Planificar es cuantitativo. Aceptar es cualitativo. Intentamos gobernar nuestras vidas, pero la vida nos da sorpresas.
Nos proyectamos hacia el mañana con el bagaje del pasado, pero el futuro exige adoptar nuevas reglas y miradas. Protestamos un poco, porque no queremos ser expulsados del pasado, pero estamos sumergidos en la vida. Vivir es aceptar, ampliar nuestra mirada y respuesta ante lo que pasa.
Hay más realidad que la que hemos tenido hasta ahora y la vida nos espera, casi siempre, en lo inesperado. Lo que venga es nuevo. En ello nos vamos a desenvolver. Hay momentos en los que descubrimos nuevas facetas de nosotros mismos, que, aunque no siempre sean fáciles de inaugurar, amplían nuestro destino. Madurar es crecer en nuestro futuro.
Avanzar es descubrir y soltar. Para elevarse, hay que aprender a soltar lastre. Hablo con un amigo de verdad y la conversación fluye con sinceridad, intimidad y entereza. Le suelto una idea y me la rebota enriquecida, siempre, porque todo diálogo de verdad es como un juego de frontón, tú lanzas la pelota y el otro te la devuelve.
Avanzar es descubrir y soltar; para elevarse, hay que aprender a soltar lastre
El juego más interesante es aquel en que se comprende que no es que el rebote te llegue a un lugar donde has quedado descolocado, sino que te llega, precisamente, a un lugar al que te invitan a recolocarte.
Para decirlo con otra imagen: la idea es ampliar el radio de nuestro compás y, además, cambiar el punto de anclaje de la aguja. Si queremos tener una mirada más amplia, debemos aceptar la invitación para cambiar no solo el punto al que queremos acceder, más lejano, sino, además, fijar otro centro que nos obligue a salir del cansancio y del confort. Eso es crecer y madurar.
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Vivir es crecer desde la alegría y superar el conocido cansancio. Nos merecemos treguas, pero nos exigimos la grandeza de no claudicar. Lo dijo Pessoa en un poema que habla de alegría, de calma, de fiebre y de esperanza. En su poema Cansancio, su final reza: “Un descanso que no se encuentra / no, no es cansancio / es algo más, es más hondo, / es lo que queda del alma / cuando se la ha entregado”.
Hemos regresado. Los periódicos nos esperan con las fauces afiladas, como antes del verano. Pero no saben que nosotros no nos dejamos tumbar por el cansancio. Hemos optado por recolocarnos en lugar de quedarnos descolocados. Lo hemos decidido, con la misma fuerza del poema de Pere Casaldàliga Nuestra hora, que dice: “Es tarde / pero es nuestra hora. / Es tarde / pero es todo el tiempo / que tenemos a mano para hacer el futuro. / Es tarde / pero somos nosotros / esta hora tardía. / Es tarde / pero es madrugada / si insistimos un poco”.