Si usted lector compra este libro ‘Sermones’ de António Vieira, se encontrará entre sus manos con, al menos, tres de los tesoros más grandes de la literatura universal. En este caso escritos en portugués por este jesuita lusitano del siglo XVII. Me refiero a … los que llevan por título: ‘Sermón de miércoles de ceniza’, ‘Sermón de San Antonio a los peces’ y ‘Sermón del buen ladrón’.
La lectura de los mismos se puede hacer de muchas maneras: desde la retórica religiosa de su tiempo, desde el simbolismo socio-político, o desde lo puramente literario que es desde donde yo lo hago ahora. Aunque Vieira ya fue muy famoso en vida, su redescubrimiento se debe a Fernando Pessoa pero, sobre todo, a Bernardo Soares en el ‘Libro del desasosiego’.
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Autor
António Vieria -
Editorial
Prensas universitarias de Zaragoza -
Año
2025 -
Páginas
356 -
Precio
28 euros
Como decía Borges, el presente conforma el pasado y no al revés. Autores del pasado, ocultos, olvidados o mal leídos por contemporáneos iletrados, de repente resurgen en la obra de otro grande, como en este caso Pessoa, que asumió parte de su estilo y, también en este caso muy importante, parte de sus ideas políticas de carácter utopista y sebastianista. Los tres sermones citados son de una modernidad electrizante.
La sabiduría literaria, histórica y de los libros sagrados de Vieira es extraordinaria y sabe superponer todo este conocimiento sobre un gran estilo propio de escritor de ficción y ensayista que iguala e incluso supera muchas veces al propio creador del ensayo moderno, Montaigne. Si los escritores peninsulares fuéramos de otras procedencias nacionales e incluso lingüísticas, hoy estaríamos en un pódium que se nos confisca siempre. Pues Vieira como Gracián es uno de los grandes.
Defendió el aprendizaje de las lenguas indígenas y la enseñanza del catecismo en ellas
Además Vieira nació español, pues por aquellas décadas España y Portugal estaban unidas. Lo hizo en el año 1608 en la ciudad de Lisboa. Pronto la familia se fue al Brasil donde su padre ofició de escribano en la ciudad de Bahía. Lúcio de Azevedo en su ‘Historia de António de Vieira’, califica a este personaje cuya vida bien valdría una gran novela o película, como ambicioso políticamente, volcánico e impulsivo, contradictorio, quimérico, valiente y arriesgado, un poco herético, funambulista entre la realidad y el sueño, viajero, polemista, misionero rebelde contra la burocracia estatal y los colonos, rebelde y muchas veces vencido.
Vieira sobrevivió a una vida extraordinariamente acelerada: naufragios, piratas, ejecuciones, enfermedades, su quema en efigie, enemistades de alta graduación en la Iglesia y la Monarquía de los Braganca y los peligros físicos del Amazonas.
Vieira mantuvo siempre contacto con los judíos y conversos. Proclamó que su expulsión traería grandes males económicos y financieros. La Inquisición calificó sus opiniones como de «Error judaico». Fueron varias las propuestas de su expulsión de la Compañía de Jesús. Marcel Bataillon califica a Vieira como «quijotesco». Y Eduardo Lourenco como «El mayor soñador de Portugal».
Príncipes, Reyes y Papas no le evitaron las cárceles inquisitoriales. Por ejemplo en Coimbra, en el año 1665, estos años de prisión le ayudaron a trabajar en sus escritos. Fue, por así decirlo, un pre ilustrado cientificista. Luchó por asentar el Portugal independiente de España en manos de los Braganca, tras los fracasos matrimoniales entre las monarquías hispánicas.
Predicaba en español, portugués, italiano y latín. Sus obras, en vida, se reeditaban a menudo
Y ya en un plano de ficción política, aunque él se lo creyó siendo tan racional, la ucronía del Quinto Imperio y el sebastianismo. La vuelta del Rey don Sebastián, muerto años atrás en el norte de Africa, en Alcazarquivir, acompañado de tropas españolas comandadas por el gran poeta y militar Aldana. Todos, como sabemos, perecieron. Esa idea de la resurrección, aunque fuera la de un Rey, no era muy apropiada, pues el único resurrecto que se conoce a través de los siglos fue Jesucristo.
Vieira defendió el aprendizaje de las lenguas indígenas y la enseñanza del catecismo en las mismas. Se dice que durante su estancia en el Maranhao y el Pará, fueron bautizadas más de doscientas mil personas. Se calculó que había unas mil cuatrocientas lenguas. Su labor fue muy semejante a la de Bartolomé de las Casas. La regencia de Pedro II (1668) por incapacidad de su hermano Alfonso, liberó a Vieira de todas sus gravísimas penas político-religiosas.
Un año después fue enviado a Roma donde se ratificó su absolución y pudo volver a impartir sus sermones. Regresó a Lisboa y de allí viajó ya definitivamente a Brasil. Sus últimos años de 1681 al 1697 los pasó en Bahía. Vieira siempre defendió el poder conjunto entre la Iglesia y el Estado. Aunque en América se le pasó por la cabeza la posibilidad de crear un estado jesuítico como se había hecho en Paraguay, donde fracasó sangrientamente. Octavio Paz nos recordó la polémica que Sor Juana Inés de la Cruz mantuvo con Vieira a propósito de la separación de poderes. Vieira no se enteró de este suceso.
La cuestión es que la monja mexicana optaba por una separación drástica entre lo religioso y lo político. En este caso sí que tenía razón ella. Todo surgió de la lectura del ‘Sermón del mandato’ que se incluye también en esta antología. Vieira defendió a los indios y a los negros, pero jamás hizo referencia a la supresión de la esclavitud.
Vieira predicaba en español, portugués, italiano y latín. Sus obras, en vida, fueron repetidamente publicadas y reeditadas. Él se quejaba de la cantidad de erratas que llevaban. Vieira como sus correspondientes literatos españoles, se debatió entre el culteranismo y el conceptismo. De ello hace él también referencia. Yo no veo tanto barroquismo en sus escritos, y su culteranismo es de un referencial histórico-literario-sagrado ingente, que él va muy bien mezclando. A veces se le calificó de culterano de manera peyorativa.
Hoy aún estos sermones atraerían a más fieles que las vanas palabras que se escuchan en las iglesias. El nuevo Papa debería exigir a los seminaristas una mayor preparación y conocimiento de la historia de su propia iglesia. La reculturalización salvaría a los religiosos de muchos pecados. Vieira debería estar entre esas exigencias de lectura. El ‘Sermón del miércoles de ceniza’ tendría que ser obligatorio por esas fechas. La edición de Luis María Marina encomiable.