La ‘novia de América’ se ha estrenado en la alfombra roja de la Biennale
Julia Roberts acumula en su filmografía más de medio centenar de títulos e innumerables reconocimientos, pero hasta ahora nunca había pisado el Festival de Venecia. La ocasión lo merecía. Debutar por esta alfombra roja no es poca cosa, y menos aún haciéndolo por el motivo que lo ha hecho. Tras su última película, Dejar el mundo atrás (2023), presenta esta vez Caza de brujas, lo nuevo de Luca Guadagnino y la cinta con la que el director italiano consolida definitivamente su posición en el ámbito hollywoodiense (a pesar de estar fuera de competición en este certamen). Bajo este contexto, estaba claro que Roberts no podía (ni iba a) defraudar, por lo que su estilismo en esta gran tarde en la ciudad de los canales ha superado incluso las expectativas más exigentes.
Si ya dio que hablar con su divertido cárdigan con la cara de Guadagnino, su bolso Luggage Phantom de Celine y sus zapatillas de Superga (nótese el guiño a el país en forma de bota con este último accesorio) cuando desembarcó en la ciudad, su paseo por delante de las miles de cámaras de los fotógrafos no se ha quedado corto en absoluto. La novia de América escogió un vestido de manga larga azul noche con escote cerrado redondeado y una cola discreta que arrastraba sobre el tapiz. La prenda estaba confeccionada en una tela satinada, en la que destacaba un patrón geométrico de rombos más oscuros que se repetía a lo largo de su estructura (especialmente en la zona de la cintura y el busto), generando así un efecto visual que estilizaba su figura. Básicamente, un añadido moderno en un vestido de elegancia clásica firmado, nada más y nada menos, que por Dario Vitale en su debut para Versace. Como accesorios, escogió unos largos pendientes de diamantes que se asomaban bajo su ondulada melena cobriza, un gran brazalete y un anillo con diamantes y zafiros engastados.
Daniele Venturelli