Hasta los cambios de Diego Pablo Simeone, el Atlético de Madrid había sido un quiero y no puedo en la segunda mitad. Ya en el minuto 73, después del parón por la atención médica a un aficionado en la grada. La entrada de Antoine Griezmann, Conor Gallagher y Matteo Ruggeri fue un impulso en ataque para el Atlético. Sobre todo, por el futbolista francés, que entró al campo de forma diferencial, dispuesto a alterar el encuentro.
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Un centro suyo, el mejor de todo el partido en cualquiera de los jugadores de rojiblanco, lo conectó de testa Sorloth (su primer remate de todo el duelo, recién salido Griezmann); una apertura suya abrió otra combinación y una volea en el segundo palo, tras un centro desde la banda derecha, lo repelió el poste. Era el momento del Atlético.
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Un centro chut, también de Griezmann, acercó de nuevo al Atlético al segundo gol, despejado a duras penas por Sivera, el sostén del Alavés, que sí sintió la presión y el acecho del equipo rojiblanco entonces.
El último movimiento de Simeone fue Koke Resurrección por Giuliano Simeone y Giacomo Raspadori por Julián Alvarez, lejos de su mejor versión en este inicio de la temporada, sobre todo los dos últimos encuentros.
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Aún hizo otra parada Sivera a remate de Raspadori, dentro del monólogo del Atlético, demasiado tarde, insuficiente. Dos puntos de nueve posibles. “Podemos hablar de jugar mejor o no sé qué, pero no tenemos los puntos que deberíamos tener. Es culpa nuestra. Deberíamos hacerlo mejor y hacer más”, concluyó Jan Oblak. Voz más que autorizada