«¿Quién mató al comendador? Fuenteovejuna, señor» Pocas frases en la historia de nuestro teatro han trascendido tanto como ésta, que forma parte ya del acervo popular. Es, más que un diálogo, un símbolo, el de la solidaridad y la fortaleza frente al … abuso del poder y ante la Justicia que Lope de Vega quiso destacar en una de sus obras maestras, ‘Fuenteovejuna’.
La Compañía Nacional de Teatro Clásico, que dirige Laila Ripoll, levanta hoy jueves el telón de la temporada en su sede del Teatro de la Comedia con una producción de ‘Fuenteovejuna’ que estrenó en el Festival de Almagro el pasado mes de julio. Lleva la firma de María Folguera (versión) y Rakel Camacho (dirección). Pedro Almagro, Mikel Arostegui Tolivar, Lorena Benito, Carmen Escudero, Mariano Estudillo, Cristina García, Jorge Kent, Pascual Laborda, Vicente León, Lucía López, Cristina Marín-Miró, Chani Martín, Eduardo Mayo. Nerea Moreno, Laura Ordás, Jaime Soler Huete, Fernando Trujillo. Adriana Ubani y Alberto Velasco componen el reparto de la función, que estará en cartel hasta el próximo 23 de noviembre.
Rakel Camacho defiende la «pertinencia de la obra». «Nos atraviesa profundamente -dice la directora-, cada verso de la obra abre en la cabeza del espectador un montón de preguntas y de reflexiones. Empecé con la idea de que la contemporaneidad iba a aparecer cuanto más nos acercáramos al pasado y más reviviéramos el espíritu de la obra. Esta ‘Fuenteovejuna’ quiere mirar al pasado para no olvidar, para comprender nuestros orígenes y acercarnos al centro de la esencia humana a través de la danza, la música, lo tribal, lo popular, la vibración del verso y de los cuerpos».
«’Fuenteovejuna’ -sigue Rakel Camacho- es un latido que viene a traer recuerdo, memoria y presencia de toda la historia de la humanidad y su violencia; no todos los pueblos se han podido rebelar como sucede en esta obra. En ella se invoca el espíritu de la comunión; las dos fuerzas opuestas del amor y la violencia están presentes en todos los versos de Lope. Cuenta, al fin y al cabo, una historia en el que el protagonista es el pueblo; hay un tirano que ejerce una violencia desmedida, una deshumanización que traspasa todo límite, que excede a nuestra comprensión y que persigue el amor porque no lo conoce».
Lope de Vega se basó para escribir esta obra en un hecho real sucedido en 1476 en la localidad cordobesa de Fuente Obejuna, separada de Almagro por apenas doscientos kilómetros. En ella se cuenta la rebelión de un pueblo ante la opresión, los abusos y las violaciones que lleva a cabo el Comendador, Fernán Gómez de Guzmán; los aldeanos, hartos, lo asesinan y se conjuran para aparecer ante la Justicia como los culpables. Ante la pregunta «¿Quién mató al Comendador?», todos contestan de manera unánime: «Fuenteovejuna, señor».
Violencia, justicia y piedad son algunos de los ejes sobre los que gira este espectáculo, en el que destaca igualmente, dice Rakel Camacho, «el contento permanente de este pueblo a pesar de su descontento -una frase de Francisco Nieva-. En esta obra hay una alegría, una comunidad, una defensa de ese pueblo trabajador que se ayuda, que es solidario. El pueblo, en esta función, está tratado no como una masa, sino que hay individualidades dentro de ese pueblo».
«’Fuenteovejuna’ es piel, carne y huesos -termina la directora-. Es la humanidad lanzando y recogiendo una pregunta imposible de responder: ¿cómo acabar con la violencia? ¿Por qué se perpetúa siglo tras siglo, año tras año, día tras día? En 1476, las personas que habitaban aquel pueblo de Córdoba, Fuente Obejuna, estallaron de violencia. Hoy vivimos entre episodios esperpénticos e insufribles a nivel mundial. La banalidad del mal que la certera Hannah Arendt nombró hace décadas, se ha transformado en la obscenidad del mal. Los aldeanos de la obra deciden el final de la violencia empleando la violencia. Alguien dijo que en todas las revoluciones debe correr la sangre para que surta efecto; yo no lo sé (aunque reconozco haberlo pensado en varias ocasiones). Creo que Lope de Vega tampoco lo sabe. Él quiso reconstruir los hechos para contarlos al público, escribió esta bella y terrible crónica teatral para hacernos pensar».