Hablando de su sucesora al frente de la revista, Anna Wintour explicaba que si han elegido a Chloe Malle es porque entiende que la moda no es un circuito cerrado, autorreferencial, sino un espacio en el que convergen todos los planos de la cultura. En el París de Proust se popularizaron ciertos sombreros porque las señoras querían expresar patriotismo en época de guerra. La incorporación de la mujer a niveles más altos del mundo laboral propició la revolución textil liderada por Giorgio Armani. El lenguaje de la moda se construye en sintonía con los tiempos: bebe de un presente en constante movimiento y, a su vez, ayuda a transformarlo. Para triunfar en la moda es imprescindible formar parte de ese diálogo. De igual manera, sabemos que una marca no es solo la ropa: cada prenda porta consigo la carga simbólica que la compañía ha logrado evocar a través de su proyección en redes, en medios, de cara al público.
¿Por qué cuento esta chapa? Porque me dispongo a escribir sobre una campaña que ha encapsulado la energía de nuestros días con enorme sensibilidad: la de Paloma Wool. La firma catalana, fundada hace ya once años, publicaba esta semana una serie de fotos entre intimistas, realistas y oníricas —costumbristas, sí, pero también con un punto surrealista— que pretenden reflejar las jornadas de Paloma Lanna, diseñadora y madre, y la de tantas otras jóvenes y no tan jóvenes cuyos universos, como los de Lanna, se entremezclan en un caos estimulante y agotador (un caos compuesto de chupetes y correos electrónicos). Algo en las imágenes ha tocado las teclas adecuadas, pues la respuesta ha sido abrumadora. En mi cabeza, desde luego, se han colado e instalado, y me consta que han provocado un efecto similar en muchos de los que las hemos visto. Nos han enloquecido.
Cortesía de Paloma Wool
Cortesía de Paloma Wool
“Con el nacimiento de Candela y el rápido crecimiento de Salomé, los límites entre el hogar y el trabajo se han difuminado. Retratar esta dualidad, los encuentros y las tensiones entre estas dos esferas, me pareció la manera más honesta de representar lo que es Paloma Wool en este momento”. Este es parte del texto que en instagram acompaña la propuesta visual. Sencillo, inequívoco. Hay una dimensión personal que suscita empatía y establece un vínculo directo con quienes experimentan una etapa análoga. Yo me hallo en la treintena y me rodean un sinfín de amigas en circunstancias casi idénticas (freelances que sostienen a niños mientras tratan de comunicarse con clientes, oficinistas que escapan de sus puestos para llegar a la hora del baño; adultas poliédricas, a menudo angustiadas por la dificultad que entraña estar a la altura de las demandas afectivas sin renunciar a la identidad propia, ojerosas y felices por la existencia de unos deditos pringosos y unos ojos nuevos a través de los cuales ellas mismas redescubren el mundo). Imposible no conectar.
Cortesía de Paloma Wool
Sin embargo, la escenificación de la maternidad no explica en exclusiva el éxito de la campaña. Es el modo. Yo no soy madre y, en una actualidad marcada por la influencia de las tradwives (conservadoras que se entregan a las tareas históricamente vinculadas a su género y apuntalan con entusiasmo los roles restrictivos clásicos), suelen producirme una leve aversión las aproximaciones sentimentales. Por otro lado, en un contexto poswoke, no atraen ya los discursos hiperpolitizados en clave reivindicativa. Las fotos de Paloma no son ni una cosa ni la otra. Aquí no hay sentencias, no hay certezas; solo la humilde exposición de un tira y afloja, de una fase llena hasta los topes en la que apenas queda margen para el discourse (fase tan imperfecta, errática y estresante como transformadora, interesante y bella). Nótese que, en las imágenes, o al menos en las que han salido hasta ahora, no aparece el hombre, decisión a mi juicio acertada, puesto que su presencia tendría algo de performática, y no porque el hombre no deba cumplir y cumpla con sus obligaciones, sino porque no viene a cuento darle importancia a su figura (y a los obstáculos a los que él se enfrenta) cuando la historia que se está narrando es la de ella.
Cortesía de Paloma Wool
Cortesía de Paloma Wool
Como digo, yo no soy madre. Lo que sí soy es bastante esteta, y aquí se aprecia una dirección artística espectacular. Somos testigos del avance de la IA y su progresiva colonización de las áreas creativas, así que celebremos la contribución humana, sobre todo si es de este calibre. Enhorabuena a Carlota Guerrero, colaboradora íntima de Paloma y responsable de la visión, y a Justin Leveritt, el fotógrafo (también a la estilista, Emilie Kareh, y al resto de participantes). Visité hace poco la muestra dedicada en Madrid al mítico Duane Michals y me permito apuntar que la sesión me ha recordado a algunos de sus códigos. Michals jugaba con la doble exposición, introduciendo personajes disruptivos que, de pronto, proporcionaban el acontecimiento. La modelo de la campaña de Paloma, que está pero no está, rompe con la verosimilitud y el relato (parece llegada de otra realidad, como aquel ángel que en las fotografías de Michals entraba y salía de la escena). Extraño y precioso.
Para terminar, una obviedad: si bien las marcas no son solo la ropa, la ropa es lo que al final importa, y el consumidor presupone coherencia en las tiendas de las que compra. Lo ideal es que las prendas sean la materialización tangible del imaginario por el que nos conducen las campañas (o al revés: que las campañas deriven de la propuesta material que se origina en las prendas). En este caso, cabría esperar que las prendas fuesen compatibles con la vida que la campaña plantea, que estuviesen hechas para el tipo de mujer (madre habitante en el caos) que la campaña nos presenta. O quizás no. Quizás la mujer Paloma Wool entre y salga de la escena, como el ángel caído de Michals, mutando en alguien diferente en función de su deseo (o del tramo del día), abandonando biberones para devorar el asfalto enfundada en un lookazo, vientre otra vez plano, sabedora de que no porque una sea madre deja de ser todo lo demás. O ni siquiera. Quizás la mujer Paloma Wool no sea madre y madre solo sea ella, Paloma, que diseña para otras entre mocos y potitos. Ni idea. Eso sí: lleve quien lleve los vestidos, gracias a la marca por las fotos y a la gente talentosa por las cosas bonitas.
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