LADRÓN DE FUEGO
Estamos ante un libro cimero en la historia desigual de nuestra poesía más o menos reciente, que vuelve a las librerías en el 50 aniversario de su publicación
‘Sepulcro en Tarquinia’, de Antonio Colinas, vuelve a las librerías en el 50 aniversario de su publicación. El regalo es iniciativa de Siruela, que ha cuajado con este gran poemario una bellísima artesanía inmemorial. Medio siglo contempla estas páginas, que ahora se nos … antojan novedad, briosa novedad en pie, porque la poesía de Colinas no navega añeja, y el tiempo no ha vulnerado el fulgor de unos versos de misterio donde se legisla lo invisible, como sólo ocurre en las obras que sí perviven. Estamos ante un libro cimero en la historia desigual de nuestra poesía más o menos reciente. Lo fue, y lo es. Leí este poemario siendo muy joven, casi adolescente, y logró rápido en mí una vitamina interior, una droga benéfica, que llega hasta hoy. Como que lo he releído y no poco de toda aquella impresión mía se ha avivado, casi inaugural, entre la pasión por la partitura secreta y el hechizo de verse convocado «hacia una luz del fondo», donde el enigma da vueltas sobre sí mismo.
‘Sepulcro en Tarquinia’ no es sólo un libro decisivo en la trayectoria de Colinas, después de ‘Truenos y flautas en un templo’ y antes de ‘Noche más allá de la noche’, por citar deprisa, sino en la poesía española de las épocas últimas, donde se descarrila hasta el experimentalismo ilegible o bien se propone el poemita de tísica elementalidad. Colinas sabe que hay un infinito en la contemplación, y lleva el alma empeñada en la aventura de trascendencia. El viaje mediterráneo se convierte aquí en rito iniciático: «En las colinas de Tarquinia he sentido / la paz de lo que no vuelve, la armonía / de lo que permanece en lo invisible». El paisaje clásico, las ruinas y los símbolos grecolatinos, se transforman en metáforas de un tránsito interior, donde la experiencia de la muerte se resuelve en una visión serena de lo eterno. Nunca se arrimó Colinas a las modas, y afinó la adversidad de la coherencia, trabajando la música secreta de la palabra, porque la música siempre dice una incógnita lejanía. En ‘Sepulcro en Tarquina’ ya se anuncia lo que luego supimos. El logro de una armonía entre tradición y modernidad, entre contemplación y revelación, entre la sabiduría del silencio y el susto de lo absoluto.
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