Tras la celebración ayer de la festividad de San Miguel, conviene recordar la importancia histórica que tuvo el rey Alfonso X en la instauración de la Feria de San Miguel, que hunde su génesis en la segunda mitad del siglo XIII cuando el rey de … Castilla y León otorgó a la ciudad dos ferias anuales mediante un Real Privilegio fechado el 18 de marzo de 1254. Una de ellas sería la llamada feria de «Cisquesma», anterior al comienzo de la Cuaresma y que ya en el siglo XIX se aplazaría hasta la primavera, tras la Semana Santa, dando lugar a la actual Feria de Sevilla. La otra se celebraría en septiembre alrededor de la festividad de San Miguel Arcángel, siendo una feria que, en su origen y al igual que la primera, quedó instaurada con el objetivo de favorecer el desarrollo de los intercambios comerciales y la propia expansión de la ciudad. Una Feria de San Miguel reducida hoy a un vago recuerdo mediante la celebración de varias corridas de toros en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, que sin embargo tuvo en el pasado un más que significativo protagonismo en el desarrollo económico de la ciudad.
Y es que el deseo de Alfonso X de establecer dos ferias ganaderas en Sevilla respondía a la imperiosa necesidad de revitalizar económicamente a una ciudad que venía sufriendo no solo años de guerra a causa de la Reconquista, culminada por su padre Fernando III en 1248, sino también cambios demográficos obligados, que a su vez habían dañado seriamente la prosperidad de la urbe, afectando negativamente a los mercados tradicionales. Así, el establecimiento de ferias mercantiles como la de San Miguel servían de contrapunto para espolear tanto el comercio como la propia repoblación de la ciudad.
Desde su creación en 1254 el carácter eminentemente agrícola-ganadero de la feria septembrina fue evolucionando de tal manera que en los tiempos más contemporáneos se tornó en un ambiente lúdico y festivo ciertamente análogo al que se desarrollaría en la Feria de Abril. El declive de la Feria de San Miguel comenzaría durante la primera mitad del pasado siglo XX, acentuándose en la segunda mitad del mismo, sufriendo un enorme parón desde los años setenta, momento en el que entraría en una coyuntura de retroceso de la que no ha vuelto a recuperarse pese a los esfuerzos municipales, que desde entonces han intentado revitalizarla de manera infructuosa, llegando incluso a impulsar en su lugar ferias ganaderas como las recordadas ferias del toro, que durante algunos años se celebraron en el Palacio de Exposiciones y Congresos o el Salón Internacional del Caballo (SICAB), que, muy por el contrario, sí ha sabido perpetuarse con éxito, siendo uno de los grandes reclamos ganaderos de la ciudad durante el otoño, hasta consolidarse como uno de los mayores eventos ecuestres a nivel mundial.
El legado cultural de rey Alfonso X se antoja fundamental no solo para entender la repoblación, restauración y reorganización del Reino de Sevilla tras la Reconquista, sino para entender cómo la ciudad se convirtió bajo su reinado en el centro político, económico y social de la corona castellana desde la segunda mitad del siglo XIII, dotándola de un desarrollo arquitectónico que como herencia imperecedera llega hasta nuestros días, véase la conservación de la mezquita mayor de Sevilla, de la que hoy mantenemos la Giralda, la Puerta del Perdón o el Patio de los Naranjos; la fundación de primitivas parroquias sevillanas como las de Santa María la Blanca, San Ildefonso, San Isidoro, San Pedro, el Salvador, Santa Catalina, San Román, Santa Cruz, San Andrés, San Vicente, San Martín, San Gil, San Julián, Santa Marina, Santa María Magdalena o Santa Ana entre otras; la construcción de las Reales Atarazanas o el realce devocional de algunas devociones marianas de especial predicamento religioso como la Virgen de los Reyes, la Virgen de la Sede o la Virgen de las Batallas; pero, sobre todo, el impulso económico que recibió la ciudad mediante el establecimiento de las ferias mercantiles.
Hoy día y pese a haber perdido su impronta agrícola y ganadera, la Feria de San Miguel, como si de una patrimonio inmaterial se tratase, sigue recordándonos la grandeza cultural y el poderío económico de la Sevilla Alfonsí, la ciudad reconquistada por San Fernando, pero modernizada por un rey Sabio sin el que resultaría bastante complicado comprender el pasado histórico, cultural y recreativo de algunas fiestas populares como la Feria de San Miguel.
Pablo Borrallo