Aunque el documental, que estará dirigido por Jamie Babbit y escrito por Stan Zimmerman, se presenta como un ambicioso ejercicio para bucear entre las bambalinas de la serie y satisfacer el inagotable interés de los fans, es imposible, al reconfirmar la química interpretativa que sigue existiendo entre Graham y Bledel, preguntarse si, además del documental, no podría haber una nueva secuela. Un proyecto que continuase la miniserie de cuatro capítulos Las 4 estaciones de las chicas Gilmore (Gilmore Girls: A Year in the Life), aquella propuesta creada por Sherman-Palladino para Netflix en 2016 que tanto desapego generó en una buena parte de los incondicionales de Stars Hollow. ¿Por qué? Pues, además de por su final abrupto y quizá excesivamente abierto, porque presentaba a una Rory completamente errática, desdibujada e incluso derrotista.
Claro que esto no va de dulcificar artificialmente la existencia desde la ficción. Las crisis vitales acontecen, llegan sin avisar y, muchas veces, arrasan con lo que pillan a su paso. No se trata de que no haya retos o dificultades; la audiencia puede soportar, con madurez, el sufrimiento de esos personajes con los que ha crecido y a los que tanto cariño tiene. Para lo que no tiene tanta tolerancia, sin embargo, es para ver cómo se van desvaneciendo poco a poco, de manera injustificada, sin que nadie haga nada por evitar el estéril fundido a negro. O, en otras palabras: queremos que vuelva esa Rory ingeniosa, divertida, romántica y con recursos para enfrentar la adversidad (fruto de un bagaje familiar único, numerosísimas horas de lectura y más cafés de los recomendables a sus espaldas). Aún queda mucho por explorar de esta Rory adulta que no tiene por qué replegarse tan pronto ante el destino. Es más, aún queda tiempo para darle a esta mujer que tantas simpatías genera en tantos de nosotros el final álgido amoroso que merece. Con Jess, por supuesto.
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