13/09/2025
Actualizado a las 16:43h.
De los más de medio millón de hombres que cruzaron el río Niemen en junio de 1812 con Napoleón al frente para invadir Rusia, solo unos miles regresaron con vida meses después. Al llegar a Moscú en septiembre, la Grande Armée se encontró con que las tropas rusas habían evacuado la ciudad y se habían retirado al interior del país, destruyendo los suministros. Aisladas ante la capital rusa en ruinas, las fuerzas napoleónicas iniciaron la difícil retirada a mediados de octubre, sin tiempo de eludir al implacable ‘general invierno‘ ruso, que junto al hambre y las enfermedades, se cobró unas 300.000 vidas.
«Me equivoqué al no dejar Moscú una semana después de haber entrado», confesaría Napoléon al general Armand de Caulaincourt en el trineo que lo llevó de vuelta apresuradamente a París tras el intento de golpe de Estado del general Claude-François de Malet. Con temperaturas de hasta -30 grados, hambrientos y acosados por tropas rusas, cosacos y milicianos, los soldados retrocedieron a duras penas por caminos desolados. Debido al frío y a las condiciones de insalubridad, las enfermedades proliferaron. Hasta ahora se había pensado que el tifus epidémico y la fiebre de las trincheras fueron las dolencias que más afectaron a las tropas napoleónicas en su dramática retirada. Sin embargo, un equipo de investigadores ha descubierto evidencias genéticas de que otras dos enfermedades infecciosas diezmaron al ejército francés.
Los científicos han analizado el ADN de los dientes de trece soldados sepultados en una fosa con más de 3.200 cadáveres descubierta en Vilna en 2001. La secuenciación genética avanzada confirmó la presencia en cuatro de ellos de Salmonella enterica Paratyphi C, la bacteria responsable de la fiebre paratifoidea, y de Borrelia recurrentis, el agente de la fiebre recurrente transmitido por piojos, en otros dos.
«Después de todos los pasos de cribado y autenticación, no se identificaron lecturas fiables atribuibles a R. Prowazekii (el agente del tifus) ni a B. Quintana (la causa de la fiebre de las trincheras», señalan los investigadores en su estudio, aunque no descartan que estos patógenos también se encuentren entre los enterrados en Vilna, dada la limitada muestra analizada, o entre otras víctimas de este evento histórico.
Remolacha salada
Las fiebres paratifoideas han estado presentes en Europa durante milenios, según han revelado estudios recientes de ADN, y ya era una enfermedad bien conocida y documentada para 1812. Se transmite al hombre a través de alimentos o agua contaminados con heces infectadas, y los síntomas incluyen fiebre, dolor de cabeza, sarpullido, debilidad, pérdida de apetito, diarrea, estreñimiento, dolor de estómago y vómitos.
Aunque a lo largo de la campaña rusa de Napoleón, la fiebre paratifoidea o tifoidea no se mencionó en ninguna fuente histórica, los investigadores creen que pudo pasar inadvertida debido a que sus síntomas son inespecíficos y variados. Un médico que servía en el ejército de Napoléon, J.R.L. de Kirckhoff, sí que informó en un escrito que «la diarrea era común entre nosotros en Lituania. Un factor importante que contribuía a esta enfermedad era que encontrábamos en casi todas las casas, desde Orcha hasta Vilna, grandes barriles de remolacha salada (buraki kwaszone), cuyo jugo comíamos y bebíamos cuando teníamos sed, lo que nos causaba un gran malestar e irritaba gravemente el tracto intestinal».
«Esta descripción podría ser coherente tanto con las características de una infección de fiebre paratifoidea causada por alimentos contaminados, como con los síntomas digestivos típicamente asociados a la enfermedad», indican los científicos del Instituto Pasteur de la Universidad de Paris Cité y las universidades de Tartu (Estonia), Cambridge y Aix Marseille.
A su juicio, el estudio que publican en Biorxiv «proporciona la primera evidencia directa de que la fiebre paratifoidea contribuyó a la muerte de soldados napoleónicos durante su catastrófica retirada de Rusia». Sin embargo, al haber procesado tan solo 13 muestras, no es suficiente para concluir que este patógeno por sí solo contribuyó a las más de 3.000 muertes documentadas en la fosa de Vilna. «Considerando las condiciones extremas y severas que caracterizaron esta retirada, la presencia de múltiples infecciones superpuestas es altamente plausible», consideran.
A la luz de sus resultados, creen que los soldados pudieron morir por una combinación de fatiga, frío y diversas enfermedades, como la fiebre paratifoidea y la fiebre recurrente transmitida por piojos, que si bien no es no es necesariamente mortal, pudo debilitar significativamente a individuos ya exhaustos.
«Nuestro estudio confirma la presencia de dos patógenos no documentados previamente, pero será necesario el análisis de un mayor número de muestras para comprender completamente el espectro de enfermedades epidémicas que afectaron al ejército napoleónico durante la retirada rusa», finalizan.
Reportar un error