Aprender a ser
A toda afirmación le precede una gran pregunta:
¿Qué significa educar verdaderamente al ser humano?
Sabemos que la educación griega no era simplemente instrucción ni transmisión de conocimientos, sino formación integral del ser humano. En la cultura helénica consistía en dar forma al hombre en aquello que lo hace verdaderamente humano. Esa perfección se expresaba en el ideal del kalós kagathós (bello y bueno).
En este contexto sapiencial nace una propuesta nueva: Corfulness – La revolución silenciosa del corazón, un libro -publicado este verano- que plantea una renovación radical de la educación: volver al corazón como centro de una existencia con sentido. No hablamos de sentimentalismo ni de autoayuda, sino de un paradigma antropológico que conecta con la mejor tradición pedagógica y sapiencial y la enriquece para el siglo XXI.
La gran novedad es presentar el corazón como eje de una metafísica “orgánica”, una auténtica antropología trascendente que busca la unidad interior como fundamento del obrar. Como se afirma en el libro: “en el corazón encontrarás la brújula hacedora de mapas”.
Corfulness supone un cambio de paradigma: devolver una mirada renovada al ser humano para que descubra las claves de su esperanza y oriente con sentido y propósito su vida. Hasta la fecha nos han enseñado a formar la cabeza; ahora es el momento de formar también el corazón, y con ello devolver la primera mirada a nuestro ser. Ese es el desplazamiento de centro de gravedad que propone Corfulness.
Afirma, además, que los dos pilares fundamentales de los líderes del futuro son la vida interior y su integridad y el sentido de trascendencia.
Aprender a saborear
La educación contemporánea oscila entre el exceso de información y la presión por la competencia. Enseñamos a memorizar, a calcular y a adaptarse, pero olvidamos lo más importante: aprender a ser.
Corfulness nos recuerda: “para saber, primero hay que habitar en nuestro interior, estar presente, decantar y sedimentar la realidad en lugar de engullirla sin masticar. Porque saber es saborear”.
¿Se puede saborear sin degustar con sosiego lo recibido? ¿Dónde ha quedado la educación que no solo habilita sino que también deleita el alma?
Cuando desaparece la experiencia del descubrimiento y dejamos de ser exploradores, la motivación se apaga. Lo que nos mueve a aprender no es acumular datos, sino crecer para responder al anhelo profundo de plenitud.
Aristóteles lo expresó con claridad: “Todos los hombres desean por naturaleza saber” (Metafísica I, 980 a1). Ese saber no es curiosidad superficial, sino búsqueda de una verdad que de alguna manera ya nos habita. Corfulness quiere habilitarnos para acceder a esta intuición natural de sabernos guiados por un magnetismo que nos promete una vida única, singular e irrepetible.
Educar es entonces regresar al hogar del ser, el lugar donde nos afirmamos, donde somos llamados por nuestro nombre y recuperamos la esperanza que ilumina nuestras vidas. Corfulness advierte la urgencia de volver a conectar con el corazón para evitar vacío existencial, agitación, soledad e incluso depresión. Por eso, afirma que es salud del alma que se traduce en 9 frutos.
No es casualidad que en el MIT Professional Education la mirada de Corfulness haya tenido gran acogida. En el programa de Creatividad en la Innovación se invita a los participantes a ser exploradores y soñadores de grandes metas: los moon shots. Ver más allá es renunciar al conformismo y crecer en simetría con la verdad de lo que somos, como la semilla de un pino que solo florece si crece conforme a su naturaleza.
Una nueva paideia educativa
Corfulness afirma que “el nuevo paradigma humano que se abre con esta revolución no es tecnológico ni económico, sino antropológico”. Nos encontramos en una encrucijada con la injerencia de la inteligencia artificial en la educación, pero esto puede ser una buena noticia: contribuirá a liberar de cada cual lo propiamente humano.
Como se expresa en el libro: “quien habita el corazón, cuando participa de forma consciente con el ser, el tiempo se dilata. Ya no nos consume; nos recupera, nos reordena, nos oxigena”.
La educación requiere, por tanto, una nueva paideia, capaz de resucitar su vocación originaria: orientar y dar vida. No basta con añadir metodologías innovadoras; hay que renovar el suelo mismo de la educación. “No basta con transmitir información: hay que formar personas capaces de habitar el mundo con profundidad y que estén dispuestas de forma proactiva a transformarlo”, se afirma en el libro.
El núcleo de este paradigma es el hábito de ser, esa atmósfera interior que prepara el terreno para que la verdad emerja. “Solo quien aprende a escuchar comienza a ver”, dice el texto. Como recuerda mi madre conectando con la sabiduría popular: “El silencio es el sol que madura los frutos del alma”.
Ser como habitar precede al hacer. Ningún barco saldría al mar sin brújula; del mismo modo, ninguna educación puede orientarse sin reconectar primero con el corazón. El gran error de la educación contemporánea ha sido acumular mapas (programas, competencias, metodologías) olvidando lo esencial: la felicidad y el florecimiento de las personas.
Corfulness rescata el concepto de connaturalidad y lo refuerza: al amar se descubre, por inclinación afectiva, una forma de intuición que es sabiduría del alma y nos devuelve la brújula. Como se afirma: “solo se puede amar aquello que se conoce, pero solo se puede conocer verdaderamente aquello que se ama”.
