The Offspring significa en español los descendientes, los hijos. Una prole en el sentido más genético y menos sentimental del término. La banda californiana liderada por Dexter Holland tomó una buena decisión cuando dejó de usar el nombre de Maniac Subsidial, cuya traducción sería maníacos autodestructivos. La actitud autodestructiva podría catalogarse como propia del punk primigenio, pero no del que resucitó en la era cumbre de los skaters y las acrobacias. En unos años 90 de costa, surf y tatuajes saturando pieles. Pieles casi siempre blancas, pero extremadamente respetuosas y admiradoras de la cultura afro e hispana.
En 2025, cuando parece que la música no está para tantas piruetas ni vitalismo, llegó The Offspring al Palacio Vistalegre de Madrid para recordarnos que esa esencia semiurbana y semisalvaje existe todavía en algún lugar y tiempo. Al menos, existió durante su concierto y ante los 12.000 asistentes ansiosos porque el grupo llegase a España con su gira mundial Supercharged Worldwide 2025, con la que el próximo 27 de septiembre tocarán también en el Pabellón Olímpico de Badalona.
La pista la calentó Simple Plan. Los canadienses empezaron fuerte con I Do Anything y levantaron los ánimos de los asistentes con su icónico Welcome to My Life. Aunque el significado de la canción sea justo el contrario, su ritmo inspira buenos ánimos. Qué mejor forma de hacer ironía musical. Tocaron todas las esperadas: Shut Up! para saltar y Summer Paradise para poner al público en modo ukelele. Terminaron con un melódico Perfect, que iluminó las linternas del público.
La parsimonia duró poco. Era el turno de The Offspring, que arrancó con la carcajada de su mítica calavera en las pantallas gigantes. Esta vez, la calavera está electrificada, como su nuevo álbum, Supercharged, un álbum inspirado en los nuevos tiempos de la hiperconectividad. El grupo irrumpió en el escenario a las 8 y media de la noche. Intensos desde la primera pisada, abrieron con Come Out and Play. Se sabe que la fiesta ha empezado de verdad cuando el «Ya,ya,ya,ya» de All I Want provoca mareas en la sangre, en especial para los nostálgicos de los videojuegos que no pueden dejar de imaginarse conduciendo a toda velocidad en el Crazy Taxi con este himno contra el control y la opresión.
Llega el turno de todo el pabellón con Want You Bad y la emoción entorpece los coros de un público incapaz de seguir el compás. Eso no le importó a la curtida guitarra de Noodles, más acostumbrada a recibir garrazos que rasgueos de dedo fino. Tampoco a Dexter Holland, que se volvía por momentos inaudible y animaba al público a inundar cada vez más su voz. El público supo ser el tsunami que la banda necesitaba para surfear.
Cuando la pasión es lo que cuenta, no hace falta ni afinar. Ni siquiera saber idiomas. No hubo muchos intentos por parte del grupo de hablar español más allá de los clásicos «¡Buenas noches, Madrid!». No lo necesitan, porque saben que se entienden con su público con cada broma o gesto vacilón. Pero, sobre todo, con los «Fuck you!» o «Fuck yeah!» (según desde qué grada escuches) con los que saludaban de vez en cuando.
«You guys are so crazy motherfuckers», dijo Holland en un momento del concierto. Bromeó con el número de asistentes, asegurando que había medio millón de personas. Lo pareció cuando la fiesta se puso intensa con Make It All Alright y se lanzó el primer bombardeo de confeti. I Wanna Be Sedated fue uno de los temas con los que sorprendieron a los fanáticos. Funcionó e hizo bailar a todo el mundo.
No solo los veteranos Noodles y Holland tomaron protagonismo. Durante unos minutos, la banda al completo se apartó para convertirse en parte del público que asistió al recital de ritmos con el que Brandon Pertzborn agasajó a los presentes. A pesar de llevar tan solo dos años, el joven batería le ha cogido el ritmo al grupo, incluso lo ha multiplicado. El bajo de Todd Morse también cumplió sobradamente.
Hubo un momento emotivo que es recurrente en sus conciertos. Un Dexter Holland eltonjonhizado se sentó al piano para tocar Gone Away, una canción sobre el duelo tras la pérdida de un ser querido. «La luz de mi móvil representa a alguien que no está aquí», explicó. Y animó a todos los presentes a encender las linternas para recordar a las personas cercanas que ya no están. Las constelaciones de difuntos enternecieron la noche.
Aunque la fiesta no tardó en volver y, para regresar a la acción, se lanzaron globos gigantes y un zepelín empezó a sobrevolar la pista. Tenía un mensaje escrito: «Dance, fucker!», acompañado de la calavera. Era la hora de los que habían perdido la noción del tiempo: la hora de reírse del protagonista de la letra de Pretty Fly (For a White Guy), dedicada al clásico niño blanco que se cree afrocool. Unos peleles hinchables rodearon el escenario para bailar al son de su tema más humorístico.
No parece que Dexter Holland, cuyo nombre real es Bryan Keith Holland, sea ese cerebrito doctorado en biología molecular al que nadie consideraba el guay de clase. Tampoco diría nadie que Noodles, Kevin John Wasserman, fuese en su día el bedel del colegio al que dejaron entrar en el grupo porque era mayor de edad y podía comprar cerveza. Pero así es como funcionan y como se entienden, sin tomarse demasiado en serio.
You’re Gonna Go Far, Kid sonó dos veces. Quizás debió hacerlo también Why Don’t You Get a Job? o el himno nacional de la rebeldía, también llamado The Kids Aren’t Alright. Como siempre sucede, la gente que va a ver bandas de toda la vida quiere las canciones de siempre y revivirlas en cada concierto. Aunque luego sean los mismos que dicen que ya no se hace música como la de antes.
The Offspring sigue ahí, haciendo música de antes ahora. Siguen creando y manteniendo tradiciones. En Vistalegre no fallaron en su tradición de cerrar con Self Esteem e hicieron cantar al público como si fueran ellos los afectados por una historia de amor desquiciada de una mujer que engaña al protagonista con sus mejores amigos.
Cuando el escenario se vació, todo el mundo se marchó con las pilas recargadas. La banda cumplió con el cometido en su parada española con Supercharged y brilló con muchos amperios. Es más sencillo cuando tu público va a disfrutar y no opone resistencia.