«Se les llama insensatos, pegados a las pantallas, de cristal… pero hay muchos datos que demuestran lo contrario», añadió.
Según expuso, en España viven actualmente unos 7,6 millones de jóvenes, que suponen solo el 15% de la población total, frente al 25% que representaban hace cuarenta años. «Tienen menos peso demográfico y, por tanto, menos peso en las prioridades políticas», apuntó. Desde su punto de vista, se trata de una generación con tres grandes rasgos: «Son muy diversos, están comprometidos y viven con gran incertidumbre».
El 24% de la juventud tiene origen extranjero, «pero no sólo son diversos por eso», subrayó. También reivindican nuevas formas de vida. Por otro lado, «un 40% participa en causas sociales y solidarias», aunque con un modo de implicarse distinto: «No lo hacen a través de partidos o asociaciones tradicionales; prefieren movilizarse por redes sociales o de forma más espontánea».
Alta formación, baja empleabilidad
«Sí, es la generación mejor formada de la historia, sin duda», respondió Martín Padura ante una de las afirmaciones más recurrentes en los discursos políticos. Y lo justificó con cifras: más de un millón de personas están matriculadas en Formación Profesional, «rompiendo ya el estigma de que es la vía de los malos estudiantes». De hecho, explicó que la inserción laboral en FP supera el 36% en menos de tres meses.
Sin embargo, la tasa de desempleo juvenil en España sigue duplicando la media europea: 21,4% frente al 11,2%. «Ha mejorado respecto a 2009, pero el problema es estructural», afirmó. Y remarcó que no basta con observar la cifra de paro, sino también la calidad del empleo: «La parcialidad involuntaria es del 46,7%, mientras que en Europa es del 19%».
La sobrecualificación es otro obstáculo que genera frustración. «Hoy se pide el oro y el moro para cualquier empleo», ironizó. Y destacó un fenómeno creciente: «Cada vez más universitarios hacen un ciclo de FP como salida laboral realista».
Una emancipación cada vez más lejana
«La precariedad laboral y la imposibilidad de emanciparse son las dos grandes preocupaciones de los jóvenes en España hoy», afirmó con rotundidad la directora de Fad Juventud. La edad media para dejar el hogar familiar ya ha superado los 30 años, mientras que en la UE se sitúa en torno a los 26.
«Hablamos de la generación inquilina», dijo, aludiendo a que la compra de vivienda está fuera del alcance de la mayoría. El alquiler tampoco es una opción viable: «El 92% del salario medio joven se destina al pago del alquiler». Y, según los datos que aportó, solo el 7,2% de los menores de 25 años está emancipado.
Pero más allá de los factores económicos, Martín Padura se detuvo en una cuestión cultural: «No se considera la emancipación como una fase del desarrollo educativo. Se ve como un lujo que tienen que ganarse por sí mismos». En este sentido, apuntó a las familias: «Igual que hacemos esfuerzos para dar educación y bienestar, deberíamos reflexionar sobre cómo acompañamos el salto a la vida adulta».
También alertó de que se está trasladando un modelo de sobreprotección que impide a los jóvenes experimentar el error: «Nos obsesiona que no sufran y les estamos quitando oportunidades de aprender por sí mismos».
Pantallas, salud mental y corresponsabilidad
La segunda mitad de la entrevista abordó los riesgos del entorno digital, la salud mental y el papel que desempeñan tanto familias como instituciones y empresas.
«No se puede educar en lo digital desde el miedo. Hay que acompañar y dar herramientas desde la infancia», defendió Martín Padura. A su juicio, el discurso adultocéntrico impide comprender el valor que los jóvenes otorgan a las pantallas, especialmente en el ámbito del ocio. «No basta con prohibir o limitar. Necesitamos escuchar cómo perciben ellos los riesgos y qué usos hacen de la tecnología».
Citó una investigación reciente de Fad Juventud en la que se analizaba el uso de dispositivos en familias andaluzas: «Los adultos ven la tecnología como algo útil y que ahorra tiempo, mientras que los jóvenes la usan para entretenerse. Esa diferencia genera muchos malentendidos».
También reconoció la preocupación por el impacto emocional: «Un 40% de jóvenes entre 15 y 29 años declara haber sentido ansiedad». Y en relación con la soledad no deseada, los datos señalan que «entre un 20 y un 25% siente que no encaja o que le cuesta hacer amigos con frecuencia». Según indicó, estos malestares no deben patologizarse de forma inmediata, «pero tampoco pueden ser ignorados».
Finalmente, reclamó una mayor implicación de todos los agentes sociales: «Hay que hablar de corresponsabilidad. No vale con que las familias echen la culpa a la escuela, la escuela a las redes y las redes a las empresas». Y concluyó: «Les pedimos todo a los jóvenes, pero les damos muy poco».