La voluntad de ser: brújula interior
En el corazón habita lo que Corfulness llama la voluntad de ser: una certeza interior de saberse vinculado con lo real. Es una fuerza silenciosa que nos conecta con lo sagrado y orienta hacia la plenitud a la que todos anhelamos. No es simple instinto ni mera decisión racional, sino el eco profundo de nuestra naturaleza.
Como recuerda Tomás de Aquino en De Veritate: “La voluntad no es lo que quiere, sino que es el hombre que quiere por medio de la voluntad”. Por tanto, no somos nuestros pensamientos, sentimientos ni potencias, sino algo más profundo que ellas: la persona que las atesora.
Educar, si quiere ser auténtico, debe implicar aprender a reconocer y acompañar esta voluntad de ser. Desde el corazón, “querer es poder”.
De aquí brota el equilibrio que Corfulness considera imprescindible: alinear pensar, sentir y actuar como expresión unitaria del ser. Ese equilibrio sostiene la verdadera integridad y el auténtico liderazgo educativo.
Este desplazamiento afecta también a la phronesis (prudencia), que deja de ser solo una virtud operativa para convertirse en una prudencia iluminada por el corazón. El nous, entendido como razón ampliada, integra espíritu, cuerpo, mente, afectos y voluntad, abriéndose al Misterio que da sentido a la vida.
Un diálogo con Aristóteles
La tradición clásica y la propia ética a Nicómaco de Aristóteles enseñó que la plenitud (eudaimonía) se alcanza mediante el cultivo de virtudes como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Corfulness da un paso más: antes de las virtudes operativas existe un hábito más radical, el hábito de ser que se perfecciona en esa natural inclinación a permanecer en el amor.
Este hábito no es mera operación, sino inclinación connatural al ser: lo propio de quien ha conectado su brújula con el ser. Esta brújula se encuentra en quien ha depurado su intuición hacia lo auténtico y verdadero.
Así, el centro de gravedad se desplaza a los trascendentales: unidad, verdad, belleza y bondad. Las virtudes no desaparecen, sino que encuentran en esta raíz su coherencia. La plenitud no consiste solo en perfeccionar potencias, sino en vivir desde la unidad e integridad personal.
Pedagogía del corazón
La propuesta pedagógica de Corfulness se concreta en tres movimientos:
- Praxis → vivir con coherencia: pensar, sentir y actuar en armonía.
- Poiesis → dar forma a la interioridad: cultivar gratitud, serenidad, escucha y amor.
- Hábito de ser → ofrecer a cada persona la seguridad ontológica de saberse digna y reconocida en su singularidad.
Es, en definitiva, una pedagogía de la integridad que busca proyectarse a nivel global a través de “embajadores Corfulness”, con el propósito de formar líderes afinados desde su corazón. De este modo, pretende influir de manera positiva en la esfera pública, en el ámbito educativo, en las organizaciones políticas y también en el núcleo fundamental de la sociedad: la familia.
Contra el ruido interior
Corfulness alerta sobre la pandemia silenciosa del ruido y la dispersión. Hemos acumulado datos sin digerir, generando una “obesidad informativa” que enferma el alma.
Educar es también purificar la mirada para conectar con el ser. Como recordaba Tomás de Aquino: “Como es cada uno, así le aparece el fin”. Pero para cambiar la mirada primero se ha de transformar el corazón: el silencio es la clave.
¿Y qué es educar sino cuidar primero el interior de cada cual para saber cuidar a quien nos rodea?
La frontera de la inteligencia artificial
El libro culmina con un diálogo sobre la inteligencia artificial. Frente a quienes sueñan con que la máquina supere al hombre, Corfulness recuerda lo esencial: la IA puede procesar datos, pero no puede amar, asumir responsabilidad ni educar para la libertad.
La diferencia entre la inteligencia artificial y la humana está en la distancia que media entre el dato y el alma. Ese espacio es el lugar del corazón.
Del aula al liderazgo social
De esta forma la propuesta de Corfulness impacta de forma decisiva en el ámbito educativo y en la formación académica y universitaria, pero también en el liderazgo social, profesional y político. Una educación que reconecta con el corazón forma líderes capaces de decidir con integridad, orientar hacia la excelencia y poner en el centro a las personas. Porque se ha de educar para lograr que los futuros profesionales aporten virtudes, excelencia y bien común a un mundo donde la voluntad de poder y la manipulación se abren paso de forma constante.
En un mundo donde la técnica parece imponerse sobre la ética, Corfulness recuerda que no se trata de elegir entre resultados o humanidad, sino de integrarlos en una visión unitaria.
Conclusión
Corfulness – La revolución silenciosa del corazón no es una moda pedagógica pasajera, sino un verdadero cambio de paradigma. La innovación educativa no consiste en multiplicar metodologías ni en digitalizar procesos, sino en formar el corazón como centro de unidad, integridad y fecundidad.
No es un reto exclusivo de la familia ni algo delegable a la inteligencia artificial: requiere una mirada integral que sitúe lo plenamente humano en el corazón de cada ámbito vital.
En un tiempo de incertidumbre, esta propuesta se alza como una noticia esperanzadora: la educación del futuro no se juega en las pantallas, sino en la revolución silenciosa que empieza en el corazón.
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Óscar Corominas es Mentor acreditado del MIT Professional Education/ Massachussets Institute of Technology-Cambridge-USA-Abogado/Consultor estratégico/Formador/ Prof. Universitario URJC/ Asesor Parlamentario UE IX Legislatura