Había un tiempo en el que la minería del carbón era una épica y una estética. Miles de hombres descendían cada día a los pozos de Asturias, León y Palencia para extraer el mineral que nutría las fábricas y las casas. Todo ello es … ya un lejano recuerdo. Al igual que el mítico tren que transportaba hulla y antracita desde La Robla a Bilbao, inaugurado en 1894. Fue conocido como ‘El Hullero’ hasta la quiebra de la empresa privaba que lo explotaba en 1972 y su nacionalización.
El ferrocarril que llevaba el carbón desde las cuencas mineras leonesas a Altos Hornos de Vizcaya llegó a acarrear más de 900.000 toneladas en 1958. En los años 60, la demanda comenzó a caer y el negocio entró en números rojos. FEVE pasó a gestionar la línea que también transportaba viajeros, un trayecto de 335 kilómetros que se tardaba en recorrer más de diez horas.
Historias reales y leyendas se funden en este ferrocarril de vía estrecha, creado por un grupo de empresarios vascos que, tras la subida del carbón que importaban de Inglaterra para obtener el coque, decidieron aprovechar la hulla que se extraía en las minas de León y Palencia.
La inversión que se hizo hace más de 130 años ascendió a 20 millones de pesetas, una cantidad entonces considerable ya que se tuvieron que construir también las estaciones. En 1930, se estableció un enlace en Cidad-Dosante con el ferrocarril que tenía que unir Santander con el Mediterráneo, una obra nunca concluida.
Los ingenieros optaron por un ancho de vía de 1.000 milímetros por razones de economía. El ancho ibérico convencional es de 1.668 milímetros, por lo que las locomotoras de vapor tenían que estar adaptadas a esta medida. España fue un caso único en Europa porque llegaron a coexistir cinco tipos diferentes de vías.
En los años 60, los vagones eran de color verde con asientos de madera. Carecían de compartimentos y el paisaje era visible por los numerosos ventanales. La composición más frecuente era de varios coches para pasajeros y otro, para mercancías. Los trenes cargados de carbón circulaban de forma alternativa.
En los años 60, la demanda cayó y el negocio entró en números rojos. FEVE pasó a gestionar la línea que también llevaba viajeros
El ferrocarril de La Robla fue uno de los primeros construidos con capital español. Una docena de inversores constituyeron la Sociedad del Ferrocarril Hullero de La Robla a Valmaseda. En 1892, se habían ya construido los 45 kilómetro que separan Espinosa de los Monteros de Valmaseda. Dos años después, se concluyeron las obras que permitían llevar el carbón hasta Bilbao.
‘El Hullero’ tuvo un importante impacto económico. No sólo porque dio un impulso a la siderurgia vasca sino también porque creó miles de puestos de trabajo en las cuencas de León y Palencia. Localidades como La Robla, Guardo y Cistierna disfrutaron de una etapa de prosperidad.
En 1991 el servicio para viajeros de La Robla fue clausurado. La línea se mantuvo en servicio para mercancías. Hubo que esperar a 2003 para que los trenes de FEVE volvieran a circular desde León a Bilbao. La duración del itinerario se redujo a siete horas. La presión de las comarcas afectadas fue determinante para que el Estado decidiera reanudar el trayecto que sólo había quedado interrumpido durante los tres años de la Guerra Civil.
El ferrocarril de La Robla, que comenzó para llevar el carbón a Vizcaya, sirvió también para transportar arena de sílice de las canteras de Arija, cemento e incluso remolacha. Sería posible escribir la historia del norte de Castilla y de León siguiendo el recorrido de una vía que se detenía en decenas de estaciones y apeaderos y que fue clave para vertebrar este espacio geográfico y humano a lo largo de todo el siglo XX.