Pedro Sánchez eligió Londres para reivindicarse en el escenario internacional, en un momento en el que su imagen exterior no pasa por su mejor momento, y lo hizo recurriendo a dos de las banderas que más peso tienen en el debate global progresista: la defensa … de Palestina y la lucha contra el cambio climático. El presidente español ha participado este viernes en el Global Progress Action Summit, celebrado en el Central Hall Westminster, un foro organizado por Labour Together, el Center for American Progress Action Fund y el ‘think tank’ británico IPPR, que reunió a líderes políticos, estrategas y expertos de más de veinte países con el objetivo de definir una agenda común frente al auge de lo que llaman populismos de derechas y la desafección de unas sociedades golpeadas por la inseguridad y la desigualdad.
Acompañado por la ex primera ministra de Nueva Zelanda Jacinda Ardern y bajo la moderación de John Podesta, veterano asesor demócrata y presidente de CAP, Sánchez abrió su intervención situando la desigualdad en el centro de los desafíos progresistas. «Desde la perspectiva española, aunque creo que es compartida, la desigualdad es la principal dificultad», afirmó, antes de poner como ejemplo el acceso a la vivienda, que según dijo, en el país representa «el 60% de la desigualdad que sufren los jóvenes y los ciudadanos en general».
En su defensa del modelo de su gobierno de coalición, afirmó que España había conseguido reformar el mercado laboral o el sistema de pensiones «hablando con los sindicatos, con la sociedad civil y llegando a acuerdos con las asociaciones empresariales», e insistió en que «hay que proponer alternativas incluso a quienes no están de acuerdo de entrada, porque al final se pueden encontrar puntos de entendimiento».
El presidente utilizó además el clima como uno de los grandes ejes de su mensaje, desafiando lo que describió como relatos de la extrema derecha. «En Naciones Unidas escuché que la transición ecológica sería un obstáculo para el desarrollo económico de nuestros países. La experiencia en España demuestra lo contrario», dijo, y añadió que «desde el 2018 hasta el 2025 hemos logrado reducir un 50% el precio de la electricidad gracias a las energías renovables».
Subrayó además que el cambio climático «no es algo abstracto para los españoles, sino una realidad y una preocupación de seguridad», y recordó que en la última década las emergencias climáticas han provocado «34.000 millones de euros en pérdidas materiales y 24.000 muertes». A su juicio, la transición verde no sólo es una obligación moral, sino también una oportunidad económica: «Nuestro crecimiento industrial es hoy mayor que el de países como Italia o Alemania gracias a la transición ecológica iniciada hace siete años».
«Causas justas·
El otro pilar de su discurso fue Palestina. «Estoy muy orgulloso de pertenecer a una familia de gobiernos que han reconocido al Estado de Palestina, y que lo han hecho con la misma convicción con la que defendemos la causa de los ucranianos frente a la invasión de Putin», afirmó. En su intervención vinculó esa decisión con la necesidad de explicar a los ciudadanos que el multilateralismo no es un concepto abstracto, sino que significa «defender causas justas». Añadió que los jóvenes, en particular, perciben que las instituciones internacionales no cumplen las expectativas: «Lo que ven es que en Gaza hay un genocidio, ven el terror, y sienten que las instituciones no tienen el impacto que desearían».
En un tono de advertencia, Sánchez señaló que la falta de resultados de los organismos multilaterales alimenta el desencanto de una generación que «siente que su futuro será peor que el de la anterior». De ahí que insistiera en que reforzar la legitimidad de las instituciones internacionales es una tarea urgente. «Como gobiernos liberales occidentales debemos abrazar el multilateralismo con los brazos abiertos. Eso no significa que no haya que reformar el sistema, que debe tener mayor legitimidad, pero creo firmemente que una de nuestras principales causas como progresistas es fortalecerlo».
Sánchez trató de respaldar sus palabras con compromisos concretos, como los 400 millones de euros que España ha prometido aportar en los próximos tres años a programas de salud global para financiar vacunas contra el sida, la tuberculosis o la malaria. «Tenemos que prepararnos para futuras pandemias y darles una respuesta multilateral», señaló, enlazando esa prioridad con la experiencia compartida de la crisis de la Covid-19. También reclamó cambios en instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial, y defendió que el próximo secretario general de Naciones Unidas «tendría que ser una mujer», como símbolo del dinamismo que, a su juicio, necesita el sistema.
Nueva Zelanda
Ardern, por su parte, aportó la perspectiva de un país pequeño como Nueva Zelanda, que ha hecho del multilateralismo una herramienta esencial de influencia. Recordó la lucha de su país contra los ensayos nucleares en el Pacífico y describió el cambio climático como una amenaza existencial para las islas de la región. Coincidió con Sánchez en la urgencia de reforzar la legitimidad de las instituciones internacionales y en la necesidad de mostrar resultados tangibles a las poblaciones que cuestionan su utilidad.
El Global Progress Action Summit se celebró en un ambiente de preocupación por el futuro de la socialdemocracia y para Sánchez, la ocasión fue una oportunidad de reivindicarse ante una audiencia internacional afín y de subrayar su apuesta por un multilateralismo que se encarna, según defendió, en causas como Gaza y el cambio climático. En Westminster, el primer ministro español intentó proyectar la imagen de un dirigente capaz de situar a España en el centro de los grandes debates globales y de reconectar con la corriente progresista internacional en un momento en que su liderazgo exterior necesitaba oxígeno.