A la corrida de Jandilla le faltó entrega en líneas generales, pero a los que les ha sobrado capacidad, entrega y cualidades ha sido a la terna que tuvo enfrente. Y cada uno tuvo un toro para mostrar el extraordinario momento en el que se … encuentran los tres. Mientras Daniel Luque hace embestir a una burra y Tomás Rufo -que además conecta mucho con el público- posee una poderosa técnica, Emilio de Justo se encuentra en uno de los mejores momentos de su carrera. Y ya es decir, porque pocos toreros tenían la capacidad del extremeño antes de su gravísima lesión, y ahora ese tremendo percance, que en realidad sigue sufriendo, parece solo un mal sueño en el recuerdo. Lo ve claro, lo hace fácil, es aparente, y pone a embestir a lo que tenga por delante. Siempre con su clásico toreo, sus buenas maneras, y su capacidad. Y claro, eso tiene que ir de la mano de técnica, poder y, a la postre, valor del que nace de todo lo anterior… aunque no se vea. Desde luego, el que no lo debió ver fue el presidente, que decidió dejar la gran faena al quinto en sólo una rácana oreja.
Ese toro cortaba en banderillas y poco alentadora fue su embestida los primeros tercios. Pese a eso, Emilio brindó al público, sabedor de que, aunque el toro no fuera para grandes fuegos de artificio, su toreo sí brilló. El animal nunca descolgó y le costó entregarse, pero era imposible que se resistiera a la muleta del extremeño, que acabó hasta relajándose con el serio ejemplar. Comenzó por bajo, para continuar con una serie de derechazos templadísimos, parando la velocidad del toro, que tuvo que tragar. Entre las series, le daba el descanso perfecto, para volver a cuajarlo, con trincherazos, pases de las flores, una tanda más por la diestra -el pitón del toro- aunque esta vez sin montar la muleta, a pies juntos, y sus fabulosos pases de expulsión, siempre a la hombrera contraria, largos estéticos y profundos. Si en Torrejoncillo le ponen un monumento, que sea dando el pase de pecho que recetó tras las manoletinas finales. Y con una media en todo lo alto puso punto y final a este capítulo, que bien valía una puerta grande, aunque la presidencia concedió sólo una oreja.
Muy bruto fue el primero de su lote. Compuso muy bien en el quite por chicuelinas, abrochadas por una bonita media, pero el pasador animal además decía entre poco y nada. Echaba la cara arriba en banderillas, así que el extremeño comenzó doblándose con él. Y muy poderoso estuvo con este Cantinero, que tenía además una embestida muy fea, pegando constantes gañafones, que en más de una ocasión si no alcanzaron la cara del torero fue por milagro. Y eso hizo una vez más durante la suerte suprema, tapándole la salida a Emilio.
El que también podría haber salido a hombros fue Luque. Una oreja cortó al cuarto, cuando todavía estaba el público terminándose los Miguelitos y la teclas, lo cual tiene mérito doble. Tras brindar a los presentes se sacó al bueno de Sabroso con unos ayudados por bajo con sabor de verdad. Luque lleva ya tiempo que hace embestir a una silla, y como este toro tenía fondo, vaya si le dio fiesta. Pero había que sacárselo con temple, técnica y, sobre todo, cabeza, algo que tan bien amueblada tiene el de Gerena: primero dando confianza al animal, para poder así bajarle las telas en tandas profundas por ambas manos, con despaciosos remates y un gran cambio de mano, exprimiendo a más no poder al jandilla, hasta el final del trasteo por luquecinas, marca de la casa. Faena importante de extraordinario aire, que marró con la espada, lo que no le impidió cortar un trofeo.
Abrió la tarde un jandilla noble pero justo de raza, que no terminaba de humillar. Luque, tras un suave inicio hasta los medios, lo toreó a la perfección, primero aliviándolo al final del muletazo, hasta conseguir ir metiéndolo en la pañosa. Una vez conseguido, relajó la figura en series por la diestra francamente buenas. Parecía que la gente estaba metida en la obra del sevillano, pero supo a poco la ovación que le propinaron. Si bien la espada no cayó perfecta, aunque se tiró bien, la faena debió haber tenido un premio mayor.
Cuando estábamos en el tercero, la ovación de la tarde se la llevó la cuadrilla de Rufo: un picotazo muy bien señalado le dio Espartaco, y muy bien de verdad estuvieron con los palos Revuelta y Fernando Sánchez. Velador parecía tener mejor condición que los dos anteriores, y Rufo aprovechó inteligentemente esa predisposición del público gracias a sus brillantes subalternos, para plantarse de rodillas en el tercio. Pero fue un espejismo, porque no valía nada el jandilla, que era incómodo y pegajoso, y no tenía ni recorrido, ni clase. Tomás intentaba, con los toques precisos y temple, ir alargando su embestida, pero casi le prende al natural, al quedársele por debajo. Tras eso, el animal bajó la poca intensidad que tuvo (y la persiana). Cogió la espada en el momento justo, que, como en el resto de la tarde, no viajó muy certera.
Y otro susto se llevó Tomás con el cierra plaza, aunque gracias a Dios sólo le empaló por la pierna y cayó de pie, continuando como si nada hubiera pasado. Pero este Zapatero -que con ese nombre, tenía difícil lo de ser bueno-, era deslucido, soso, sin peligro aparente; pero iba zorrón, sin terminar de saber si quería ir a la muleta, no ir, o mirar al torero. Como tampoco transmitía ese peligro sordo, Rufo sólo pudo estar muy firme y por encima de su oponente.
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Plaza de toros de la Chata.
Martes, 16 de septiembre de 2025. Casi lleno. Toros de Jandilla, desrazada en líneas generales. -
Daniel Luque,
de amapola y oro. Estocada trasera y tendida (saludos). Pinchazo y estocada (oreja). -
Emilio de Justo,
de blanco y oro. Pinchazo y estocada casi entera trasera (silencio). Media (oreja con petición). -
Tomás Rufo,
de verde musgo y oro. Estocada baja (silencio). Media (silencio).