Steve, lo nuevo de Netflix protagonizado por Cillian Murphy, es, desde varios puntos de vista, un drama clásico. El actor interpreta al personaje titular, un esforzado profesor en medio de un colegio para chicos problemáticos, con su acostumbrada intensidad. Solo que, también, utiliza el complicado contexto que rodea a la historia, para además brindar un apropiado comentario político sobre la exclusión y la pobreza. Por lo que la cinta, lejos de solo ser un melodrama, se acerca más a una denuncia honesta y dura sobre la precariedad educativa y el prejuicio.
En especial, porque la película dirigida por Tim Mielants, adapta el controvertido libro Shy de Max Porter de 2023. La historia, que cuenta las dificultades y el tenso ambiente educativo en la Inglaterra de 1990, es complicada por necesidad. Pero la adaptación, que escribe el propio Porter, reflexiona sobre los diversos obstáculos de profesores y alumnos desde un punto de vista singular. La dinámica entre la comunidad que intenta, como puede, lograr el éxito intelectual a través de la dedicación, la fe y la esperanza.
Por lo que la trama parte de un terreno muy conocido: historias de escuelas con alumnos difíciles y adultos al límite. Sin embargo, lo que podría parecer un cliché, pronto se transforma en una nueva demostración del talento de Cillian Murphy para indagar en un hombre difícil con un objetivo. Luchar con la indiferencia del poder y la torpeza del sistema, para brindar un futuro a sus alumnos. Algo por lo que debe sacrificar no solo su vida privada, sino sus aspiraciones profesionales. Un giro de los acontecimientos que la cinta usa para profundizar en la ambición, el triunfo y el fracaso desde una óptica distinta.
Una historia contemporánea para ‘Steve’
De la misma forma que el libro, el argumento de Steve se ambienta en 1996 dentro de un internado británico para varones. El centro vive en una especie de crisis permanente: faltan recursos, la plantilla docente es reducida y las tensiones entre los alumnos suelen estallar sin previo aviso. En medio de ese caos se encuentra Steve (Cillian Murphy), el director, que intenta mantener el orden a pesar de llevar consigo las secuelas de un accidente automovilístico reciente.
Todo lo anterior provoca que el ambiente escolar resulte sofocante. No porque falte compromiso del personal, sino porque las condiciones son precarias y la energía necesaria para contener la violencia y el desánimo parece agotarse a diario. Lo interesante es que el relato no se conforma con retratar el desgaste académico, sino que también incorpora factores externos, como la presencia constante de un equipo periodístico que graba todo lo que ocurre, y la amenaza inminente del cierre del centro por falta de financiación. De modo que la sensación de desastre inminente, está en todas partes.
Dos puntos de vista para un conflicto complejo
La atmósfera permite cambiar el punto de vista de la novela con una decisión que, a primera vista, parece controversial. En el original, la historia giraba alrededor de Shy (Jay Lycurgo en la cinta), uno de los alumnos. El texto seguía su perspectiva y ofrecía una mirada desde dentro de la experiencia estudiantil. La película, en cambio, apuesta por dar el foco a Steve. Es comprensible que la producción busque aprovechar el magnetismo de Murphy, pero más allá de eso, brinda riqueza a la trama. Por un lado, el guion explora en el funcionamiento interno de la institución y entendemos los dilemas del personal educativo.
Por otro, toma lo esencial del punto de vista del libro para crear una honesta visión acerca de ser joven, ambicioso y con deseos de superación, en medio de un sistema educativo fallido. Una y otra vez, Steve reflexiona sobre a través de ambos puntos de vista sobre temas complejos. Del valor de la educación en medio de la pobreza, hasta la abnegación de empleados, profesores y demás personal académico. Una combinación que brinda a la película sus mejores momentos.
La oportunidad para brillar de un gran actor
El centro de la película, sin embargo, es Cillian Murphy. Como Steve, despliega un rango emocional que oscila entre el nerviosismo constante y la represión de un dolor interior que nunca se muestra del todo. Su manera de habitar el personaje recuerda a su trabajo en Oppenheimer, aunque aquí la escala sea mucho más íntima. Cada gesto transmite la idea de un hombre que ha perdido el control, pero que sigue aferrándose a la fachada de autoridad.
Algo que se convierte en el centro de la reflexión de la cinta sobre el poder de la voluntad. Para bien o para mal, Steve sabe que es la única oportunidad de los alumnos a su cargo de continuar en el sistema académico y alcanzar un futuro prometedor. De modo que el personaje, lucha tanto por sí mismo — y su eventual recuperación — como por todos los que chicos que considera directamente su responsabilidad. Un ángulo que permite a la cinta indagar sobre el sentido del deber — de Steve y los profesores que le acompañan — desde un ángulo generoso y honesto.
De modo que Steve quizá no revolucione el género de dramas escolares, pero sí aporta una rara profundidad al género. En particular, al convertir la lucha por los ideales, en un tema capaz de debatirse fuera del aula y más allá de reclamos sociales. Al final, la película logra explorar en la idea de que el conocimiento es el mayor legado intangible que puede dejar a su paso gobiernos, instituciones y profesores. Un mensaje en apariencia simple que se hace más rico y contundente a medida que Steve llega a sus momentos finales.
Steve se estrena en Netflix el próximo 3 de octubre.
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