El erotismo, el amor, la sexualidad y la poesía son los cuatro puntos cardinales de ‘Los amores feroces’, el espectáculo que acaba de levantar el telón en el Teatro de La Abadía. Esos cuatro puntos cardinales los recorre la literatura de Octavio Paz, … el eje de la función que cuenta con dramaturgia de Jorge Volpi, puesta en escena de Rosario Ruiz Rodgers e interpretación de Leonardo Ortizgris, Lucía Quintana, Isabel Pamo y Germán Torres.
«El montaje quiere poner en juego la obra de Octavio Paz -dice Rosario Ruiz Rodgers, madre de la idea y una figura vinculada a La Abadía desde la fundación de este emblemático espacio-: aspira a ser juego, fiesta, festín del corpus escrito, teatralización del lenguaje. Intérpretes y público serán Penélopes tramando-destramando la odisea del texto: ambas figuras entre las figuras del lenguaje; un cuerpo a cuerpo similar al abrazo erótico».
‘Los amores feroces’ se articula en torno a la figura del premio Nobel y de los tres amores de su vida: Elena Garro, una escritora mexicana con quien Paz se casó en 1937 y que fue «su amor juvenil, apasionado y tóxico», según Jorge Volpi; Bona Tibertelli, pintora italiana con la que mantuvo un amor «maduro y desgarrado»; y por fin, Marie José Tramini, la segunda esposa de Paz -con Bona Tibertelli no llegó a casarse- y que supone, en palabras del dramaturgo, «el amor sosegado». Aparecen también en el espectáculo algunos de los amantes de las tres mujeres, entre ellos Adolfo Bioy Casares, André-Pieyre de Mandiargues y Francisco Toledo. El ensayo de Octavio Paz ‘La llama doble’ (1993) -en el que explora la relación entre el amor, el erotismo y el deseo a lo largo de la historia y las culturas- es el hilo conductor del espectáculo, que incluye textos de Paz y del resto de los personajes.
Cuenta Jorge Volpi que «en los años sesenta, cuando se traslada a la India como embajador de México, Paz padece los sacudimientos que lo llevan a escribir algunos de sus mejores poemas amorosos. Es entonces cuando se divorcia de Elena Garro, su gran amor de juventud, con quien ha tenido un matrimonio siempre tormentoso y quien entonces es amante de Adolfo Bioy Casares. Entretanto, el poeta inicia una relación no menos agitada con la artista Bona Tibertelli, esposa del poeta André-Pieyre de Mandiargues; a la postre, ella terminará por abandonarlo por el joven pintor oaxaqueño Francisco Toledo. Paz no saldrá de este juego de pasión, traiciones y celos hasta que, poco después, se enamore de Marie-José Tramini, con quien vivirá hasta sus últimos días».
No se cuenta una historia, explica Rosario Ruiz Rodgers, es más bien un collage. «Ensamblaje de fragmentos, tejido de relaciones íntimas, el abrazo de los cuerpos es sacrificio, es comunión, es texto: leído, desleído, cuerpo que disipamos, en el que nos disipamos. Repartir el texto y reincorporarlo, devolverle su cuerpo: doble trayectoria de esta pieza teatral». Los cuatro amantes, sigue la directora, «son cuatro personajes arquetípicos, que se ven retados a contar la historia de un hombre al que le preguntan por qué no ha amado libremente». La obra del pintor y escultor mexicano Vicente Rojo y la imagen de un volcán como símbolo de ese amor y erotismo que inunda toda la función.
Precisamente por la naturaleza física del montaje, sus responsables han querido contar con una coordinadora de intimidad, una figura ya habitual en el mundo del cine y que se ha empleado también en alguna ópera; no así en el teatro, donde es novedad. Rebeca Medina -con experiencia en películas y series como ‘La viuda negra’, ‘Física o Química: la nueva generación’ o ‘La vida breve’. «Nos ha servido -explica Germán Torres- de guía para trabajar en un estado de seguridad y desde el respeto al compañero». «Es una figura que aporta tranquilidad, seguridad y respeto», añade Lucía Quintana..