Grand Slam, éste se había rendido a la evidencia de que el tenis profesional se estaba llevando a los mejores jugadores -a los que excluía en cuanto se sabía que cobraban un dólar- en 1968-. Wimbledon y Roland Garros abrieron por fin sus puertas a quienes jugaban en el ‘circo’ de Jack Kramer y similares. Nació la Era Open, la actual.
.
Aquello significó también que el negocio crecía y aparecieron nuevos actores que intentaron ‘organizar’ un territorio en buena parte aún virgen. Uno de ellos fue Lamar Hunt, promotor deportivo estadounidense, de amplio recorrido sobre todo en el ‘football’ -los Kansas City Chiefs llevan ese hombre en su honor- y cuyo padre fue el modelo del personaje de JR Ewing en la famosísima serie ‘Dallas’ (los ‘boomers’ entenderán). Junto a Dave Dixon fundó un circuito conocido como WCT (World Championship Tennis) que llegó a tener gran alcance en los primeros años 70. Sus jugadores estaban contratados por el circuito y en muchos casos tenían exclusividad. Aquello daba algunos problemas, claro, en un deporte individual y en el que la superestructura ‘amateur’ convivía con la profesional…
Nikki Pilic estaba contratado por la WCT. Formaba parte del grupo de ‘The Handsome Eigth’ (los ocho elegantes): los jugadores inicialmente contratados por Hunt en 1968 como emblema de la WCT. Con él estaban John Newcombe, Tony Roche, Cliff Drysdale, Earl Buchholz, Dennis Ralston, Roger Taylor y Pierre Barthes. Un grupo internacional. La presencia de Pilic, yugoslavo y por tanto miembro de un país comunista, podía llamar la atención en un deporte que aún no se había despojado del todo de la pátina de deporte elitista que le acompañó mucho tiempo pero el hecho es que la universalidad del tenis saltaba sin problemas el Telón de Acero, al menos en cuanto a la ‘producción’ de jugadoras: estaban por entonces el polaco Fibak, los rumanos Tiriac y Nastase -y en el lado femenino Ruzici-, la húngara Kocmorzy, el soviético Metreveli y qué decir de la escuela checoslovaca, en hombres y mujeres. Yugoslavia, además, era un ‘verso suelto’ en el bloque del Este. Su fracaso como estado es una de las tragedias del mundo moderno, pero esa es otra historia.
.
Hemos señalado ya que el tenis amateur y el profesional convivían. Y ambos aplicaban sus normas a los tenistas. En teoría la preeminencia correspondía al ‘clásico’ de Federaciones, Copa Davis y Grand Slam, aunque no tenían más arma para imponer sus normas que la clásica: la aceptación y la exclusión. Así, corría 1972 cuando Yugoslavia debió jugar una eliminatoria de Copa Davis ante Nueva Zelanda. Y Pilic, que debía jugar un torneo profesional en Las Vegas, no se presentó a la convocatoria. La Federación Yugoslava impuso al tenista nueve meses de sanción y pidió a la Federación Internacional que la hiciera cumplir. Sólo podía hacerlo en los torneos que dependían de ella misma… pero entre estos estaban los Grand Slam. La ITF no aceptó los nueve meses y los rebajó a uno, pero un mes que suponía no poder en Roma ni en Wimbledon y ojo: Pilic había jugado la final de Roland Garros 1973. La sanción le llegó dos horas después de acabar la final ante Nastase.
Bien. El mundo del tenis, hemos dicho, estaba cambiando. En 1972 se había fundado la Asociación de Tenistas Profesionales, la ATP, que tenía en su dirigencia precisamente a Jack Kramer, el hombre que llevaba organizando tenis profesional y teniéndoselas tiesas con los clásicos durante más de 30 años. No es fácil saber a estas altura qué papel cupo a cada cual en este asunto pero el hecho es que la naciente ATP debió ver la oportunidad de darse a valer como organización y se plantó: Exigió que la Federación Internacional levantase la sanción a Pilic. Si no, ninguno de sus miembros jugaría Wimbledon. El principio era que los tenistas debían tener libertad para elegir dónde jugar, igual que un trabajador debía tener libertad para elegir dónde trabajar.
.
Y efectivamente, como hemos señalado, muchos no jugaron. Ni Wimbledon ni la Federación Internacional de Tenis, en su majestad, cedieron en aquel momento pero pudieron experimentar que los tenistas -los trabajadores del circuito- exigían ser tenidos en cuenta y que acabarían, de forma inevitable, siéndolo. El asunto se llevó a los tribunales británicos, que se declararon incompetentes. Pilic, desde Yugoslavia, pidió disculpas a la Federación y a sus compañeros que suspendiesen el boicot pero ya no hubo vuelta atrás. Se dijo que quizá los tenistas quisieron vengarse del Wimbledon que los trataba con tanta displicencia que cuando Rod Laver pasó a profesionales le exigieron devolver la corbata que le ‘acreditaba’ como campeón del torneo y miembro del club…
.
Wimbledon no se vio muy afectado por el boicot. Hubo estrellas como el campeón y el subcampeón, Jimmy Connors o Ilie Nastase, que sí tomaron parte. Pero quedó claro que en el futuro los jugadores deberían ser tratados como protagonistas del deporte. El tenis evolucionó: la WCT de Hunt duró hasta los años 80 conviviendo con otros circuitos hasta que en 1990 la ATP tomó en sus manos la organización del circuito masculino. El tenis femenino comenzó en ese 1973 a construir su propio profesionalismo impulsado por Billie Jean King…
Pilic continuó su carrera profesional. Como entrenador ayudó a tres países (Alemania, Croacia y Serbia) a ganar la Copa Davis y fue forjador de tenistas. Según Cliff Drysdale, uno de los fundadores de la ATP “la huelga de Wimbledon fue el catalizador que nos convirtió de un grupo de chicos corriendo como pollos sin cabeza en una ATP consolidada. El boicot nunca tuvo que ver con el dinero”. Y aquello se hizo en nombre de Nikki Pilic.