Andaba con el pulso acelerado Valladolid ya de buena mañana. Desde los corrales del coso de Zorrilla se escuchaba el zumbido de las ruedas finas de las bicis y el de los abejorros de las consignas políticas mientras las gentes reinventaban rutas para llegar … a su destino. Las cintas blancas y los conos naranjas se extendían por las calles y las furgonetas de la Vuelta pasaban por delante de las del Toreo, que va más despacio. Tuvieron que retrasar el paseíllo hasta las siete de la tarde, ya con la ciudad más calmada. Dos hijos de Extremadura velaban armas en el Juan de Austria: Alejandro Talavante y Emilio de Justo, el mano a mano de los triunfadores de la pasada edición. Fue el de Cáceres el que salió en volandas después de desorejar al último, ya sobre la bocina, aunque más aroma había despertado su primera faena. En el recuerdo quedaba una pausada y torerísima obra del de Badajoz a un toro con celestial ritmo. En el apartado ganadero, un gran Manisero –con el que no terminó de entenderse– dentro un conjunto de Victoriano con noble fondo para triunfar pese a sus matices mansos.
Su buena casta enseñó ya en el capote Manisero y la mantuvo con fijeza en la muleta después de cumplir en el peto, estrellarse contra el burladero y el medio volatín. Embestía por ambos pitones, con el ritmo sostenido del zurdo, el lado mágico de Talavante, al que le faltó ahondar de verdad con aquel toro de triunfo, exigente y con mucho que torear. El fulminante espadazo desató la pañolada de la oreja. No falló la reata de Manisero, como aquel de Román en Valencia, como el de Roca en Sevilla.
Un recital por chicuelinas dio la bienvenida al segundo, otro buen ejemplar aunque con menos chispa que su hermano y más querencioso a las tablas. Tras la eficaz lidia, Emilio de Justo planteó entre las rayas una faena cimentada sobre la derecha, con vertical desmayo mientras sus yemas zurdas acariciaba la chaquetilla en una flamenca estampa. La música ambientaba la torera atmósfera. Por el izquierdo le costaba a Dulce entregarse y regresó a la mano de la cuchara con el broche pectoral a la hombrera contraria. Tras media docena de personalísimas manoletinas, arrancó una oreja con petición de otra.
Detuvo el tiempo Talavante en el tercero, tan dormido en su clase. A favor de Forajido lo hizo en una labor de figura. Midió distancias y tiempos, con temple y pausados derechazos. Al ralentí deletreó los naturales, con su corazón cosido a la embestida. Hasta trasladarnos al Alejandro Magno de aquellos maravillosos años en Madrid. Crecido hasta en el desplante. La tardanza en doblar del victoriano dejó aquella pieza, con más valor interior que la de muchas orejas, en tibias palmas.
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Coso de Valladolid.
Jueves, 11 de septiembre de 2025. Algo menos de tres cuartos de entrada. Toros de Victoriano del Río, de buena presencia en general para esta plaza, de interesante juego y opciones de triunfo; de noble fondo pese a que algunos se rajaron; destacó el encastado 1º; el peor, el manso 4º. -
Alejandro Talavante,
de pistacho y oro: estocada delantera desprendida (oreja); estocada desprendida algo atravesada (palmitas tras aviso); pinchazo, media, descabello y se echa (saludos tras aviso). -
Emilio de Justo,
de grana y oro: estocada trasera desprendida (oreja con petición de otra); dos pinchazos, otro hondo (palmas tras aviso); estocada trasera (dos orejas). Sale a hombros. -
Puerta grande
para Emilio de Justo.
A portagayola se marchó De Justo en el cuarto, un manso al que quiso adentrar en el camino correcto con poderosos doblones. Solo tablas quería el deslucido Beato, que en nada se pareció al de la despedida venteña de Esplá.
Complicado en banderillas el quinto, que puso en apuros puso a Lili. Sin embargo, Talavante venía con la ambición de triunfar y se echó de rodillas en el prólogo, con un cambiado por la espalda. Inspirado, dio fiesta por alegrías y rozó el triunfo, pero el acero se lo llevó después de un firme arrimón con el potable animal ya rajado.
Eran cerca de las nueve y media cuando salía el sexto. Y Emilio no había venido a empatar, aunque abusó de la voz y faltó cierto reposo. Entregado desde el quite por chicuelinas y tafalleras, brindó y desarrolló una labor muy dispuesta mientras se abría Candidato, válido para puntuar, pese a su mansa condición. El cacereño se metió al toro y al público en el bolsillo mientras pedaleaba hasta la meta de las dos orejas, la puerta grande y el puesto de Morante.