Alatriste: un héroe con fisuras. Un soldado de los tercios de Flandes que malvive como espadachín mercenario tras regresar vivo de la batalla. Alatriste, un héroe agrio: canalla y honorable al mismo tiempo. Esta creación de Arturo Pérez-Reverte irrumpió en 1996. Siete … volúmenes, más de 20 millones de lectores y treinta años después, el personaje literario más icónico de la literatura en español regresa a una España que se jacta de no leer.
«Cuando salió la primera novela de Alatriste, hubo tontos del culo que dijeron que era una novela con nostalgia por la España imperial. Pero si algo muestra Alatriste es una España oscura, triste. Es una visión desencantada, que ayuda a entender que España es lo que es hoy por los reyes idiotas, los ministros incompetentes y los curas fanáticos», dijo Arturo Pérez-Reverte en modo Pérez-Reverte hace diez años, cuando se celebró su aniversario con una edición serigrafiada.
En ese momento, Arturo explicó que había comenzado a escribir Alatriste para explicar a su hija Carlota (entonces ella tenía 12 años) qué es lo que había sucedido en la historia de un país incapaz de recordar. «Lo hice para entender por qué somos como somos». Por eso resulta imposible acoger y recibir el regreso de esta saga con un ojo puesto en el sumidero del presente. Alatriste es uno de los libros que se utilizan en los colegios para aprender historia en España y en América.
Muchos adultos se sirvieron de Alatriste y sus personajes para entender el peso de una tradición que a veces parece destino o tragedia… cuando es, en realidad, desmemoria. Aquello que queda tras el desmantelamiento de la educación y la cultura. Así lo escribe Pérez-Reverte en el texto ‘Un héroe cansado’: «Me atrajo siempre, desde niño, esa España fascinante y peligrosa del siglo XVII, de callejuelas estrechas y mal alumbradas, tabernas, burdeles y garitos de juego, corazón de un mundo en guerra, cuando Madrid era la capital del imperio más grande, de la tierra. Una España arrogante y orgullosa donde la vida había que ganársela, a menudo, entre el brillo de dos aceros». En tiempos de cobardes y mezquinos, Alatriste se abre paso con el filo de una espada.