Las red flags de la medicina estética
Según los últimos datos de la Sociedad Española de Medicina Estética, casi la mitad de los españoles se ha sometido a algún tratamiento, y sin embargo, solo un 25 % sabe con certeza si quien le infiltró toxina botulínica era médico. ¿El resto? Se pone en manos de profesionales no cualificados, sanitarios sin especialización o directamente intrusistas, sin ser del todo conscientes. “Existe una enorme confusión y una invasión competencial clara”, advierte el doctor Sergio Fernández, vicepresidente de la SEME, que subraya la importancia de exigir diagnósticos médicos rigurosos, respetar los tiempos entre procedimientos y apostar por resultados naturales frente a la temida filler face.
Porque detrás de ese rostro hinchado y sin expresión no solo hay exceso de ácido hialurónico, sino una alarmante falta de criterio médico. “No olvidemos que la medicina estética es una especialidad médica, no un servicio comercial”, alertan las doctoras Mar Mira y Sofía Ruiz del Cueto, de Clínica Mira+Cueto. Con el objetivo de proteger a los pacientes potenciales de una mala praxis, la SEME lanzó la campaña divulgativa Tu cara ya no me suena, donde exponen las red flags del sector. He aquí algunas de las principales.
#1. ¿Se practica en un centro sanitario?
“Hay señales muy claras que deberían hacer dudar a cualquier paciente. La primera es el lugar: todo tratamiento médico debe realizarse en un centro sanitario autorizado por la consejería de Sanidad de la comunidad autónoma correspondiente. Ese lugar debe tener visible y accesible la plantilla de profesionales con su titulación y especialidad médica”, afirma el dermatólogo Juanma Revelles, fundador de la clínica Le Boost y divulgador científico de Merz Aesthetics. “Un tratamiento de carácter médico no debe llevarse a cabo en espacios no habilitados sanitariamente, como peluquerías, domicilios, spas o centros de estética sin licencia médica. El entorno debe cumplir con todos los requisitos legales y sanitarios establecidos por las autoridades competentes, y contar con la autorización para la práctica de actos médicos”.
#2. Promociones ‘flash’, no, gracias
¿2×1 en rellenos de labios? “Al igual que no se hacen descuentos en consultas de traumatología o de nefrología, no hay que fiarse de ofertas, promociones o rebajas en procedimientos estéticos… La medicina no se puede usar como herramienta comercial porque un tratamiento de estas características mal realizado puede generar problemas de salud muy serios”, advierte Paz Torralba, directora de TBC Medical. En su opinión, “este tipo de promociones son perfectas para ser aplicadas en bonos especiales, tratamientos de cabina, productos o ciertos protocolos no médicos”. “La elección del profesional no debe basarse en el precio o en la cercanía, sino en la cualificación, la ética y el compromiso con la salud del paciente”, defienden desde Mira+Cueto. Para el doctor Revelles, “si el único argumento es el precio o las promociones muy agresivas, probablemente no estamos ante un acto médico bien planteado”.
#3. ¿Seguro que es médico?
Según el último estudio de percepción y penetración de la medicina estética (2023) de la SEME, “el 65 % de los tratamientos de este tipo son realizados por profesionales no cualificados”. Así lo explica el doctor Fernández: “El intrusismo en nuestra profesión ha crecido notablemente, pero además existe una invasión competencial importante por parte de personal sanitario no médico que genera una confusión al paciente”. Como cuenta la doctora Mar Gonzálvez, KOL de Teoxane, el problema es que el paciente se expone a mucho más que a un mal resultado estético: “Se arriesga a poner su cara y su salud en manos de alguien que no está ni formado ni capacitado en anatomía o en las propias técnicas, ni mucho menos en reconocer ni prevenir ni tratar complicaciones médicas. La medicina estética no es solo técnica: es diagnóstico, seguridad, ética y ciencia”.
En opinión de la doctora Electa Navarrete (fundadora del centro que lleva su nombre), esta coyuntura engloba otro extremo de suma importancia: “El principal problema es que, en España, los buenos laboratorios solo trabajan con médicos o con clínicas. De este modo, si vas a someterte a infiltraciones con alguien que no sea médico, lo más probable es que el producto que emplee no sea europeo, sino que tenga un origen dudoso en el mercado negro, con todas las consecuencias que eso puede entrañar: no disponemos de ninguna garantía de que se pueda infiltrar sin riesgo”.
#4. ¿Están haciendo el papeleo?
“Otra red flag es que no se elabore una historia clínica ni se firme un consentimiento informado antes del tratamiento. Además, los productos médicos utilizados deben ser de calidad, con trazabilidad completa y el paciente tiene derecho a una copia del etiquetado del producto administrado y del número de lote correspondiente”, afirma el divulgador de Merz Aesthetics. Esto se debe a que “en España, como en otras partes de Europa, es fácil adquirir materiales propios de la medicina estética a través de canales ilegales, por eso los datos del citado estudio muestran el preocupante aumento de procedimientos realizados en centros no certificados, peluquerías e incluso domicilios”, asegura la doctora Petra Vega, tesorera de SEME. Por último, estas etiquetas permiten un conocimiento exacto del historial, así como un correcto seguimiento del tratamiento.