Últimamente leo muchas columnas de opinión que, con distintas letras, tocan la misma música: tengamos esperanza, vienen a decir… aun reconociendo que la situación actual del mundo no invita precisamente al optimismo. Y acabo de encontrar en The New York Times un ejemplo bastante original de ese voluntarismo: un columnista ve el lado bueno al ataque de Trump a la libertad de expresión.
El primer día de su mandato, Trump firmó una orden ejecutiva para “Restaurar la libertad de expresión y acabar con la censura”. Han pasado unos pocos meses, y ya es interminable la lista de instituciones, empresas, personas… –desde universidades, museos y periódicos hasta simples comediantes– que ha atacado de mil maneras. A The New York Times, por ejemplo, un medio crítico con él desde hace años, le exige una indemnización de 15.000 millones (han leído bien).
“Iremos a por vosotros si usáis discursos de odio contra alguien”, ha amenazado Pam Bondi, la fiscal general que nombró Trump
La novedad es que, a raíz del asesinato de Charlie Kirk, su Administración ha empezado a usar un concepto acuñado en los años ochenta por juristas de izquierdas y que la derecha rechazaba: el de “discurso de odio”, para justificar restricciones a la libertad de expresión. “Iremos a por vosotros, absolutamente, si usáis discursos de odio contra alguien”, ha amenazado Pam Bondi, la fiscal general que nombró el presidente. ¿Pero no iban a restaurar la libertad?… Bueno, como dijo un asesor de Trump en el funeral de Kirk, “nosotros defendemos el bien contra el mal”. Y, claro, libertad sí, pero solo para el Bien, nada más faltaría.
Lo positivo de todo esto, dice el columnista de The New York Times , es que ahora la izquierda se erige, mira por dónde, en defensora de la libre expresión… Será en Estados Unidos. Por aquí, un poco menos. La semana pasada, en el programa de Risto Mejide, la abogada Paula Fraga estaba vapuleando a Ione Belarra a cuenta de la hipocresía de Podemos en el tema de Gaza. A punto de perder por KO, Belarra le espetó de pronto a Fraga: “Tengo una pregunta para Paula. ¿Una mujer trans es una mujer?”, sabiendo que la otra respondería, como así fue: “No”. Ante lo cual, Belarra se volvió a Mejide para decirle: “No deberías dar hueco en tu programa a discursos de odio”.
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¿Será que la izquierda woke española no defiende la libertad de expresión? ¡Claro que la defiende! Pero es que, como explicaba Yolanda Díaz a propósito de la reducción de jornada, “nosotros estamos en política para hacer el bien, otros para hacer el mal”. Y libertad, sí, claro, pero no para el Mal. ¿De qué me suena esto?…