Tras un paréntesis de seis meses por un largo permiso por paternidad (gracias, Estado; y gracias, La Vanguardia), el que escribe repasa los mapas y se lleva las dos manos a la cabeza con una duda: ¿qué futuro tiene la economía española cuando el relevo laboral parece una quimera a corto, medio y largo plazo?
El mapa que sigue habla por sí solo: la diferencia entre las personas mayores de 50 años en la población ocupada y los menores de 30 años es abultada. En España. Y alrededor. Pero aquí lo es en especial donde más población se concentra y más necesidad de mano de obra hay: Andalucía, Madrid, Catalunya, Comunitat Valenciana.
Son, a grandes rasgos, los principales motores económicos del país.
Ay.
Pero el ay debe matizarse. España crece casi como ningún otro país europeo y lo hace, sobre todo, empujado por el viento de cola que supone, ¿sorpresa?, la inmigración, que aumenta y es cada vez más indispensable entre tantas sociedades que encogen, mano de obra necesaria sobre todo en aquellas profesiones boyantes en un globo digitalizado (desarrollador de software, ingenieros de sistemas, etc.), aunque aquí en especial en oficios imprescindibles para el día a día –pero menor valor añadido– como la albañilería, la fontanería, la recolección de fruta, entre los profesionales de la logística y el transporte u hostelería, según el SEPE. Todos perfiles hoy en busca y captura. Y es la población venida de lejos y no tan lejos –ahora mayoritariamente latinoamericana– la varita mágica por la que pasa la solución habitual.
(Pedro Sánchez, esta semana en Nueva York para asistir a la 80 Asamblea General de las Naciones Unidas, atacó a Trump y dijo que la inmigración “es fuente de esperanza”. Sus palabras se entienden mejor con el primer mapa en la mano.)
Ello choca por el renovado auge de las formaciones de nueva extrema derecha, libertarias en lo económico, muy conservadoras-antiinmigración en lo social. Y se ve claramente en el último sondeo sobre las prospectivas electorales en Catalunya realizado por Ipsos para La Vanguardia:
Sondeo de Ipsos para ‘La Vanguardia’ del pasado domingo.
Gana escaños la extrema derecha unionista. Gana escaños la extrema derecha independentista aunque la falta de mano de obra continúa al igual que sigue la necesidad de crecer vía inmigración. El cóctel amenaza con descarrilar.
Una alternativa en positivo sería incentivar la natalidad. Pero poco rema en este sentido. La vivienda está como está, prohibitiva para la mayoría por un mercado que levanta la bandera de la sobrevaloración en un país donde el salario más frecuente ronda los 15.500 euros anuales, según el INE; en un país donde la tasa de desempleo continúa cerca del 10% pese a haber unos 150.000 puestos que no se cubren, también según el INE. Todo parecen urgencias. A menudo, contradictorias entre sí. Y pese a todo, continúa el bache de la escasa inversión en políticas sociales, de forma destacada en esas autonomías donde es más acusada la falta de relevo laboral, que no son otros que los dos principales territorios por población y por contribución a la riqueza española, Madrid y Catalunya.
Se puede achacar a la falta de recursos y a la multiplicidad de frentes a los que atacar desde unos presupuestos siempre limitados. Cierto. También a lo que Europa recuerda una vez y otra: que España debe equilibrar su fiscalidad; que debe ajustar lo que ingresa con lo que gasta, teniendo en cuenta que la presión fiscal sigue siendo algo menor a la media europea (sobre el 38% del PIB, lejos de Francia, Bélgica, Alemania o Italia, que superan, a veces de largo, el 40%) aunque el esfuerzo fiscal (el esfuerzo en impuestos de cada ciudadano al calcularse con respecto al PIB per capita) sea superior.
Se puede poner por aquí el ejemplo de los ingresos por patrimonio de Noruega y Suiza, notoriamente alejados respecto al caso de España:
Para recaudar más, eso sí, ya se sabe que no es tanto quitar como generar y redistribuir riqueza y para ello el crecimiento económico es un elemento necesario. Luego invertir y desarrollar infraestructuras básicas que lo impulsen. Y tener o retener talento humano. Y tener acceso a energía económica y segura. Y más.
