Desarrollar el criterio, una habilidad tan necesaria como insustituible
Cada vez que decidimos, juzgamos o incluso escuchamos nuestra intuición, en realidad estamos echando mano de nuestro criterio, ese con el que buscamos conocer la verdad y que nos ayuda a discernir cuando se nos presenta una disyuntiva. Resulta curioso saber que se va formando desde que nacemos a través de los valores que recibimos en casa, la educación y las experiencias vividas; aunque en los últimos años se habla de que es una de las habilidades blandas de las que adolece las nuevas generaciones.
La psicóloga Olga Albaladejo opina que los jóvenes llegan hoy con gran destreza técnica y digital, pero con menos práctica en habilidades blandas como la comunicación clara, la escucha activa o el pensamiento crítico.”No es tanto una pérdida como una asimetría de entrenamiento: dedican horas a entornos de respuesta inmediata, pero menos a conversaciones cara a cara o debates donde se ejercitan la paciencia y la argumentación”. Recuerda que según la OCDE y el Foro Económico Mundial, de cara a 2030 las competencias más demandadas serán precisamente las menos automatizables: pensamiento analítico, creatividad, liderazgo e influencia social.
Cristina Sendino es mediadora e impulsora de talentos, junto a la psicóloga Olga Albaladejo, ha creado ValóraTE, un programa que acompaña a adolescentes a tomar decisiones con confianza, gestionar su ansiedad y descubrir su camino con sentido. Para ella, las habilidades blandas en general, nos ayudan a fortalecer nuestra identidad y conducen a mejores resultados y una mejor gestión de nuestras acciones. En cuanto al criterio, reconoce que la dificultad llega cuando toca ponerlo en práctica. “El desarrollo del criterio nos permite entender lo que pasa a nuestro alrededor, juzgar y prejuzgar (con los peligros que eso conlleva), apreciar o despreciar y decidir o quedarnos paralizados”, y asegura que sin una buena base, a veces no hay criterio, y otras vamos dando bandazos, lo que repercute en la confianza y la autoestima. “Nos vuelve dependientes de otros, anula la opción de tener nuevas ideas, se apaga la creatividad y las relaciones no son auténticas”.
Asegura que uno de los peligros de quienes no desarrollan un buen criterio es la facilidad para dejarse llevar por titulares falsos y su incapacidad para buscar fuentes fiables ni contrastar la información, algo que está proliferando con la irrupción de la inteligencia artificial. “La IA que procesa datos a una velocidad inhumana, pero no puede discernir con valores ni tomar decisiones éticas. Ahí está nuestro gran diferencial y es lo que sin duda alguna debemos cultivar”. Por su parte, Albaladejo indica que la investigación psicológica evidencia que entrenar el pensamiento crítico reduce sesgos cognitivos y mejora la calidad de las elecciones, de ahí que en su programa ‘Valora tu Futuro’ aplique protocolos sencillos que enseñan a definir bien el problema, contrastar opciones, pedir una contra-opinión y revisar la decisión.
El papel de la educación en la formación del criterio
Ya sabemos que es nuestro entorno, más ese conjunto de conversaciones y experiencias, lo que van a determinar cómo construimos nuestra identidad y con ella, nuestra realidad, lo que defenderemos y contra lo que luchamos. “El criterio mal desarrollado puede ser nuestro mayor enemigo para evolucionar, convivir y adaptarnos”, afirma Sendino, para quien es fundamental permitirnos cuestionar lo que nos rodea (y a nosotros mismos) en la medida que vayamos madurando. Sin embargo, lo que experimentamos en el colegio también va a ser determinante y, en este sentido, Alejandro González, CEO y fundador de Taalentfy, plataforma malagueña especializada en orientación, evaluación y empleabilidad juvenil, aporta un interesante punto de vista. Señala un sistema educativo obsesionado con lo académico y con lo medible, que ha dejado de fomentar ciertas habilidades necesarias para la vida y para el trabajo. “Además, vivimos en una sociedad que ha sobreprotegido a los jóvenes: resolvemos sus problemas antes de que aprendan a enfrentarse a ellos, les damos respuestas antes de que se acostumbren a pensar y tomar decisiones. ¿Y cuál es el resultado? Jóvenes brillantes en conocimientos que no saben qué se encontrarán, con miedo a equivocarse, esperando siempre un manual o alguien que les diga qué hacer”.