Hace más de una década que la Real Botica cerró sus puertas al público y, con los años, el polvo se ha colado hasta el interior de las anaquelerías, como para resaltar la solera de esos albarelos de cerámica de Talavera del siglo XVIII. … Se posa sobre las panzudas orzas y sobre las copas blancas de la Real Fábrica del Buen Retiro, velando los escudos de Carlos IV. También sobre los documentos de antiguas recetas dispensadas a los Reyes. No llega a ocultar, sin embargo, los restos adheridos a los recipientes de vidrio de la Granja de San Ildefonso. «Pescado líquido» se lee en una etiqueta en latín, bajo un escudo real.
Rocío Fernández Tresguerres, conservadora de Patrimonio Nacional, abre la portezuela de un armario inferior. «Eran herbarios que contenían distintos tipos de medicamentos», indica. De uno de sus cajones, extrae un pequeño bote blanco con extracto acuoso de venenosa cicuta. Al parecer, se usaba en linimentos para la ciática y dolores reumáticos.
«Es de un botiquín de viaje», lee en su etiqueta y explica que el boticario mayor acompañaba a los Reyes y de la Familia Real en sus desplazamientos con lo que se llamaba la ‘botica del camino’, un surtido de medicamentos y elementos con los que elaborara los remedios necesarios. «Isabel II sufría problemas de piel y viajaba con su famoso botiquín homeopático, que tiene más de 1.600 frascos de cristal repartidos en dos bandejas, una con líquidos y otra con sólidos», recuerda.
Tanto este lujoso botiquín como el de campaña que acompañaba a Alfonso XII en sus desplazamientos se podrán ver en el futuro recorrido por la Real Botica, tras la restauración que está a punto de comenzar. «Estas anaquelerías se van a proteger in situ con tableros de madera rígidos para que no se dañen y después se intervendrá a nivel arquitectónico, de climatización, seguridad e iluminación», avanza el arquitecto Raúl Gómez Escribano en estas salas históricas situadas entre el centro de recepción de visitantes, ahora en obras, y la entrada actual al Palacio Real.
Un museo con 12 salas
Está previsto que las obras terminen el 30 de junio de 2026 y la visita al renovado museo farmacéutico será más completa cuando se inaugure, según adelantan los expertos de Patrimonio Nacional en exclusiva para ABC. Su entrada, por ejemplo, cambia. Desde la plaza de armas, el público pasará a un recibidor con una gran vitrina donde se exhibirán unos tibores de la época de Felipe V. Son unos recipientes de gran tamaño que no se exhibían antes y se incorporarán a la muestra. En una sala anexa a este espacio de bienvenida, se proyectará un documental sobre la historia de la Real Botica.
Antiguos albarelos de la Real Botica y bote de extracto acuoso de cicuta extraído de los cajones
Fundada en 1594 por Felipe II, se instaló en la Casa del Tesoro, un edificio anexo al Real Alcázar de los Austrias que no se destruyó tras el incendio de 1734, aunque sufrió daños. Sería demolido posteriormente, hacia 1808-1810, relata Rocío Fernández, para la creación de la Plaza de Oriente. Desde entonces, la Real Botica cambió varias veces de sede hasta que en 1874, ya terminado el Palacio Real, se encargó a Narciso Pascual y Colomer la construcción de las actuales salas, cerca de la Familia Real y de los trabajadores de palacio para los que el Boticario Real y sus ayudantes elaboraban y dispensaban medicamentos.
Algunos de ellos pasarían a la Historia de la Farmacia en España, como Diego de Cortavilla y Sanabria, Boticario Mayor del rey Felipe IV (1605-1665), o el francés Luis Riquer, que llegó de la mano del primer Borbón en el trono español, Felipe V (1683-1746). Fernández recuerda que a este boticario se debe, entre otras cosas, la creación del jardín medicinal que dio origen al Real Jardín Botánico .
La conservadora y el arquitecto continúan la visita por la Sala de la Rebotica y las de Carlos IV, con los botámenes reales más antiguos y de «incalculable valor». En esencia, estos espacios no van a sufrir cambios. Tampoco la Sala de Destilaciones siguiente, una recreación histórica de los años 60, con alambiques y morteros auténticos. Los visitantes podrán conocer el Despacho del Boticario Mayor, con su valiosa biblioteca y también se reabrirá la Sala de Aparatos, aunque ésta guarda una sorpresa. Los restauradores han recuperado los colores originales de su mobiliario decimonónico, que imitan mármoles en tonos azules, verdes o beige, y sus decoraciones doradas.
En su interior permanece, sin embargo, el curioso instrumental médico y farmacéutico que se empleó en palacio: desde aparatos para lavativas a pildoreros o sifones. Fernández abre una portezuela y muestra varias cajitas empleadas para el reparto de medicinas. Todas llevan la etiqueta de Real Farmacia. «En los siglos XVI y XVII se habla de Real Botica y a partir del XVIII y la Ilustración, de la Real Oficina de Farmacia», explica. Con uno u otro nombre, para la conservadora, fue un servicio «emblemático», que «desde 1594 y hasta 2002 dispensó medicamentos. ¡Durante 408 años!»
Cajas de la Real Oficina de Farmacia
Antiguamente la visita acababa en estas salas, pero la conservadora y el arquitecto suben unas escaleras que antes solo utilizaban los empleados y conducen a este periódico hasta la primera planta. «Hay espacios que estaban cerrados y se van a abrir al público», anuncian. En una antigua consulta médica se va a recuperar, por ejemplo, parte de un herbario del siglo XIX con 355 cajones. La sala se conectará, además, con un amplio laboratorio art-decó, que conserva su histórico mobiliario así como un gran esterilizador. Los técnicos están ahora documentando los papeles y materiales que han hallado al vaciarlo para la restauración. «Hemos encontrado semen de ballena que, según he leído, se empleaba para cosmética», comenta Fernández aún sorprendida.
Las pequeñas habitaciones que se asoman al pasillo de esta primera planta se destinarán a exposiciones temáticas. Habrá una salita dedicada a la quina, donde se mostrarán dos curiosas corachas del siglo XVII. «Son unos grandes sacos de cuero con un cajón de madera en su interior donde se transportaba la corteza de este árbol que viene del Perú y que se utilizaba para combatir las fiebres», explica la conservadora antes de resaltar su importancia histórica. «España tuvo el monopolio de la quina», recuerda.
En otra salita se enseñarán tres vistosos botiquines de viaje, como el de Isabel II, y en una tercera, dedicada a la vida en la botica, se mostrará un uniforme de boticario y se proyectará un audiovisual. También está previsto habilitar una estancia para atención de investigadores y almacén.
Una escalera oculta
Al fondo del pasillo, Raúl Gómez se adentra en un recodo cegado y retira una alfombra para mostrar una trampilla metálica. «Aquí está la escalera original de la Real Botica, la de Pascual y Colomer», anuncia antes de bajar sus escalones. Se desconoce cuándo se destruyó un tramo y se tapió este acceso, que ahora se va a restaurar.
Tramo oculto de la escalera original de la Real Botica
«Quedará como un testimonio arqueológico de lo que fue», anticipa el arquitecto, satisfecho de recuperar un elemento perdido del responsable del primer proyecto de la Plaza de Oriente. El hueco de este olvidado rincón se aprovechará, además, para colocar un elevador desde la sala audiovisual inferior, que permitirá el acceso a todos los públicos. Desde allí se escuchan las obras en el centro de recepción de visitantes. Están en su recta final. En breve, le llegará el turno a la Real Botica, que en un año lucirá renovada.