¿Que España avanza a golpe de renovable e incluso consigue rebajar la factura de la luz respecto a tiempo atrás y los países vecinos? Pues se añade el problema de la saturación de la red. Es decir, ¡faltan cables! ¿Raro? Nueva contradicción.
Así es como todo parece un pez que se muerde la cola y por el momento lo que queda es una confusión que lleva a que la elección de muchos jóvenes, sobre todo entre ellos, según las estadísticas, sea votar a la extrema derecha.
Ay.
La tierra arde, ¿Marte espera?
Cerca de las fronteras europeas, cada vez más en ellas, suma y sigue el test sobre los límites del nuevo mundo sin reglas, de ese viejo mundo realista en el que domina el más fuerte.
Israel atacó hace nada a Hamas en Qatar, país que alberga la mayor base de EE.UU. en Oriente Medio y que ya antes fue atacada por Irán. Drones rusos han llegado a penetrar en Polonia, un país miembro de la UE y la OTAN, donde atacar a uno de los aliados equivale a atacar a todos ellos.
¿Sí?
Qatar ha movilizado a sus socios del Golfo para apoyarse entre sí a falta de una respuesta contundente por parte de EE.UU. Polonia ha llamado a reunirse a sus socios de la OTAN pero sobre todo es Varsovia la que se mueve frente a Moscú, incluso contactando con Kyiv para entrenarse mejor contra todo tipo de aparatos autónomos rusos. Porque Rusia e Israel han probado hasta qué punto se resquebraja el vigente orden internacional sin consecuencias profundas en Europa, en los EE.UU. de Donald Trump o en el ámbito internacional, aunque todos los critiquen.
¿EE.UU. protegerá a sus aliados tras no hacer nada en Qatar? ¿Lo haría China respecto a India tras ir de la mano en la reciente cita en Tianjin pese a tener una compleja frontera común? ¿O con Irán tras observar cómo fue bombardeada por parte de Israel sin que Pekín decidiera ir más allá? Las alianzas movedizas mueven el mundo. Y la respuesta son nuevas alianzas. La primera, cerrada poco después del ataque israelí en Qatar, entre Pakistán (una potencia nuclear) y Arabia Saudí.
La incertidumbre crece, la formación de alianzas se multiplica, China saca la cabeza con la Organización de Cooperación de Shanghai, pero en el fondo nadie se fíe de nadie. Tampoco hoy los aliados OTAN de Trump.
Pintan bastos. Se está a la espera de aclarar hasta qué punto. Por el momento los expertos advierten de los peligros de guerras iniciadas por una simple chispa que nadie vio venir y acabó generando un gigantesco incendio.
(PD: Ante tal panorama ya hay quien piensa en un salto a Marte, como Elon Musk. Otros, como los tecnolibertarios cercanos a Peter Thiel con influencia ascendente en Washington, ponen su mente en territorios alternativos en la Tierra con los que soñar, a replicar y expandir. Ahí está Singapur. También zonas especiales en Honduras y más. Ya se sabe: si la realidad no gusta, mejor inventarse otra y ya veremos.)
Los territorios soñados por los libertarios.
¿Cambio climático? ¿Qué cambio climático?
En medio de tanto conflicto, inseguridad e incerteza, hablar del cambio climático ha pasado a un segundo plano. Incluso Greta Thunberg es hoy portada por su participación a bordo de la flotilla humanitaria que va destino a la franja de Gaza y no por su activismo verde.
Y sin embargo las noticias insisten en poner sobre la mesa que todo sigue donde estaba. Barcelona es la tercera ciudad más afectada de Europa por muertes con su origen en el cambio climático –básicamente por calor. Las pérdidas económicas por clima extremo este verano en España han sido las mayores del continente. Y los incendios, aunque desde siempre hacen acto de presencia en España, no dan tregua.
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¿Ya no importa? Por el momento el mundo producirá el doble de energía fósil del límite exigido para frenar el cambio climático y la discordia se ha asentado en el seno de la UE de cara al nuevo plan para recortar emisiones –mientras EE.UU. acuerda con Bruselas aumentar las importaciones de su gas frente al ruso para disgusto de muchos.
Qué mundo.